EDITORIAL
Prevenir otras erupciones en España.
La erupción del odio, esa que viene manifestando el sanchismo y sus aliados naturales (...) La erupción del segregacionismo, que avanza día a día (...) La erupción del neocapitalismo salvaje, que arrolla con toda su fuerza (...) La erupción del relativismo y del nihilismo, que arrebata a la sociedad todos sus valores.
Prevenir otras erupciones en España
La erupción del volcán de La Palma y sus consecuencias catastróficas (afortunadamente, hasta ahora sin desgracias personales) nos ha llenado de consternación de todos los españoles; miles de personas han perdido sus hogares y enseres, quizás todos los recuerdos de su vida; se han arrasado zonas urbanas enteras y campos de cultivo… Es uno de esos momentos en que se debe vivir con más intensidad la solidaridad entre todas las tierras de España, y no ha tenido la menor gracia la salida de una personajilla sobre el atractivo turístico que adquirirá la zona…
No dejará de haber profetas del catastrofismo que echen la culpa a los seres humanos de lo acontecido; se trata de ese ecologismo radical, empeñado en crear, a modo de la anacrónica lucha de clases, un enfrentamiento Hombre-Naturaleza, colocando a aquel como enemigo frontal de esta. Nada nuevo, aunque ese ecologismo forme parte de las ideologías oficiales vigentes… Para nosotros, los acontecimientos naturales, con toda su gravedad, ni son castigos ni suelen obedecer a la acción humana, salvo imprudencias.
El símil de la erupción de La Palma nos puede llevar, en otro orden de cosas, a una meditación sobre otras posibles erupciones, seísmos o tsunamis que sí que obedecen a la acción humana y, a diferencia de los naturales, podrían ser previstos y remediados antes de que provoquen auténticas catástrofes.
Así, la erupción del odio, esa que viene manifestando el sanchismo y sus aliados naturales, y que viene mostrando sus humaredas y sus explosiones ⎼hasta ahora, algo controladas⎼ en cuanto a nuestra historia común, a nuestro preocupante presente y, como resultado, a un inquietante futuro. No se diga que su fundamento es la ineptitud o la ignorancia (que también actúan como causas), sino una completa hoja de ruta que nos compromete a todos.
No es menos preocupante la erupción del segregacionismo, que avanza día a día, inunda con su lava pestilente territorios y mentes, borra a su paso cualquier signo de entendimiento cordial entre los que nacieron españoles y se extiende al socaire de los localismos y particularismos, siempre en beneficio de las oligarquías.
En lo social, no olvidemos la erupción del neocapitalismo salvaje, que arrolla con toda su fuerza las posibilidades de la población para tener una vida digna en lo material; arruina empresas y puestos de trabajo, convierte a los jóvenes en permanentes ni-ni y descarta a los mayores de su continuación en la vida laboral o, incluso, compromete sus posibilidades de jubilación.
Por fin, la erupción del relativismo y del nihilismo, que arrebata a la sociedad todos sus valores, promueve un presentismo frívolo y aparta al ser humano de su armonización con su contorno, especialmente en lo referido a sus fines trascendentes.
Si las fuerzas de la naturaleza son, a veces, incontrolables por el hombre, estas otras fuerzas, que son provocadas por el interés materialista, por el odio o por la sinrazón, sí pueden ser atajadas; para ello, se requiere, como primera fórmula, que más ciudadanos piensen por su cuenta, no se dejen arrastrar por el ambiente y por los tópicos vertidos, y se apresten, con toda su energía, a poner los pilares de una sociedad más acorde con su herencia, más abierta en su presente y más esperanzada en cuanto a su futuro.