OPINIÓN
Rojos y fachas
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Rojos y fachas
En época franquista se les llamaba “rojos” a los que eran contrarios al régimen, hoy la izquierda llama “facha” a los demócratas que discrepan de sus políticas, a pesar de que ahora existe una democracia consolidada. El modelo se reproduce, algo está fallando.
En el casi medio siglo transcurrido de la actual democracia, la izquierda se ha caracterizado por enarbolar una superioridad moral que se ha autoatribuido, dando lecciones sobre el bien y el mal a los partidos democráticos que disienten de sus políticas. Hay que reconocer que, en este sentido, la izquierda lo ha tenido fácil, ya que la oposición, instaurada en una especie de Vorstellungskomplex (complejo de ideas) freudiano, le ha consentido dicho repertorio populista, de marxismo heteróclito y talante excelso.
La falta de una contra argumentada por parte de la denominada, por Francisco Umbral, derechona, ha fomentado que la izquierda haya llegado incluso a imponer el cumplimiento de una ley de memoria histórica sui géneris y no consensuada, decidiendo unilateralmente quienes fueron en el pasado los buenos y quienes los malos, determinando así, qué personajes de la historia pueden tener una estatua o una calle a su nombre y que estatuas y nombres de calle hay que quitar, incluso de personajes pertenecientes al siglo XIX.
Es pasmoso como la izquierda con su ley de memoria histórica de talante guerracivilista, no aborda con luz y taquígrafos sucesos como los de mayo 1931, con la quema de conventos, o la denominada Revolución de 1934, ambos ocurridos dentro del periodo democrático de Segunda República, hechos a los que podemos añadir el asesinato del líder de la oposición Calvo Sotelo o las sanguinarias checas soviéticas de Madrid, Barcelona y Valencia, lugares de tortura y asesinato de hombres y mujeres por el mero hecho de ser religiosos o de pensamiento conservador. Tampoco se sacan a la luz las atroces matanzas de Paracuellos, del bombardeo de Cabra o de las famosas “sacas” del denominado “terror rojo”, por dar algunos dechados. El pasado de la izquierda actual no ha sido trigo limpio, aunque no faltan las estatuas y calles a nombre de personajes afines que estuvieron implicados en los mencionados hechos históricos y otros de igual gravedad, a los que se les ha maquillado su biografía otorgándoles una imagen de personajes venerables.
Al discurso histórico de la izquierda le falta equidad y tomar conciencia de su verdadero pasado, es por ello, que no está en condiciones de alardear de la mencionada superioridad moral que utiliza con sus contrincantes políticos, que en ocasiones confunde como enemigos. Tampoco lo está, respecto a los antecedentes de sus doctrinas ideológicas de referencia (socialismo - comunismo) cuya implementación en países como la URSS, China, Corea del Norte, Vietnam, Cuba, entre otros, se encuentran marcadas por un tiránico proceder de opresión y purgas ideológicas. En este sentido, según una reciente investigación académica realizada por Stèphane Courtois de la Universidad de París, se concluye que estos regímenes totalitarios de izquierda han llegado a ocasionar un balance mínimo de cien millones de muertos mediante ejecuciones por causas de desafección ideológica. Una cifra que supera en número el horrible holocausto nazi al que se le calculan montos que basculan entre los 6 y 12 millones de víctimas. A su vez, cabe recordar que, en la historia más reciente de España, siguen presentes los atentados terroristas del GRAPO y ETA, ambas organizaciones criminales de ideología de izquierdas, que provocaron ingentes números de heridos y muertes inocentes, incluso en plena democracia.
Es por todo ello, que la izquierda española debería mirar hacia delante con un espíritu de unión y concordia, y dejar de mirar hacia atrás con argumentos guerracivilistas provocando el enfrentamiento y la división de los españoles. A su vez, también sería recomendable que dejara de utilizar la doble vara de medir y la pena de telediario en los acontecimientos ilícitos o presuntamente ilícitos de sus rivales, ya que casos como los GAL, Filesa, Roldán, y una larga retahíla hasta llegar a los eres de Andalucía, entre otros más recientes, tampoco les permite presentarse como el adalid de la honradez política. Como dice el proverbio bíblico: Quien esté libre de culpa que tire la primera piedra.
La izquierda española está claro que no puede.