OPINIÓN | ECONOMÍA
La ingenuidad llevará al fuego
Sin llegar de momento a lo de estado fallido sí se asienta la idea de que España camina hacia una democracia 'iliberal' en la línea en la que la UE reprocha a Polonia y a Hungría.
Publicado en primicia en La Razón (sección Andalucía) 19/10/2020.
La ingenuidad llevará al fuego
Andaba yo hace años esperando un autobús en la zona universitaria de la ciudad sueca de Lund cuando entablé conversación con un lugareño. Este, recién regresado de unos años trabajando en la Costa del Sol, me confesó que nunca llegó a entender la flema con la que su jefe le respondía a sus avisos de que había que adaptar el negocio a tal o cual normativa. Su respuesta, replicada con logrado acento andaluz, era “no te preocupes; no passsa náaaaa”.
Esa flema parece estar en el inconsciente de los españoles cuando nos confiamos en que actos tales como promover una reforma del CGPJ en la misma línea de Polonia, que ahora está bajo investigación por la UE, no pondrá en peligro la aprobación de los fondos de recuperación europeos a cuya llegada parece que lo hemos fiado exageradamente todo. Todos –pues la política no es otra cosa que un reflejo de la sociedad- parecemos estar reconfortados en el “no passsa náaaaa” ya que, en definitiva, España es demasiado grande para dejarla caer; es la cuarta economía europea y la UE tragará con nuestras condiciones porque si cae España cae toda la UE.
Visto desde fuera sí pasa algo que no es poco, que no es tranquilizador y que es un buen argumento para desarbolar los proyectos españoles y reducir su financiación. En los últimos seis años España ha ejecutado 19.000 millones de euros de fondos europeos. ¿Alguien puede creerse que van a ejecutar 27.000 millones en 2021 como se ha anunciado? Cualquiera que sepa cómo funciona Bruselas sabe que los criterios de la Comisión Europea para aprobar ayudas son muy estrictos.
Tres opiniones bien elegidas sirven para dar idea de que en Bruselas están muy lejos de comprar el “no passsa náaaaa”.
Friedrich Leopold Sell, profesor de economía en la Universidad Bundeswehr de Munich, publicaba en el Neue Zürcher Zeitung (el periódico más influyente de Suiza) ¿Es España un “Estado fallido” y cómo debe tratar la UE a ese miembro? Su respuesta fue que la situación es políticamente demasiado inestable y recomendaba más bien al Banco Mundial o al FMI para identificar primero proyectos significativos que merezcan apoyo.
Benoît Pellistrandi, historiador e hispanista francés, publicaba en la web del “think tank” francés Telos, el artículo ¿España fracasada? destacando, entre otras cuestiones, que España ha sido incapaz de organizar una solidaridad inter territorial señalando como ejemplo que sólo dos enfermos han sido trasladados del hospital de una comunidad a otra en las dos oleadas de la pandemia.
El golpe más duro lo ha asestado el artículo-editorial de Hans-Christian Rößler España en la gran crisis en la portada del influyente periódico alemán Frankfurter Allgemeine Zeitung. El autor concluye que “el Fondo de Reconstrucción de la UE prevé para España alrededor de 140 mil millones de euros, siempre y cuando los fondos se movilicen en 2021. Pero hasta ahora, a España le han faltado la perseverancia, unidad y eficiencia que requiere semejante hazaña”.
Sólo una de las voces anteriores sostiene que España se ha convertido en un estado fallido lo que nos dejaría fuera de cualquier estándar de solvencia que justificase una entrega internacional de fondos. En rigor, sin embargo, desde un punto de vista comparado lo de que España es un estado fallido es una exageración; carece de rigor pero sirve para legitimar el discurso independentista en el exterior donde el gobierno del PSOE-UP sigue tan dimitido de contrapesar este mensaje como cuando Rajoy dejó esa tarea en manos de la Secretaría de Estado de Comunicación que permaneció completamente muda ante el despliegue de “fake news” del golpismo secesionista.
Pero, sin llegar de momento a lo de estado fallido sí se asienta la idea de que España camina hacia una democracia iliberal en la línea en la que la UE reprocha a Polonia y a Hungría. Tan es así que el primero de estos países formuló la pregunta inmediatamente de anunciarse la pretendida reforma del CGPJ de si los argumentos usados por la UE para abrirle expediente se aplicarían también a España de poner en marcha esta medida que, por cierto, se corresponde con lo previsto en la fallida Ley de República Catalana.
¿No passsa náaaaa? ¿El maná de Bruselas llegará porque España es una economía sistémica dentro de la UE? Esto es desconocer lo que ahora se cuece en las instituciones comunitarias. Para que las ayudas se activen se necesita que las apruebe el Parlamento Europeo y ahora hay una fuerte disputa entre éste y el Consejo Europeo. El segundo no parece dispuesto a rebajar la cifra que aprobó en junio (marco presupuestario para 2021-2027 de 1.074 billones de euros más el paquete de recuperación de 750 mil millones) y el primero quiere rebajarlo. Además, y esto es determinante, el Parlamento Europeo quiere volver a poner sobre la mesa el condicionamiento a Polonia y Hungría para que sólo reciban los fondos si cumplen con las exigencias de retirar parte de sus reformas legales, alguna de las cuales va exactamente en la misma línea de la impulsada por PSOE y UP para reformar la elección de miembros del CGPJ.
Junto a la tardía pero gran reacción de la sociedad civil española y el discurso del Rey el 3 de Octubre de 2017, el sistema judicial fue el único dique de contención frente la as arremetidas anticonstitucionales del separatismo. Por eso junto con la Jefatura del Estado, son las instituciones básicas que toda dinámica iliberal necesita dominar, y en el caso de la monarquía, destruir.
Sorprende que siquiera por un interés de supervivencia, empresas y trabajadores no pongan freno a este proceso de deconstrucción que pone en riesgo fondos para la reactivación económica y para financiar las prestaciones por desempleo o ERTE. En el caso de las empresas multinacionales es como si se hubiese apoderado de ellas una suerte de ingenuidad sistémica que les hace pensar que los rebrotes indigenistas se detendrán en el derribo de estatuas de Colón sin llegar nunca a incendiar las oficinas del Santander o del BBVA en Hispanoamérica. Están equivocados; el “no passsa náaaaa” hizo regresar a su país a aquel trabajador sueco y probablemente evite que un buen número de proyectos españoles alcancen financiación en Bruselas.