NUESTRA MEMORIA
El naufragio del 'Norba'
Dramático naufragio y muerte de cuatro hermanos, entre ellos nuestro camarada Pedro Pella Ferrer, jefe de escuadra de la Centuria Roja, del Frente de Juventudes de Barcelona, cuando navegaban con el velero familiar frente a la costa del Maresme, el día 1 de abril de 1947.
Publicado en la revista Lucero, núm. 144, 3er. trimestre de 2021. Editado por la Hermandad Doncel - Barcelona | Frente de Juventudes.
Ver portada de Lucero en La Razón de la Proa.
Dramática muerte del camarada Pedro Pella Ferrer
Guardo en mis archivos una pequeña publicación titulada Inquietud, órgano de la Centuria ROJA, de fecha 16 de abril de 1947 [1]. Nunca había pensado investigar sobre el contenido de ese pequeño boletín, sin embargo, recientemente, se me ocurrió entrar en el ancho mundo de Internet y pude obtener más información del suceso que ahí se menciona; me di cuenta, inmediatamente, de la magnitud del mismo y, sobre todo, de la tragedia humana que éste representó para la familia de nuestro camarada.
Una vez obtenida suficiente información pensé que sería interesante traer el caso a estas páginas (revista Lucero) porque, de alguna manera, pone en evidencia el sentido de camaradería que reinaba entonces en nuestras filas y, por añadidura, nos permite conocer sobre un trágico suceso que afligió, no solo a la familia por la pérdida de cuatro hijos a un mismo tiempo, sino también a la sociedad barcelonesa de la época, por la importancia de la tragedia y las edades de las víctimas [2].
Para narrar el triste suceso me he valido de la revista Es pedris llarg, nº 27, de marzo de 1994, editada en Begúr (Gerona), donde aparece un reportaje, sobre este caso, firmado por J.C. Riera, del cual he realizado un extracto y traducción del idioma catalán:
La familia
Dª Isabel Ferrer Cortada y D. Joaquín Pella Argelaguet, una pareja de begurenses, se casaron y, con el andar del tiempo tuvieron ocho hijos: Pedro, Joaquín, Vicente Francisco, José, Mª Victoria, Santiago e Ignacio.
Los veranos los pasaban en Bagúr. Concretamente en Sa Riera, donde todavía se conserva la casa; pero, por razones del cargo del señor Pella, toda la familia tuvo que pasar una larga temporada en Sevilla. Las vacaciones de verano las pasaban en Punta Humbría (Huelva). Como era de esperar de él, el señor Pella no perdió el contacto con el mar y continuó practicando, junto con sus hijos, su deporte favorito: la vela.
En cierta ocasión, paseando por las atarazanas del puerto, vio un maestro de hacha portugués que trabajaba en la construcción de una quilla que le pareció muy adecuada para el alojamiento de su familia. Empezó a entablar amistad con el constructor y acabaron haciendo buenos tratos sobre el bajel en cuestión. A partir del día del trato cada tarde iba toda la familia a ver, con gran ilusión, cómo se iba perfilando todo. Finalmente quedó lista la embarcación y la bautizaron con el nombre de Norba. Al cabo de un tiempo regresaron a Barcelona y el Norba quedó amarrado en el puerto del Real Club Náutico.
La tragedia
Hacía un tiempo un tanto desapacible. Soplaba un garbí sin malicia, la mar estaba llana… Para los navegantes de vela se trataba de un día ideal. La familia propuso una pequeña excursión marítima. Como cada año por Semana Santa buscaban un lugar tranquilo para dejar el velero. Bagúr estaba demasiado lejos y, además, no tenía puerto. Aquel año decidieron ir a Blanes.
Siempre que hacían una salida de estas, se organizaban de tal manera que los cuatro hermanos mayores tenían que embarcar con el padre. La madre iba –por tierra– al lugar escogido, acompañada de uno de los hijos. Los más pequeños se quedaban en casa con el servicio.
Era el día 1 de abril de 1947, martes Santo. Cerca de las doce de la mañana cuando salían del puerto de Barcelona. Todos estaban contentos. En aquellos momentos todo iba viento en popa –nunca mejor dicho–. El objetivo era llegar a Cal Patacano de Blanes antes de que oscureciera.
