OPINIÓN | ACTUALIDAD
Hoy sin Primavera (I)
Hoy sin Primavera
Tiempo habrá de cantar cuando amanezca, cuando vuelva el guerrero a su cabaña, en los jardines crezcan los rosales, y en los cielos sonría la esperanza.
Gonzalo Pulido
Me pongo a escribir sin ninguna ilusión, y con cierta premura porque el presente ya es pasado, y quizás con la única intención y resultado de que quede constancia de que al menos yo acuso, porque muchos se merecen el aplauso pero otros sólo mi condena.
Es 25 de marzo y el calendario marca que acaba de despuntar la primavera. El gobierno sigue anunciando que se van a empezar a repartir mascarillas y los test rápidos para detectar infectados por el coronavirus o Covid-19, como gusten. Hoy ya hay oficialmente 47.610 casos, pero los científicos coinciden en calcular que sin detectar la cifra hay que multiplicarla por entre 6 a 10.
El 31 de enero se detectó en España el primer contagiado, un alemán que pasaba sus vacaciones en La Gomera. Han transcurrido 11 días desde que se decretó el estado de alarma y casi 3 meses desde que se tuvo conocimiento del primer caso en China.
Voy a fijarme en unos pocos aspectos “gruesos” que por ser públicos y notorios me eximen de mayor demostración:
- Se alentó a participar (y de hecho miembros y miembras del mismo Gobierno participaron activamente) en todas las manifestaciones feministas del 8 de marzo que se habían convocado en todo el territorio nacional. Todo un éxito no cabe duda, porque resultaron multitudinarias.
- La inexistencia de controles para tomar la temperatura a los viajeros de cualquier índole que entraban en España.
- La casi total falta de equipos de protección contra el contagio como mascarillas y test, que deberían ser aplicados de forma urgente y antes que a nadie al personal sanitario y cuidadores de ancianos en residencias y de atención domiciliaria, junto con las fuerzas del orden. Hay ya varios fallecidos en la Guardia Civil y casi 6.000 sanitarios infectados, que representan aproximadamente el 14 % del conjunto de enfermos.
- La escasez aguda de equipos sanitarios para las UCI de los hospitales, como aparatos respiradores, batas y guantes.
- La inexistencia de medidas preventivas y restrictivas antes de la declaración del estado de alarma y la exigencia a la población del confinamiento.
- La fecha del confinamiento mismo, que se decretó cuando ya superábamos en 15 veces el índice de contagio detectado, comparado con China cuando adoptó la misma decisión.
- La tardanza en la movilización de los activos humanos de nuestras Fuerzas Armadas y del personal sanitario complementario, para múltiples y necesarias tareas de ayuda, vigilancia, transporte o desinfección, por citar sólo algunas.
- El "ejemplo" dado por uno de los varios vicepresidentes/as que tenemos, al saltarse la cuarentena, además con reiteración y a la vista de todos, sin que mereciera el más mínimo reproche de sus colegas.
- El caos organizado entre Gobierno central y comunidades autónomas por la danza entre competencias centralizadas y descentralizadas, unas veces de una forma para pasar a otra y finalmente al todo vale ante el desastre en los resultados.
- Y termino ya, la falta de cualquier previsión ante catástrofes de cualquier protocolo de actuación, aunque fuese meramente teórico, que produce una sensación ante la ciudadanía de ir siempre detrás, poniendo parches a heridas ya abiertas y por tanto de enorme incertidumbre y desconfianza, más allá de que por fuerza alguna vez “vamos a llegar al pico”. Toma, claro, faltaría más. Y mientras, a resistir.
Estos son sólo diez ejemplos cogidos al vuelo, pero muy ilustrativos, que me permiten atreverme a seguir escribiendo. La culpa es la omisión de la conducta para prever y evitar un daño sin que naturalmente concurra intención para ello.
Tiene su origen en la existencia desde un leve descuido (y da lugar a responsabilidad civil) hasta una grave negligencia (y entonces se considera delito). Se manifiesta por la imprudencia, la negligencia, la impericia o la inobservancia de reglamentos, protocolos o deberes.
Basado en el Derecho Romano, Las Partidas o el Código Civil de Napoleón, se ha venido tomando por nuestra Jurisprudencia como fiel de la balanza para determinar el grado de culpa el concepto de la diligencia de un buen padre de familia”, concepto que sin duda –como he dicho– viene de un tiempo pretérito y que el mismo Gobierno al que he venido haciendo referencia –nuestro Gobierno– dedicará gran esfuerzo y tiempo, ocupación y preocupación para que sea actualizado, pues entre otras encomiendas para ello se creó el Ministerio de Igualdad. Aunque después de lo que estamos sufriendo quizás de momento vean más necesario que alterar el concepto de padre de familia, remozar por su propio interés el concepto de diligencia, pues aquí mejor también, todos iguales.
Doy por sabido por todos que si el grado de culpa civil o penal, y su existencia, lo determinan los jueces, la culpa política la determinan los votos, y aunque no sepa mucho de salud ni de economía, de manejos políticos nuestro Gobierno sabe mucho, y también sabe que el tiempo lo cura todo, o casi todo, y pensarán o por mejor decir tramarán, que será cuestión en su momento de dirigir a un pueblo ordenado y acrítico en la dirección adecuada.
Y por supuesto, que se vaya preparando Trump con la que le va a caer encima. Al menos en un entorno librepensador pero exigente y socialmente verdaderamente comprometido, espero que los pocos ejemplos que he citado no se olviden fácilmente, pues es verdad que el coronavirus va a alterar, aunque no sepamos cómo, esquemas que parecían inamovibles (salvo catástrofe que no iba a ocurrir nunca en nuestra sociedad del bienestar) y que el pensamiento único ha venido utilizando, pero esto ya es otra historia por venir.
En nuestro sistema legal, y con la única salvedad, totalmente injusta pero quizás justificada del Rey (de los reyes), de forma excepcional no se puede exigir responsabilidad al que sufre una anomalía o alteración psíquica que le impida comprender lo que hace y a los que se enfrentan a situaciones imprevisibles (el caso fortuito),...
...o que siendo previsibles no se puedan evitar (la fuerza mayor) estando en la voluntad hacerles frente o mitigar sus consecuencias. Tampoco a los muertos. Son supuestos que en el grado exigido no parecen que sean aplicables al caso.
Ni el mismo Doctor Fu Manchú de mis películas juveniles (era un perverso chino, con coleta, que había descubierto un virus asesino), habría encontrado para sus argumentos mejores aliados que la imprevisión y la negligencia.
Muchos españoles, por ahora nada menos que 3.434, no van a poder disfrutar de la primavera. Y para los demás, la próxima quizás no traiga consigo la esperanza sino la amargura, pues aunque es verdad lo que dijo en uno de sus poemas Pablo Neruda: podrán cortar todas las flores pero no podrán detener la Primavera, no me negaría don Pablo que sin flores no es lo mismo, y las están arrancando a puñados.
Hay que esperar que no todos se conformen con resistir pasivamente, aunque no es poco. Mucho me temo que cuando alguien alcance a leer estas letras ya se habrán quedado cortas.
Con mis deseos de salud y de esperanza, hay que resistir hasta la Primavera.