MEMORIA
Sobre la falsa inyección a José Antonio.
Publicado en Gaceta de la FJA de FEB/2022. Ver portada de la Gaceta FJA en La Razón de la Proa (LRP). Recibir el boletín semanal de LRP.
Una mentira de Franco sobre el fusilamiento de José Antonio Primo de Rivera
Según Ramón Serrano Suñer (exdiputado de la CEDA y ministro del Interior durante la Guerra Civil):
«A Franco el culto a José Antonio, la aureola de su inteligencia y de su valor, le mortificaban. Recuerdo que un día, en la mesa, a la hora del almuerzo me dijo muy nervioso: “Lo ves, siempre a vueltas con la figura de ese muchacho” (se refería a José Antonio) como cosa extraordinaria, y Fuset acaba de suministrarme una información del secretario del juez o magistrado que le instruyó el proceso en Alicante, que dice que para llevarle al lugar de la ejecución hubo que ponerle una inyección porque no podía ir por su pie.” Y lo decía con aire de desquite bien visible. Yo con amargura –pues me dolía profundamente que persona a la que estaba sirviendo con afecto y lealtad pudiera recoger aquella despreciable referencia– y con energía negué que aquello pudiera ser verdad: “es mentira inventada por algún miserable, eso es imposible”. Otra persona que estaba en la mesa [obviamente, se trata de su cuñada, la esposa del dictador], por entonces especialmente afectuosa conmigo y agradecida a mi entrega incondicional, destempladamente, me dijo: “¿Y tú qué sabes, si no estabas allí?” “Pues porque lo conozco bien y tengo certeza moral, porque eso es un infundio canallesco”, contesté.» (Memorias, 1977).
Ningún historiador serio ha creído jamás que esta historia fuera cierta. Solo un autor tan desacreditado como César Vidal ha considerado que «no era inverosímil». Pero recientemente, un periodista, Julio Martín Alarcón, seguramente con ganas de llamar la atención a falta de otros méritos, escribe un artículo en El Confidencial (12-08-2021) con este título: El último chute de José Antonio: morfina, coñac y los yonquis de la Guerra Civil. De entrada y por su cuenta, añade lo de la morfina y coñac, ya que Serrano únicamente recoge «una inyección» sin especificar. Ximénez de Sandoval, aunque tampoco cree en el infundio, recoge, en su biografía apasionada del líder falangista, «que se ha dicho» que José Antonio pidió que «le suministrasen inyecciones de cafeína para no estar decaído en el instante decisivo». Lo cual tiene más sentido que una inyección de morfina. Como Ximénez no da la fuente de ese rumor, podemos asegurar que esta no puede ser otra que Serrano Suñer, autor del prólogo de la primera edición de su famoso libro.
¿Qué hay de cierto en lo alegado por el periodista?
En primer lugar, debemos señalar qué si el hecho hubiera sido cierto, los gubernamentales lo hubiesen hecho público por obvias razones. En cambio, no hay ningún testimonio de los que intervinieron en los hechos (caso, por ejemplo, del juez instructor, Federico Enjuto, que una vez huido de España, en 1938, relató el fusilamiento de Primo de Rivera a los medios franceses), o que tuvieran conocimiento de ellos por razón de sus cargo, que haya hecho jamás referencia al infundio del dictador (García Oliver, a la sazón ministro de Justicia, o Indalencio Prieto, también ministro, que se quedó con los papeles que José Antonio dejó en la cárcel, etc.). Creemos que este argumento nos exonera de justificar el valor personal de Primo de Rivera, acreditado reiteradamente a lo largo de su corta vida (solo haremos referencia a su testamento ológrafo, redactado el día anterior a su ejecución, con una escritura rectilínea y sin tachaduras, y que es un documento de un alto valor emotivo). El socialista Julián Zugazagoitia (ministro de la Gobernación durante la guerra y fusilado por los franquistas en 1940), escribe: «Cuando le llega su hora, su templanza es perfecta. Conversa con los hombres del piquete que ha recibido el encargo de ejecutar la sentencia» (Historia de la Guerra de España, 1940). El joven miliciano anarquista Andrés Gallego, que formaba parte del piquete de ejecución, arrojó el fusil al suelo diciendo: «¡Yo no mato a machos!»
En segundo lugar, debemos mencionar que no hay ninguna fuente directa que acredite lo que Franco le contó a su concuñado. Según relata Serrano, la fuente de Franco es el teniente coronel jurídico Lorenzo Martínez Fuset, que era el jefe de la Asesoría Jurídica del Cuartel del Generalísimo, encargado de revisar las sentencias de muerte y llevarlas a Franco para su firma. Según el dictador, la fuente de Martínez Fuset era el «secretario del juez o magistrado que le instruyó el proceso en Alicante». Es decir, se trata de una información de cuarta mano, que solo tiene el aval de Franco, porque ni Fuset ni el secretario del Juzgado de Instrucción nunca dejaron por escrito ni, al parecer, oralmente testimonio de lo manifestado por el Caudillo. En nuestra opinión, alguien miente. Creo que podemos descartar a Serrano (que no cree lo manifestado por Franco) y al teniente coronel jurídico (que no debía tener ningún interés personal en inventarse esa patraña). Quedan, por tanto, dos candidatos a embusteros: Franco y el secretario del Juzgado.
Empecemos por este último. ¿Quién era ese secretario? Se trata de Tomás López Zafra. Un personaje con sombras, que en 1948 fue declarado renunciante al cargo de secretario del Juzgado de Archidona, previo expediente por abandono de sus funciones (al parecer, había tomado prestado dinero del Juzgado para atender a su mujer enferma de cáncer). Ahora bien, López Zafra no le pudo relatar a Martínez Fuset nada relativo al fusilamiento de José Antonio, por la sencilla razón que él, como declaró en la Causa General, abandonó Alicante el 15 de noviembre y el líder falangista fue fusilado, como es sabido, cinco días más tarde. Tampoco es imaginable que se inventara el tal infundio, ya que –aparte de no ganar nada con ello–, según sus familiares, siempre admiró al fundador de Falange.
Por tanto, quien mintió descaradamente fue Francisco Franco.
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La muerte de José Antonio ha suscitado recientemente una controversia abierta a la duda, y debe aclararse.
- Publicado en Gaceta de la FJA, núm. 348, de septiembre de 2021, firmado por Miguel Hedilla.
- Serrano Suñer y Julián Zugazagoitia, amigo y enemigo de José Antonio. «De los amigos me guarde Dios que de los enemigos me guardo yo».
Viene a cuento la cuestión porque el digital El Confidencial publicó a mediados del pasado agosto un artículo, más bien una calumnia, firmado por un indocumentado llamado Julio Martín Alarcón, que tergiversa el libro de Serrano Suñer Entre el silencio y la propaganda, la historia como fue. Memorias, ya que le atribuye lo siguiente: «Para llevarle al lugar de la ejecución, hubo que ponerle una inyección de morfina porque no podía ir por su pie». Suñer remata la escena con la reacción de Franco cuando lo supo, que lo tildó de acto de debilidad y cobardía.
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