LIBROS
“José Antonio, uno como nosotros”.
Una novela de Eduardo López Pascual, que versa sobre una supuesta anécdota ocurrida al llamado a José Antonio Primo de Rivera tras la ruptura de una fallida relación amorosa.
Artículo publicado en primicia en Sevilla info (15/JUL/2023), recogido posteriormente por La Razón de la Proa (LRP). Recibir el boletín de La Razón de la Proa
José Antonio, uno como nosotros
Hace poco llegó a mis manos a través de un amigo, un librito, y digo librito tan solo por su número de páginas: 99 en total, incluido un esplendido prólogo de José María García de Tuñón Aza y un preámbulo del propio autor, Eduardo López Pascual. La breve novela, pues como novela la califica el autor, versa sobre una supuesta anécdota ocurrida al llamado Ausente, el fundador de Falange, José Antonio Primo de Rivera, tras la ruptura de la fallida relación amorosa que mantuvo con el que se considera su amor de juventud, Pilar Azlor de Aragón y Guillamas, duquesa de Luna. Joven y bella aristócrata cuya familia no vería con buenos ojos las relaciones de su hija con el abogado y lider falangista, del que pensaban iba en contra de los intereses de gente como ellos mismos, de la monarquía y de sus privilegios en suma. A ella dedicó José Antonio estos bellos y románticos versos cuando ya su familia y la política los habían separado para siempre:
Todo está lleno de tu ausencia y tú no estás.
Estoy solo. Tiembla el silencio alrededor como un cristal.
Un reloj cuenta los segundos infatigable: tac, tac, tac.
Y hay como un estupor de muerte en su manera de contar.
De ese sillón junto a los libros sobra, a mi lado, la mitad.
Como opaca pupila muerta mira el espejo sin mirar.
Entre dicha anécdota y distintos recuerdos que evoca este José Antonio novelado, como los de otra relación con una muchacha que finalmente decidió elegir la vida religiosa sobre la mundana, o sus amoríos con la conocida como princesa Bibesco, se desarrolla la novela que nos deja la imagen de un José Antonio romántico, sentimental y no muy afortunado en amores. Y digo romántico a pesar que él mismo renegara de su propia sensibilidad, quizá para no aparentar debilidad ante sus fieles, con palabras como estas:
El romanticismo es una actitud endeble que precisamente viene a colocar todos los pilares fundamentales en terreno pantanoso; el romanticismo es una escuela sin líneas constantes, que encomienda en cada minuto, en cada trance, a la sensibilidad la resolución de aquellos problemas que no pueden encomendarse sino a la razón.
El encomiable empeño del autor (que se define como fiel seguidor del mensaje revolucionario del fundador de Falange, entendido en el sentido de que hablaba José Luis Aranguren: El deseo paulatino y permanente de querer cambiar las cosas) con esta novela, es el de rebatir la repetida maledicencia sobre la condición sexual de José Antonio Primo de Rivera.
Es verdad que la alocada e histérica izquierda nacional saca a pasear de tiempo en tiempo el fantasmón de un José Antonio homosexual en su intento de hacer caer la duda sobre su persona, también en los aspectos más íntimos de su ser.
Resulta estrambótico, a la par que infinitamente incoherente, que la misma izquierda que propicia normas como la ley trans y concede más privilegios y ventajas, así como prestigio social a cualquier genero distinto al heterosexual (digámoslo así pues así es hoy en día), utilice como ataque a un enemigo político la puesta en duda de su condición sexual.
