ARTÍCULO DEL DIRECTOR
Apostillas a noticias de actualidad
I. Echar arena a los cojinetes: sobre las medidas-estrella que anunció el presidente Sánchez.
II. La carne, el ecologismo y la vida: sobre la cobertura mediática interesada de declaraciones del papa Francisco.
Apostillas a noticias de actualidad
I. Echar arena a los cojinetes
Resulta que, sin querer, voy a estar de acuerdo, en la teoría, con alguna de las medidas-estrella que anunció el presidente Sánchez en el debate del estado de la Nación, tales como gravar con un impuesto temporal, aplicado a los beneficios extraordinarios en esta época de crisis, a las eléctricas y a los bancos. Dicen que estas propuestas recogen las de sus socios podemitas en el Gobierno; bueno, ¿y qué? Sigo estando de acuerdo, aunque sepa que son la contrapartida para que Unidas Podemos transija con el aumento del presupuesto de Defensa que ha exigido Biden, vía OTAN.
La dificultad va a ser encajar estas medidas en la práctica, quiero decir en el marco de la pura y dura economía de mercado, en el seno del sistema capitalista globalizador. La caída de las bolsas, inmediata al anuncio de Sánchez, no augura precisamente efectos saludables. Además, las entidades financieras y las energéticas objeto de estas medidas (calificadas unánimemente por las derechas como populistas) no tardarán en descargar sobre los usuarios y clientes la probable disminución de sus arcas.
La única alternativa sería acometer inmediatamente otra serie de medidas, mucho más enérgicas y profundas, tales como la nacionalización del crédito y de los servicios energéticos (que no es equivalente a estatalización). Pero ya sabemos que, como dice el refrán, lo mejor es enemigo de lo bueno, y, en el marco mundial, con este sistema, sería inconcebible que un gobierno de una nación sumisa llevara a cabo lo que sería considerado como una auténtica locura y que colocaría a España en la diana de las sanciones de los poderes mundiales, con más encarnizamiento que a Polonia y a Hungría, por ejemplo, en otros temas de calado.
No obstante, humildemente, me confieso predispuesto a esa vía resolutiva, y la suscribo, no como votante del PSOE ni, mucho menos, de Podemos, sino como joseantoniano. Hablemos del tema y abramos, así, la polémica…
José Antonio Primo de Rivera, en su época, estaba convencido de que se estaban cumpliendo inexorablemente las previsiones de Carlos Marx sobre el capitalismo, que culminarían en su autodestrucción; como él, muchos pensadores y políticos europeos participaban de estas creencias. Su propuesta era, ya lo sabemos todos, adelantarse a la Revolución comunista como resultado de esta autodestrucción y acometer la Revolución nacionalsindicalista, que afirmara los valores espirituales y recogiera los gérmenes de un orden más justo. Pero no meramente por cálculo estratégico, sino porque desmontar el capitalismo es una alta tarea moral.
A las medidas cautelosas y puramente reformistas, dentro del sistema capitalista, las comparó a conservar una máquina y distraerse echándole arena en los cojinetes.
Claro que la cita es de noviembre de 1934, y el mundo ha dado muchas vueltas desde entonces; el sistema capitalista no se ha autodestruido y ha adoptado nuevas formas; sus crisis periódicas confirman su solidez, toda vez que ha conseguido que los individuos y los pueblos viven y piensen dentro de la mentalidad capitalista. El marco social, a diferencia del de los años 30 del siglo pasado, no es en absoluto revolucionario, y tanto el trabajador, como el empresario, y no digamos el especulador y su aliado el político, viven en una atmósfera nada propicia a las transformaciones radicales.
¿Hemos de dejar de plantearnos alternativas revolucionarias y debemos conformarnos con proponer rectificaciones puntuales y paulatinas que vayan transformando este sistema todopoderoso en otro más justo? Dejo aquí la palabra a los economistas y a los estrategas de la política, entre los que no incluyo, por supuesto, a Sánchez y a sus aliados.
En todo caso, el planteamiento rectificador debe ser de ámbito europeo, no exclusivamente de una nación como la nuestra, supeditada a los intereses internacionales. ¿Y existen en Europa quienes compartan la idea de que esa rectificación necesaria obedece, no solo a razones económicas, sino morales?
II. La carne, el ecologismo y la vida
De esta segunda parte no puedo garantizar su plena exactitud; puede, así, que esté hablando o escribiendo a boca de ganso, pues mi comentario procede de sueltos leídos en la prensa; y ya sabemos que los medios resaltan solo lo llamativo, de forma extrapolada, sin hacer alusión al contexto, y silencian aquello que no es grato a sus mentores.
Hecha esta salvedad, comento que me llamaron la atención los titulares que afirmaban que el papa Francisco (en realidad, Bergoglio, puesto que no hablaba ex cátedra como pontífice de la Iglesia católica), había aconsejado a los jóvenes participantes en la Conferencia Europea de la Juventud, en Praga, que comieran menos carne, para salvaguardar el planeta,
Sabemos de sobra la vocación ecologista de Bergoglio, que lo asemeja (con perdón y salvando las distancias) a las estupideces de Garzón, diz que ministro del Gobierno español, aquel que se propuso arruinar la ganadería nacional. Esa vocación del monseñor argentino lo llevó a una confusa ceremonia donde presidía la Pachamama, como personificación divinizada de la Tierra.
Sin embargo, no he encontrado titular o noticia alguna de una declaración de Bergoglio sobre la propuesta del Parlamento Europeo para consagrar el aborto como derecho fundamental.
La enormidad de este silencio (o del desconocimiento por mi parte, repito) me ha llegado al alma. El ecologismo se propone salvaguardar la naturaleza frente a los abusos. Santo y bueno. La llamamos Creación los cristianos, y el ser humano forma la parte esencial de esa Creación, puesto que, según dice la Biblia, fue creado a imagen y semejanza de Dios.
También sabemos que existe un ecologismo radical, que, en nueva versión de la anacrónica lucha de clases, enfrenta al hombre a la naturaleza, y toma partido por esta frente a aquel; los antinatalistas forman la vanguardia de esa aberración, y les siguen a la zaga los autodenominados como animalistas y algún vegano despistado.
Que el papa Francisco dé prioridad a estos asuntos en su alocución a unos jóvenes y en ningún modo a la defensa de la vida del nasciturus es, por lo menos, preocupante; y me parece una auténtica enormidad, que ni la tradicional y maquiavélica diplomacia vaticana puede atenuar.
¿Cuántas homilías hemos escuchado recientemente los creyentes que nos hablen de este tema?
También la oposición al aborto ⎼y la consecuente e imprescindible atención a las madres y a la familia⎼ constituye una alta tarea moral, y no solamente por motivos demográficos o económicos. El negocio del aborto, por otra parte, forma parte del entramado capitalista, como solo los ignorantes desconocen.
En este punto, no valen las interpretaciones ni las excusas por razones coyunturales, ni el paso del tiempo y los grandes cambios que ha experimentado nuestro mundo pueden dar lugar a considerar que ha caducado la defensa de la vida humana, desde su concepción hasta la muerte.
La conciencia europea debe imponerse también en este tema. Y, por mi parte, no cedo en absoluto la palabra a los teólogos.