MEMORIA
¿Honorabilidad de Companys?
El nacionalismo catalán parece venerar a este impresentable político al que ha elevado hasta la categoría de mito y abanderado de la libertad democrática cuando llevó a Cataluña, en dos ocasiones, al más sangriento y encarnizado estampido social.
Artículo recuperado de La Razón de la Proa (LRP), publicado el 15/09/2019. Recibir el boletín semanal de LRP (servicio gratuito).
La indignidad de restituir la "honorabilidad" de Companys
El Gobierno socialista del viajero y doctor Pedro Sánchez, ha restituido la dignidad de Companys como presidente de la Generalitat, el que el socialista Indalecio Prieto había dicho que estaba loco, «pero de encerrar en un manicomio».
Al mismo tiempo, Sánchez y sus ministros, ahora todos ellos en funciones, han rechazado y condenado la ejecución de Companys, pero no han dicho nada que, bajo su Gobierno, fueron asesinados, por ejemplo 47 periodistas con la complacencia o abierta y descarada ambigüedad de la propia Generalitat. Todos profesionales independientes o con líneas editoriales muy duras contra la deriva separatista, y cuyos nombres le será fácil al lector encontrar en las redes sociales.
Como prueba, lo dicho, por el conseller de Justicia, Per Bosc i Gimpera, que dirige al president de la Generalitat, el golpista Companys, el 10 de diciembre de 1938:
- Para que le dé el curso correspondiente, si lo estima procedente, adjunta le tramito la certificación librada por el Secretario del Tribunal de Espionaje y Alta Traición de Cataluña, deducida del rollo nº 109 del año en curso, instruida por el Juzgado Especial nº 1 del referido tribunal, por delito de derrotismo, espionaje y alta traición, que comprende el acta del juicio y la sentencia distada por el mismo, contra Just Urarte Durana y otros, por haber sido impuesta la pena de muerte a Josefa Arderius i Borrell, Soletat Codina i Arderius, Tomás Ferrer i Serra, Josep Ciscau Perelló, Salvador Gili i Sardà, Josefa Sitja i Teixidor, Lluis Ortiz i Estrada, Joan Bonet i Honeu, Ignaci Trias Feix, Carmen Taxonera Riera, Just Urarte Durán, Josefa Vergara i Espinosa i Mercè Vergara i Espinosa.
Ahora, el nacionalismo catalán parece venerar a este impresentable político al que ha elevado hasta la categoría de mito y abanderado de la libertad democrática cuando llevó a Cataluña, en dos ocasiones, al más sangriento y encarnizado estampido social.
Primero fue cuando en octubre de 1934 proclamó la República Catalana que dejó más de un centenar de muertos. Después vino la Guerra Civil donde Companys llegó a armar a las milicias anarcosindicalistas y convirtió la Ciudad Condal en un terror, siendo responsable de miles de muertos y con una línea, además, totalmente anticlerical.
«Hay que destruir la Iglesia y todo lo que tenga rastro de ella. ¿Qué importa que las iglesias sean monumentos del arte? El buen miliciano no se detendrá ante ellos. Hay que destruir la Iglesia», sería la consigna dada por Radio Barcelona el 20 de julio de 1936.
Desde entonces casi todas las iglesias fueron saqueadas y las imágenes quemadas. Recoge el sacerdote Gonzalo Redondo, en su libro Historia de la Iglesia…, y que en una entrevista que le hicieron a Companys, al preguntarle la posibilidad de reapertura del culto católico, contestó:
«¡Oh! Este problema no se plantea siquiera, porque todas las iglesias han sido destruidas».
Así, pues, Cataluña fue un claro ejemplo de la gran persecución contra los católicos en tan corto espacio de tiempo, principalmente a los cientos de asesinatos cometidos en las personas de sacerdotes, frailes y monjas. Entre ellos el obispo de Barcelona, Manuel Irurita; el obispo auxiliar de Tarragona, Manuel Borrás; y el obispo de Lérida, Silvio Huix.
Por su lado, Manuel Azaña, acusa a Companys, de haberle ido a ver para quejarse por la salida del vapor Buenos Aires, con cien deportados a Guinea. Companys estaba interesado en defenderlos, en hacerles creer al menos, de...
«...que no abandonan a los pistoleros de la FAI que tienen dominada a la CNT». «Pero, esa defensa y protección ⎼añade Azaña⎼, Companys y sus amigos no pueden hacerla descaradamente en las Cortes, porque descubrirían demasiado un juego que les perjudicaría en la opinión pública, y las Cortes se le echaría encima». Por ello, Azaña considera que Companys es una persona que no tiene demasiado talento y usa una duplicidad bastante grosera, que «el más torpe lo advierte enseguida».
En otro momento, el presidente de la República vuelve a referirse a Companys ⎼«que carece de inteligencia», según el periodista catalán, Josep Pous i Pagés⎼, porque no quiere ir a Valencia a reunirse con el presidente del Gobierno, Juan Negrín. Éste, por otro lado, está muy irritado porque el lendakari del Gobierno provisional del País Vasco, José Antonio Aguirre, estuvo en Barcelona, durante la Guerra Civil, y declaró que «no puede resistir que se hable de España». Estas cosas indignaron a Azaña que dejó escrito:
«Y si esas gentes van a descuartizar a España, prefiero a Franco. Con Franco ya nos entenderíamos nosotros, o nuestros hijos, o quien fuere. Pero esos hombres son inaguantables».
Y mientras tanto, lo he repetido, el Gobierno del doctor Pedro Sánchez a la vez que proclamaba su reconocimiento y la restitución de la dignidad de Companys como presidente de la Generalitat, sigue disfrutando al máximo las mieles del poder, habiendo pasado las vacaciones de verano, con toda su familia, en la finca de Las Marismillas, en el Parque Nacional de Doñana, para así seguir haciendo turismo a costa de los impuestos de todos los españoles. Sin olvidar que las últimas vacaciones navideñas las pasó, él y toda su familia, en la residencia de La Mareta, la mansión ubicada en la isla de Lanzarote y que el rey Hussein regaló a don Juan Carlos en 1989, y que el entonces rey de España cedió a Patrimonio Nacional. Esto es como, al parecer, entiende este socialista el reparto o el disfrute de la riqueza al mismo tiempo que se olvida de los más de tres millones de parados que tenemos en España.