HUELLAS DE NUESTRO PASO

Las tiendas de escuadra.

El Frente de Juventudes creó un modelo específico de tienda de campaña para sus campamentos. Ese modelo, desde sus orígenes, se denominó “tienda de escuadra”, porque estaba diseñado para albergar en su interior, precisamente, a una unidad básica; es decir, seis individuos con sus correspondientes equipajes.

Artículo de La Razón de la Proa (LRP) de febrero de 2021, recuperado para ser nuevamente publicado en noviembre de 2023. Solicita recibir el boletín semanal de LRP.

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Las tiendas de escuadra.

Las tiendas de escuadra.


El Frente de Juventudes, inspirándose en algunas experiencias anteriores de diversos movimientos juveniles [1], consideró que el campamento era el lugar ideal para la mejor formación de los muchachos y, en consecuencia, puso todo su empeño en conseguir unas técnicas y unos sistemas ciertamente depurados que coadyuvaran a ese superior objetivo. Ni que decir tiene que algunos de sus procedimientos resultaron verdaderamente originales en diversos aspectos. Uno de ellos –y no precisamente de menor cuantía– fue la creación de un modelo específico de tienda de campaña para sus campamentos. Ese modelo, desde sus orígenes, se denominó “tienda de escuadra”, porque estaba diseñado para albergar en su interior, precisamente, a una unidad básica; es decir, seis individuos con sus correspondientes equipajes. Quedaba claro, pues, que con la creación de ese tipo de tienda se pretendía adaptar los medios a los fines. El fin era, lógicamente, que los seis miembros que formaban la escuadra convivieran íntimamente y se fomentara, en lo posible, el espíritu de camaradería.


La evolución de la tienda de escuadra

Pero hay que señalar que no siempre el modelo de dicha tienda de campaña tuvo la misma forma y prestaciones. En los primeros tiempos, cuando existía la O.J. (1937-1940), se tenía que utilizar el material de acampada buenamente disponible. En plena guerra civil y en los primeros años de la paz había que superar las carencias con ingenio y alegría. En esa época, los campamentos juveniles se tenían que montar con tiendas de distintos modelos por no contar con el material suficiente. Incluso existen fotografías que muestran tiendas cónicas, de clara factura militar, en aquellos campamentos de los comienzos.

Sin embargo, pronto apareció la clásica tienda de escuadra de diseño propio del Frente de Juventudes. En muchísimas imágenes de los primeros años 40 ya se la puede ver, con su blanca lona, formando círculos y rectángulos por múltiples parajes de la geografía española.

Las características de este modelo eran las siguientes: confeccionada con lona de color blanco, con la altitud suficiente para que en el centro de la tienda un individuo de estatura media pudiera permanecer de píe, se sostenía por tres palos ensamblados (dos columnas y un travesaño); sus partes se dividían en: trasera, con ventana y su cierre; faldones con pudridero; puertas delanteras con dos pequeñas ventanas provistas de rejilla de tela y cierres; piquetas, vientos y, además, dotada de las cómodas y útiles rejillas de madera para cubrir el piso y preservar a los acampados de la humedad del suelo y de los posibles efectos de lluvias torrenciales.

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Lo cierto es que la tienda de campamentos tenía un uso bastante regulado. En principio, la estancia prolongada en ella solo debía abarcar el tiempo de pernocta, desde la retreta hasta la diana. Aunque en algunas ocasiones, en el supuesto de tormenta, si no había otro lugar para guarecerse, se permitía la estancia en su interior. El resto de la jornada los acampados realizaban sus actividades al aire libre.

Como medidas higiénicas y de conservación, había que mantener siempre todos los faldones levantados, desde la primera hora del día hasta el toque de retreta. Cada noche antes de acostarse, o en caso de lluvia, excepcionalmente, había que aflojar los vientos de la tienda para que, al contraerse las cuerdas por efectos del agua, no se produjera la rotura de la lona.

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El orden interior y la limpieza eran fundamentales. Durante toda la jornada, hasta la hora de acostarse por la noche, los petates tenían que estar en perfecto estado de revista, lo mismo que las mochilas o equipajes de cada acampado. En la parte superior de la puerta se acostumbraba a colocar un artístico cartel con el nombre de la escuadra, aunque otras veces se ponía ese cartel con un pequeño poste próximo a la tienda. Incluso, en ocasiones –según el criterio del jefe de campamento–, se autorizaba a los acampados a construir pequeños parterres decorativos junto a la tienda, así como fresqueras, sombrajos, plateros u otras construcciones utilitarias.

Por el “parque” de material de campamentos del Frente de Juventudes pasaron, a lo largo de los años, diversos modelos de tiendas de escuadra. En los primeros tiempos (1937-1940), tal como se ha dicho, se tuvo que improvisar y echar mano del material vario disponible, pero pronto apareció el primer modelo de tienda exclusivo para los campamentos del Frente de Juventudes, el cual permaneció invariable hasta el año 1959. A partir de la siguiente campaña, ya hizo su aparición otro modelo muy distinto. En efecto, un buen día de marzo de 1960, en el vestíbulo del viejo edificio de la Delegación Provincial del Frente de Juventudes de Barcelona, se pudo observar un camión descargando material junto al gran almacén que estaba en el mismo recinto. Se trataba de unos grandes fardos de tela de color marrón oscuro que olían a rayos. Luego se supo que aquello eran las nuevas tiendas de campaña que se iban a estrenar en los campamentos de verano en la provincia de Barcelona; aunque en puridad se estrenaron en un campamento de Semana Santa celebrado en el emplazamiento de San Quirico de Safaja.

