LIBROS
Es posible un mundo distinto
Zatoro, la novela de Miguel Argaya, encierra las razones de una verdadera y auténtica rebeldía contra lo establecido y dictado por la Modernidad y abre alternativas: es posible un mundo distinto.
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Zatoro, de Miguel Argaya.
- La excelente sinopsis y crítica llevada a cabo por José Manuel Cansino me impulsó inmediatamente a la lectura de Zatoro, novela con la que se estrena en esta género el prolífico Miguel Argaya. Fui recorriendo casi sin pausa sus páginas, cada vez más entusiasmado, pero no al modo como suelo acometer novelas, sino usando del lápiz para subrayar o añadir glosas al margen y del bloc adjunto para ir haciendo anotaciones.
El argumento puede parecer sencillo: una joven universitaria llega de vacaciones al pueblo de sus mayores, que, a partir de una especie de carta fundacional, se han empeñado en vivir desde unos parámetros ideales y con unas formas de convivencia que chocan con las que presiden la sociedad de nuestros días; el choque de estos dos modos de vivir y de ser ocasionarán un conflicto en la protagonista, que dará lugar a un largo proceso en mente y corazón, que se alarga hasta la última línea del epílogo. Esta trama, a simple vista, parece traernos los ecos de José M.ª de Pereda, pero el contenido va mucho más allá.
Para sintetizarlo en una frase, podríamos decir que encierra las razones de una verdadera y auténtica rebeldía contra lo establecido y dictado por la Modernidad y abre alternativas: es posible un mundo distinto.
¿Utopías? Miguel Argaya nos va llevando de la utopía a la realidad, pero manteniendo grandes dosis de aquella que es posible plasmar en esta; la utopía puede quedar en la insistencia en unas determinadas formas de organización, pero nunca en los valores que la sustentan; en terminología marxista, en la novela se insiste, ante todo, en la superestructura, que es capaz de generar una estructura eficaz, basada en la justicia, que demuestra su vigencia y eficacia.
Estamos, por lo tanto, en la defensa de unos valores y en la refutación de sus contrarios. Pero ello va mucho más allá de lo estrictamente social, político o económico, y profundiza en las claves esenciales para afrontar la relación con Dios, el amor, la amistad, la educación, los sentimientos del corazón que la razón no entiende y, especialmente, las razones de la inteligencia que acaso no entiende el corazón.
El autor vuelca en esta novela, de modo sorprendente e inesperado para el lector, todos los géneros, recursos y técnicas literarias, en un aparente desorden que va encontrando justificación a medida que se leen sus páginas. En primer lugar, hallamos las esperadas narración, descripción y diálogo, que nos van conduciendo en un desarrollo impecablemente cronológico, marcado por las tres partes del libro (presentación, nudo, desenlace… y epílogo imprescindible).
Intercalados, al modo de la primera parte de El Quijote, nos encontraremos con cuentos y novelas cortas –suficientemente justificados en la trama–, epistolarios, argumentación al modo de breves ensayos, poesía lírica, teatro…, con alguna concesión al neopopularismo; el realismo mágico, la distopía y la metaliteratura también tienen su lugar; sobre este contenido planean incesantemente Cervantes, Calderón, Danto y, especialmente, Miguel de Unamuno, que adquiere un papel decisivo.
En cada uno de los géneros, recursos y técnicas, el estilo de Miguel Argaya es claro y sencillo, de forma que, hasta las referencias al pensamiento filosófico o literario, se hacen comprensibles al lector medio, sin necesidad de una excesiva erudición.
Este entramado aparentemente complejo no obedece al capricho o a un rapto de genialidad, sino que va encontrando para el lector su lugar exacto y su motivo en la trama y en el mensaje que encierra, en ocasiones implícito y en otras abiertamente explícito.
Con referencia a las alusiones, no cabe duda de que muchos lectores se reconocerán, por ejemplo, en la frase solo vale quien sirve, que dice la veterana maestra a la joven protagonista; o en la insistencia contenida en el Compromiso de Zatoro en que todos participen en el concejo abierto del pueblo a través de las unidades naturales de convivencia –la familia, el vecindario y el lugar de trabajo–; incluso, a los más aventureros en su época juvenil no dejará de sonarles la entronización de la república de Omarambo dirigida por un gran megaduque.
Con todo lo expuesto, Zatoro es una lectura muy recomendable tanto a veteranos como a jóvenes que velan sus armas intelectuales en las aulas universitarias; a unos, puede darles más razones para su santa insistencia, y a los otros, abridles los ojos de la mente y del corazón para caminar por la vida.
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