AULA | CONTROL SOCIAL
Políticos con superioridad moral
En psicología, la auto-atribución de la superioridad moral, bien sea individual como grupal, se atribuye a un mecanismo inconsciente mediante el cual se trata de compensar un sentimiento de inferioridad.
- La supremacía y el proselitismo político son los dos principales patógenos sociales de los que nos debemos proteger para salvaguardar nuestra libertad de pensamiento.
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Políticos con superioridad moral
No es necesario –contar con pelos y señales– qué partidos del espectro político se atribuyen una superioridad moral para opinar de forma dogmática en materia desigualdad económica, social y progresos en el ámbito sociocultural.
Esta auto-atribución no deja de ser una táctica de manipulación social destinada a monopolizar ámbitos sociopolíticos, con los que se presentan a la ciudadanía como verdaderos y únicos garantes de los mismos.
La citada superioridad moral va inherente a una autoridad utópica que sus políticos utilizan de forma altiva en sus programas electorales, y para enmendar revulsivamente a sus rivales ideológicos, ahora enemigos.
Mensaje reiterativo, que han logrado instaurar, sin cuestionamiento posible, en el ideario de un sector de la población, aunque sin evidencia alguna, más bien todo lo contario, ya que como dice el refranero español: Del dicho al hecho, hay un trecho.
Estamos hablando de partidos políticos cuyas siglas tienen un pasado histórico, o en su defecto las ideologías que defienden, están vinculadas a hechos pretéritos y presentes execrables e incómodos para sus programas electorales.
Aunque, en palabras de Isaac Asimov: Negar un hecho es lo más fácil del mundo. Mucha gente lo hace, pero el hecho sigue siendo un hecho.
Llegado a este punto es cuando, para entender el motivo de la citada superioridad moral, hace falta recurrir a las ciencias de la conducta.
En psicología, la auto-atribución de la superioridad moral, bien sea individual como grupal, se atribuye a un mecanismo inconsciente mediante el cual se trata de compensar un sentimiento de inferioridad. Para sintetizar lo expuesto podemos recurrir al refrán: Dime de qué presumes y te diré de qué careces.
En realidad, los partidos que están inmersos en el citado mecanismo inconsciente, su intención, además de convencer a otros, también persigue persuadirse a ellos mismos de que su superioridad moral, en determinados ámbitos de la política, es verdad.
La política la lideran los hombres, y según Alphonse Karr: Todo hombre tiene tres variedades de carácter: el que realmente tiene; el que aparenta, y el que cree tener.
No obstante, mientras nadie desenmascare dichos partidos políticos de su auto-atribución de superioridad moral, ellos seguirán sacándole rédito al citado ardid, creando falsas expectativas a la ciudadanía con una única finalidad, captar su voto para lograr el poder.
Parafraseando a Gustave Le Bos: El sentimiento nunca se ha rendido en su eterno conflicto con la razón. El voto sigue siendo mayoritariamente emocional. Aldous Huxley en su libro Un mundo feliz, afirmó al respecto: Sesenta y dos mil cuatrocientas repeticiones crean una verdad. ¡Idiotas!
La supremacía y el proselitismo político son los dos principales patógenos sociales de los que nos debemos proteger para salvaguardar nuestra libertad de pensamiento.