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Aquellas tiendas parecidas, por su tamaño, a las de escuadra, eran unos excedentes o restos de las que utilizó en su día el Ejército norteamericano en la guerra de Corea (1950-1953) y, en virtud de los acuerdos o tratados firmados por el Gobierno de España y el de los EE. UU., se le adjudicó a la Delegación Nacional de Juventudes un importante lote de esas diabólicas tiendas, pesadas y oscuras que, como se ha dicho, olían a rayos porque estaban impregnadas de brea para la conservación de la tela e impermeabilización; sin embargo, esa solución protectora hacia casi irrespirable el aire en su interior cuando se recibía el sol de lleno. No obstante, esas tiendas de origen estadounidense estuvieron poco tiempo en nuestros campamentos, porque el año 1964, en los emplazamientos de la provincia de Barcelona cuanto menos, ya volvieron las clásicas y alegres tiendas blancas que perduraron, prácticamente, una década más, si bien, a partir de 1974, ya incorporaban un amplio ábside que permitía el cómodo alojamiento de los equipajes y los movimientos de los acampados con mayor holgura.

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No sería hasta 1977, ya desaparecida la Delegación Nacional de la Juventud, en que aparecieron las tiendas de campaña de color calabaza o naranja, con armazón metálico, sustituyendo a los clásicos palos, e imitando en su diseño y estructura a las típicas y únicas  tiendas de escuadra del Frente de Juventudes.


Otra tienda de escuadra.

Todo lo dicho hasta aquí –como es evidente– solo hace referencia a las tiendas que en Juventudes se denominaban de "escuadra", y estaban diseñadas y construidas para campamentos fijos. Pero en la mencionada Institución también se realizaban marchas y campamentos volantes (itinerantes) y, lógicamente, había que buscar la solución para que los participantes en esa modalidad campamental también tuvieran asegurado su alojamiento para pernoctar. Esa necesidad hizo desarrollar el ingenio de los técnicos en la materia y, previo estudio de algunas experiencias habidas en los ámbitos castrenses, a principios de los años 40 se logró diseñar una tienda ligera capaz de albergar –aunque con cierta precariedad– a una escuadra. Se trata de la famosa (en su tiempo, claro) tienda de ponchos “modelo español”, confeccionada para prestar sus servicios en acampadas de corta duración. En realidad, se montaban al finalizar la etapa, para pernoctar y, al amanecer de día siguiente, ya se desmontaban para seguir la ruta.

Ese ingenioso modelo de tienda de escuadra, de lona ligera, se componía de seis piezas iguales, ensamblables entre sí, de tal forma que, uniendo todas sus partes y añadiéndole sus palos de sostén, podía ofrecer alojamiento a los seis miembros de la unidad básica. No disponía de rejillas para cubrir el piso, naturalmente, pero, cuando era preciso, por causa de lluvia fuerte, los acampados construían las llamadas “regatas” o “canalillos” para evitar la inundación interior. El hecho de que cada miembro del grupo cargara un poncho y parte de las piquetas y palos, cumplía con los principios de solidaridad y equidad y, además, facilitaba la disponibilidad de ese poncho para, en caso de necesidad, protegerse de la lluvia, usándolo a guisa de impermeable o chubasquero. Dadas las características y complejidad de ese modelo de tienda, solamente la utilizaban los afiliados de grados superiores, es decir, los cadetes y guías, quedando excluidos los flechas.


Las tiendas y los cantos.

Como es bien sabido, el cancionero del Frente de Juventudes es extenso y variado y, por lo tanto, no podían faltar algunas canciones entre formales y festivas que hicieran mención a tan importante elemento de sus famosos campamentos. Seguidamente señalamos algunas, de entre las más conocidas, que hacen referencia a la sufrida y alegre tienda de campaña:

  • Si madrugan los arqueros. Letra de Adriano Gómez Molina (1961): Es mi castillo la tienda donde habito, mi Rocinante es el viento del pinar…
  • Canción de la hermana lluvia. Letra de F. Riego Gómez (1963): …la tienda que es mi casa, de lluvia se llenó…
  • Tu horizonte. Letra de Julio Jesús Navarro (1984): Pon tu tienda en la montaña, cerca muy cerca del cielo…

Sin embargo, la canción festiva más popular que hace referencia a la tienda es de autoría anónima y se conoce con el título de Un flecha en un campamento, aunque algunos la denominan El flecha meón. En esa humorística canción se pone en evidencia al flecha miedoso que, por no salir de la tienda durante la noche, se hace pipí en la cama. Como no podía ser menos, ese tema hace las delicias de los niños en sus excursiones y, eso, precisamente, es lo que le ha permitido ser la canción más longeva y popular de cuantas se han cantado en los campamentos de Juventudes.


[1] No olvidemos que bastantes de los pioneros de campamentos del Frente de Juventudes procedían de los Exploradores de España.

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