Poco después de salir del puerto de Barcelona, el más pequeño, Pepus, se mareó y bajó al compartimento. Entretanto la mar se había encrespado un poco y era necesario que cada uno estuviera en su sitio de maniobra. El viento cada vez soplaba más fuerte y había decantado un poco el poniente. El patrón (el padre) decidió arriar alguna vela. Todavía no había acabado de ordenar la maniobra cuando una fuerte ventolera escoró el velero y precipitó al señor Pella al agua. Él, nadando, se acordó del pequeño y les dijo a los hermanos que fueran a buscarlo. Ellos, en medio de la desazón no podían atender todo el trasiego hasta que otro golpe de viento acabó por volcar el velero.
Se juntaron los cinco y cogieron a la tapa del cuartel de proa, que también había caído con ellos. Así, todos juntos, presenciaron como el Norba (su gran ilusión) se hundía con todas sus velas extendidas, hasta desaparecer en la profundidad oscura e impresionante de las aguas mediterráneas, delante de la costa de Mongat y Llavaneres, a unas tres millas de tierra, alrededor de las tres de la tarde.
Entonces comenzaría la gran tragedia. El más pequeño, Pepus, a causa del frio y el cansancio perdió el conocimiento. Entre todos lo colocaron sobre una tabla que lo sostuviera, pero vieron que el niño no reaccionaba y no tuvieron más remedio que rendirse a la evidencia: Pepus estaba muerto. El padre, haciendo esfuerzos gigantescos por sobreponerse y conservar la serenidad de todos, empezó a rezar el Santo Rosario mientras recordaba a la madre y los hermanos que esperaban en Blanes. No tardó mucho en ocurrir lo mismo con Francisco (a quien llamaban Quico), que seguía en edad mayor al pequeño. También lo guardaron con su hermano. Por orden de edad, de menor a mayor fueron cayendo: Potín y Pedro. Cuando murieron los últimos se quedó solo el señor Pella y no tuvo más remedio que abandonar los cuerpos de todos. Ya había oscurecido, y hacia una claridad de luna llena que le permitía dar una última mirada a aquel tesoro que se alejaba. Él quedaba a merced de las olas y las corrientes, afligido por el dolor.
Entretanto en Blanes todo era intranquilidad. Se pusieron en marcha todos los medios disponibles en la época, pero todo fue inútil.
El salvamento
Aquí me parece que lo mejor es dar preferencia al relato de Siset Pinyonero:
«Servía de marinero en el destructor de la Armada Española “Ulloa”, con base al puerto de Barcelona. Nuestro servicio consistía en vigilar la costa. Aquel día –no recuerdo la fecha– salimos en dirección norte. No sé qué hora debía ser, pero recuerdo que acababan de darnos el rancho del mediodía. A la salida del puerto encontramos un fuerte viento de poniente. A la altura del faro de Calella los 'serviolas' dieron el grito de ¡hombre al agua!. Se oían unos gritos de ¡socorro! casi imperceptibles por causa del fuerte viento que hacía. El señor Pella estaba a unos veinticinco metros de nosotros. Sujeto a la puerta de una escotilla, llevaba camisa blanca y los pantalones en la mano. Se le veía muy bien. Debía ser cerca de las tres de la tarde. Todo fue muy rápido. Los oficiales dieron la orden de desembragar y de bajar la 'ballenera'. El buque hizo un giro a la ballenera y ésta se acercó remando. Para subir al don Joaquín, como era bastante grueso, tuvieron que amarrarse y, todos juntos, pudieron izarlo a bordo. El náufrago estaba muy desfallecido y tenía los labios amoratados. Yo le dije a mi oficial: “A este señor yo lo conozco, tiene un balandro y, en verano está en Sarriera”. Inmediatamente lo llevamos a Barcelona. Al cabo de pocos días supimos que el señor Pella se había recuperado. Nos explicaron todo lo que había pasado. Su esposa había ido a la Comandancia para dar las gracias a toda la tripulación del destructor “Ulloa”».
Hasta aquí la narración obtenida de D. J.C. Riera. Que acompañamos de una reproducción de la primera página del citado órgano de la Centuria Roja, Inquietud, que dedica un piadoso y emotivo recuerdo a su camarada jefe de escuadra Pedro Pella Ferrer.
[1] En este caso se refiere a la Centuria Roja de las Falanges Juveniles de Franco, púes también hubo una unidad con el mismo nombre en las Milicias de FE de las JONS de Barcelona antes de la Guerra Civil.
[2] De veintidós, dieciocho, dieciséis y catorce años.