JOSÉ ANTONIO
La seriedad de José Antonio
Creo que José Antonio sí reía, se divertía sanamente claro –España alegre y faldicorta– en los ratos que tenia libres después de la suprema carga y responsabilidad de la Jefatura.
Publicado en Gaceta de la Fund. José Antonio (FJA), de marzo de 2024. Ver portada de Gaceta FJA en La Razón de la Proa (LRP). Solicita recibir el boletín semanal de LRP.
La emoción de la risa, junto con el llanto, es una de las que más caracteriza y diferencia al ser humano. Acompaña al mejor de nuestro estado de ánimo. Es una excelente tarjeta de visita. Aunque a veces puede ser falsa, hipócrita, sardónica, burlona…, o desbordada y totalmente libre y sincera, como sucede en los bebes y en los niños pequeños. San Agustín la consideraba –la felicidad– como expresión fundamental de las emociones y que pueden llevarnos a encontrar la existencia del Ser. También, en otro sentido, Martín Heidegger llegaba a la misma conclusión.
El tema ha sido muy estudiado e investigado por los grandes maestros y clásicos de la filosofía, antropología y la cultura (Darwin, Bergson, Joubert, D. Morris, Ekman y Friesen, Caro Baroja…). Aristóteles en el segundo libro de su Poética, según las fuentes ya trataba de la comedia o de las cosas risibles. Pero este tratado se perdió para siempre, quizás porque eso –se afirmaba entonces– distraía nuestra fe y hacia perder el miedo. Tema éste que centraba la trama de la novela, luego también obra cinematográfica El nombre de la rosa, que transcurría en una abadía benedictina (Umberto Eco y J.J. Annaud. 1980-1986).
Pero resulta curioso que dentro del terreno que representa nuestra Fundación José Antonio, y tras visionar decenas de material fotográfico sobre el Fundador, sólo he logrado encontrar algunas escasas representaciones suyas sonriendo o riendo abiertamente. Creo que las únicas conocidas corresponden al momento de alzar en brazos a un bebé, su sobrino Miguel. Es cierto que sus ojos expresan generalmente una cierta melancolía (mucho más evidente en su hermana Pilar), pero en casi todas las fotos publicadas sólo se adivina algún pliegue en su rostro o breve rictus de sonrisa, normalmente sorprendido en diálogo en plena calle al dirigirse a sus mítines o encuentros con camaradas. Al contrario, hay demasiadas fotografías y representaciones suyas con gesto serio, triste, reflexivo, categórico, imperativo, incluso colérico… Algo que también se observa prácticamente en todas las obras de arte donde su sereno semblante ha sido inmortalizado.
Evidentemente, su vida política y personal no fue un campo de rosas, sino un auténtico drama sociopolítico. Estuvo repleta de dificultades, persecuciones, agobios, traiciones, prisiones y finalmente rematada con un juicio y una sentencia inicuos y dictados a la carta por sus peores enemigos.
En el terreno del arte también es cierto que algunos tratadistas clásicos y manieristas, consideraban que las emociones desfiguraban el rostro y por eso los artistas de entonces trataban de idealizar y divinizar las fisonomías de los grandes hombres. Nuestro Goya, y posteriormente los artistas del siglo XX, ya se dieron cuenta –véase su retrato de la familia de Carlos IV– que ese tratamiento estético debería ser todo lo contrario. Era necesario humanizar a los personajes representados, no halagarles.
Adriano Gómez Molina nos descubrió a un José Antonio con gafas, Las gafas de José Antonio (Actas. 2003). Pero, salvo sus pinitos de poesía festiva, casi goliardesca, escritos incluso en servilletas de mesones y homenajes ¿no tuvo tiempo para divertirse? Creemos que si. Hay momentos lúdicos, captados por la cámara, en la celebre reunión del parador de Gredos, Historia Gráfica de la Falange (J.L. Jerez. Actas.2018). Recordemos sus famosas y periódicas "cenas de Carlomagno”, en el hotel Villa de Paris. Su variado ramillete de novias. Sus reuniones político-literarias en la Ballena Alegre (café Lyon. Luys Santa Marina. Hacia José Antonio). Incluso la forma innovadora y revolucionaria –casi futurista– de creación del Cara al sol, con un piano que tocaba el maestro compositor vasco Juan Telleria (que según comentaba mi antiguo jefe en TVE, J. M. Rincón, parece que a pesar de su gran difusión radiofónica apenas cobró derechos de autor), y con las diversas aportaciones de versos de un grupo de la escuadra de ”camaradas poetas” (Ridruejo, Miquelarena, Foxá…) en el restaurante vasco OrKompón.
Sin duda, se trata de uno de los himnos políticos más importantes de la historia del género. Al que después de 90 años, con el precedente de la versión pop de los setenta (*), aún surgen versiones que no le restan dignidad. Aunque le moleste e incomode al presidente del Gobierno, con la nada ingeniosa astracanada inclusión del himno de Falange en lo que el denomina la “fachosfera”, expresión esta que me recuerda a aquella otra antigua proclama franquista de la ”conspiración judeomasónica”. Todo ello define y contrasta con las bazofias festivaleras que ahora nos representan en Europa.
Creo que José Antonio sí reía, se divertía sanamente claro –España alegre y faldicorta– en los ratos que tenia libres después de la suprema carga y responsabilidad de la Jefatura. Por tanto, siempre tendremos la gran esperanza de que sí volverá a reír la primavera.
(*) Versión del cantante Ricardo Cerato, que me facilitó Javier Jato (hijo de nuestro veterano seuista David Jato Miranda) y a la que, por respeto a lo que representaba, me opuse en su día a que mis compañeros de programas musicales de TVE la emitieran. Aunque poco después usé un fragmento de la versión pop en nuestra campaña electoral de1979 de FE (independiente) en RNE.