OPINIÓN | ECONOMÍA
El hambre de tierra chino.
La participación del país asiático en el mercado agroalimentario es principalmente importadora: China dispone del 7% de las tierras arables del mundo pero tiene que alimentar a casi el 20% de la población mundial.
Artículo publicado en primicia en el digital La Razón (Andalucía) el 21/12/2020. Enviado posteriormente por su autor a la redacción de La Razón de la Proa. Recibir actualizaciones de La Razón de la Proa (un envío semanal).
El hambre de tierra chino
China dispone del 7% de las tierras arables del mundo pero tiene que alimentar a casi el 20% de la población mundial. Lo anterior se agrava por la crisis del agua, provocada por la sequía, la desertificación y la contaminación de los principales ríos de China. Además, el desarrollo económico chino ha permitido mejorar la dieta de sus habitantes.
Si hace más de dos décadas, un ciudadano chino comía unos 25 kilos de carne al año, en la década actual ya había subido a los 54 kilogramos. China no sólo necesita alimentar a sus habitantes, también al ganado que permitirá abastecerles de carne.
Garantizar el abastecimiento de los requerimientos alimenticios chinos es sólo parte de su estrategia comercial internacional. También lleva trabajando décadas para garantizar el aprovisionamiento de recursos energéticos y minerales y, a la par, sustituir su consumo intensivo de carbón, base de su sistema de generación eléctrica. En el mismo sentido, China ha afianzado su expansión comercial no sólo hacia Europa con las nuevas rutas de la seda, sino también por el resto del Planeta.
El último avance ha venido de la mano del acuerdo con la Asociación Integral Regional (RCEP) que la convertía en el espacio mayor del mundo de libre comercio. La alianza, explica el profesor José Luis Orella, agrupa a quince países, los diez de la ASEAN (Asociación de Naciones del Sudeste Asiático): Vietnam, Tailandia, Singapur, Indonesia, Filipinas, Malasia, Myanmar (Birmania), Camboya, Laos y Brunéi; y las principales economías desarrolladas de área asiática y del Pacífico: Japón, Australia, Nueva Zelanda y República de Corea del Sur.
La participación de China en el mercado agroalimentario mundial no es, sin embargo, exclusivamente importadora sino principalmente importadora. Es el séptimo exportador y el segundo importador mundial de productos agrícolas. El gigante asiático es un exportador sistémico. Su economía depende crucialmente de que el resto del planeta siga comprando productos «Made in China». Según la profesora argentina Sol Mora, más de 1.300 empresas agrícolas, forestales y pesqueras chinas registran inversiones en más de cien países. La acción para garantizar el abastecimiento agroalimentario por parte de China tiene varios focos de interés.
En Hispanoamérica, la mayor expansión se ha desarrollado en Argentina en torno al cultivo de la soja. La potencia asiática importa el 80% de su consumo de la oleaginosa que es empleada como aceite y forraje. En el caso concreto de Argentina, China compra el 88% del total de sus granos de soja, el 30% de las semillas, el 64% de la carne, el 34% del pollo y el 12% de la pesca. Inicialmente, la actuación de las empresas chinas en Argentina estuvo orientada a la adquisición de tierras para su posterior puesta en regadío. Para este tipo de actuaciones, las empresas chinas cuentan con el respaldo del Banco de Exportaciones e Importaciones de China (Eximbank) y del Banco de Desarrollo de China (CDB).
La adquisición directa de tierras fue frenada por las autoridades argentinas provocando un cambio de estrategia. La Corporación Nacional China de Cereales, Aceites y Comestibles (COFCO, por sus siglas en inglés), la mayor empresa de procesamiento y comercialización de productos alimenticios de China, compró el 51% del paquete accionario de Nidera Argentina SA y el 51% de Noble Agri, la rama agrícola de Noble Group. Dos años más tarde, se hizo con el 100% de esas empresas.
La historia no acaba ahí. En 2017 COFCO vendió sus participaciones a multinacional suiza Syngenta. Ese mismo año Syngenta fue comprada por China Chemical National Corporation (ChemChina) la mayor adquisición por parte de una empresa China de una empresa extranjera en la historia. Las inversiones chinas en la agricultura internacional se extienden a Brasil, Sudán, Filipinas y Madagascar, entre otros destinos. En algunos casos, como en Sudán, las prácticas han sido denunciadas como ejemplo de robo de la tierra o «grab land», pero en la práctica demostrar esto no es tan sencillo.
Entre los éxitos de la de Unión Europea debe contarse la Política Agrícola Común (PAC); una política que sufre de no poca cicatería por parte de algunos estados miembros a los que vendría bien ampliar su ángulo de visión analizando la estrategia china en esta materia. La PAC protege a Europa de un eventual colapso en el suministro alimentario.
Más allá, de la cuestión agroalimentaria la opinión pública occidental se muestra refractaria a reconocer el gran dilema que supone que la segunda potencia económica mundial es la de una nación autoritaria a la que la democracia liberal le resulta ajena.
Esta potencia, de la que Occidente depende tanto como la propia China de Occidente, está imponiendo unas relaciones laborales y de producción a gran parte del planeta que no resisten comparación alguna con las nuestras. Casi nadie quiere ver esto como tampoco se quieren levantar los campos de la China interior, en cuyas entrañas anida el mayor feminicidio de la historia de la Humanidad.