EDITORIAL | ACTUALIDAD POLÍTICA
La Cataluña marginada
La Cataluña marginada
Tras la visita del presidente del Gobierno español al antaño acusado por él de supremacista (eufemismo de racista), ha quedado claro que más de la mitad de los catalanes hemos quedado definitivamente marginados por La Moncloa.
Es decir, extranjeros en nuestra propia región, eliminados del mapa de las intenciones del ejecutivo. Ninguneados es poco: simplemente no existimos, pues el verdadero pueblo catalán parece ser el que respondió a la añagaza del 1-0, el que quemaba contenedores y calcinaba las calles, el que cortaba carreteras y asaltaba el aeropuerto o la estación de ferrocarril.
A estas alturas, ya no sabemos a ciencia cierta si el interlocutor de Sánchez sigue siendo president o diputat, pues la sobreinformación ha dado lugar, como siempre, a la desinformación; ¿pinta algo la JEC o los tribunales?
Las siguientes reuniones, además, contarán con la presencia de Iglesias, socio preferente del gobierno español y partidario del referéndum de separación.
Los medios informan que, para empezar, 4.000 millones de euros quedarán a disposición de la Generalidad.
No es nada nuevo en lo cualitativo, pues todos los gobiernos del Régimen de la primera transición han sido pródigos en sus dádivas a quienes planeaban, sin tapujos, la rebelión contra la unidad de España y las leyes del Estado: desde Suárez hasta Felipe González, desde Aznar a Zapatero, y Rajoy, no lo olvidemos. El primer gobierno de la segunda transición los mejora en su absurdo.
Algo así como el legendario tributo de las cien doncellas, que se pagaba a la fiera para que no devastara el reino; en este caso, las cien doncellas somos esa mayoría de catalanes que hemos reivindicado orgullosamente nuestra españolidad en lo que ya se llama territorio comanche o Cataluña basatunizada.
El chantaje está claro: contenemos a nuestras masas si nos vais concediendo lo que pedimos, además, claro está, de los caudales necesarios para continuar el procés.
Otros dicen que la maniobra de Sánchez e para acrecentar la brecha entre JxCat y ERC; sabemos todos de antemano que se trata de otra burla: el debate es superficial y, de nuevo, el separatismo presentará un frente común, rearmado por el Estado español, para más inri, cuando sea conveniente; unos y otros –hoy teóricamente enfrentados– repiten el lo volveremos a hacer, como un mantra.
Los más optimistas hablan de deshielo o de desinflamación del problema; en realidad, es un cáncer que se extiende por doquier, ante la anuencia o complicidad del gobierno español, y alcanza ya a otras comunidades españolas donde nunca había arraigado la planta corrosiva del nacionalismo.
Acaso los catalanes que nos sentimos españoles nos hemos equivocado; quizás no valga la pena luchar por esta España oficial que se ha desentendido de nosotros.
A lo mejor vale la pena poner el horizonte en otra España, de rango metafísico en sus planteamientos y entendida como tarea de futuro. No esperemos nada de esta España oficial y de sus instituciones, que han vendido a más de la mitad de los catalanes.