Personalmente he de decirles que a mí me resultaría indiferente que José Antonio en lugar de ser como era, heterosexual, hubiera tenido tendencias homosexuales, pues lo que me importa de él, de su figura y su pensamiento, es la claridad de ideas, la lucidez y brillantez de su oratoria, el estilo que infundía a su persona y al ideario de la Falange que creó de la nada y, en suma, lo que inopinadamente descubrió en el exilio argentino una Rosa Chacel que, desde la izquierda, no tuvo más remedio que decir tras leer las Obras completas joseantonianas:
Dos cosas son increíbles; una que todo eso haya podido pasarme inadvertido a mí, en España, y otra que España y el mundo hayan logrado ocultarlo tan bien. Porque no me extraña que llegaran a matarle: estaba hecho para eso, para que después de muerto se haya hecho el silencio sobre su caso… era difícil y expuesto por la gran confusión en torno. Por el contrario, los gitanillos, las faldas de volantes, los toritos bravos y todo el puterío sublimado extendiendo por el mundo una España histriónica era vivificante para la cosecha de turismo. Es cierto que su simpatía por los fascismos europeos, tan macabros, le salpicó con el cieno en que ellos se enfangaron, pero leyéndole con honradez se encuentra el fondo básico de su pensamiento que es enteramente otra cosa. Fenómeno español por los cuatro costados…
Según José Manuel Martín Otin, “Petón”: alguien que tiene en su despacho los versos de Ruyand Kipling, ni se contradice ni se equivoca. Contaba yo en un anterior artículo llamado Kipling y la desesperación del té que el libro que contiene dicha frase proviene de lo que contó José María de Areilza en su libro de recuerdos Así los he visto: en una visita que este realizó al bufete de abogados de la madrileña calle Alcalá Galiano, donde José Antonio Primo de Rivera ejercía su profesión (entrevista encaminada a la intermediación que Areilza estaba realizando entre José Antonio y Ramiro Ledesma Ramos, que culminó con la fusión de los movimientos que cada uno de ellos lideraba y que dio lugar a Falange Española de las JONS). Éste le mostró con orgullo no disimulado un cuadro que enmarcaba el célebre poema de Rudyard Kipling, If, en inglés, que ambos leyeron y tradujeron al unísono. José Antonio subrayó la lectura de los renombrados versos diciendo: «Ese es mi recordatorio favorito que me acompaña en la áspera tarea de cada día». Parece claro que el que luego durante mucho tiempo fue llamado el Ausente, se veía definido e identificado por las estrofas del insigne escritor y poeta nacido en la India.
“…Si puedes hablar con multitudes y mantener tu virtud,
pasear con reyes y no perder el sentido común;
si ni los enemigos ni los queridos amigos pueden herirte;
si todos cuentan contigo, pero ninguno demasiado;
si puedes llenar el minuto inolvidable
con un recorrido de sesenta valiosos segundos.
Tuya es la Tierra y todo lo que contiene,
y —lo que es más— ¡serás un Hombre, hijo mío!”
El título del libro de Petón es El hombre al que Kipling dijo si, Y es una biografía “no autorizada” de José Antonio, desmitificadora pero guiada por la admiración y en la que hace un hincapié especial en la faceta galante y mundana de José Antonio, aportando abundantes datos de alguno de sus amores, y muy en particular, del que parece su gran amor de juventud, la referida Pilar Azlor de Aragón y Guillamas y, sobre todo, de su relación con la princesa Bibesco, esposa del entonces embajador rumano en España que, como vengo diciendo, también aparece en la novela aquí reseñada y que dedicó su novela “The Romantic” (La romántica) al líder falangista con estas palabras:
To José Antonio Primo de Rivera
I promised you a book before it was begun. It is yours now that it is finished.
Those we love die for us only when we die.
* Te prometí un libro antes de que lo hubiera comenzado. Ahora que está acabado es tuyo.
Aquellos a quienes amamos mueren para nosotros solo cuando nosotros morimos.
Que a sus ochenta y tres años el nacido granadino de Baza, Eduardo López Pascual, haya acometido la labor de seguir recordando y reivindicando la figura del inspirador de su vida, José Antonio Primo de Rivera, uno de los mejores hombres que ha dado España, que siguió a rajatabla las palabras de Kipling en el poema aquí recordado, que siga perseverando en rebatir tantas y tantas ignominias vertidas sobre la persona del fundador de Falange, es motivo de inmensa admiración; pero aún lo es más al leer estas deliciosas páginas evocadoras de otros tiempos y circunstancias que precedieron a tanta desgracia para nuestra patria: una guerra fratricida que dejó cientos de miles de muertos y una posguerra penosísima para tantos españoles, pero que el veterano autor relata con un espíritu sorprendentemente juvenil.