OPINIÓN | ACTUALIDAD
Timefactus (atemorizado)
El miedo es una vieja herramienta de control social. Cuando un pueblo de forma consciente o subliminal está instaurado en una determinada cota de miedo, se le anulan las facultades de decisión y raciocinio, y cada vez es más manipulable.
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Timefactus (atemorizado).
El miedo por contraer la enfermedad del covid-19 está instaurado en los españoles, la única esperanza es la vacuna, pero dicha esperanza se desvanece y aparece de nuevo el miedo al saber que las vacunas no son del todo seguras.
No obstante, muchos quisieran vacunarse, pero no pueden, situación de impotencia que sigue fomentando el temor al covid-19 causado por la espera. Hay quien se pregunta, por qué las vacunas no se pueden adquirir bajo prescripción médica en las farmacias, su bajo precio lo hace factible económicamente. Quizás de esta forma, la gran mayoría de la población ya estaría vacunada. No es un problema de dosis, como algunos nos quieren hacer creer, los laboratorios las tienen a la venta, si el dinero va por delante.
La realidad es que el gobierno lo tiene organizado por etapas de espera, excepto para aquellos que han utilizado de forma fraudulenta su cargo político o poder fáctico, para pasar por delante del ciudadano de a pie.
La desconfianza alimenta la aprensión, ya que cuando no se complican las citadas etapas porque faltan jeringas, lo hacen porque faltan neveras para el traslado de las vacunas, y cuando tenemos jeringas y neveras, resulta que faltan dosis o bien los gobiernos autonómicos quieren marcar territorio. Situación parecida a tiempos pretéritos de cuando faltaban respiradores o plazas de UCI en los hospitales, aspectos en los que aún no se pueden lanzar las campanas al vuelo.
Pero no todo es covid-19, la ciudadanía tiene más miedos: cuando sale de su casa piensa si al volver, le habrán okupado la vivienda los usurpadores que gozan del beneplácito del gobierno, al igual que aquellos políticos que en su día, en lugar de dialogar utilizaban el tiro en la nuca para conseguir sus objetivos separatistas y a los que ahora les pagamos su sueldo de diputado o su traslado a la prisión más cercana a su núcleo de amigos y familia.
Otro gran temor es la situación económica, y su repercusión en la estabilidad laboral, actualmente, ya estamos rondando los cuatro millones de parados, cifra que subirá como la espuma cuando los ERTEs dejen de existir. En esta misma línea, otros que están atemorizados son los pensionistas, ya que se la ven venir, al saber que las arcas del Estado están vacías.
La seguridad ciudadana, la inmigración descontrolada, los brotes de violencia callejera, también dan miedo a buena parte de la población, junto a muchos más temas, como las listas de espera para ser atendido por la sanidad pública, o por las falsas denuncias vinculadas a diversas líneas de pensamiento único que día a día se van instaurando.
Pero todo lo expuesto, y muchos más temas, son responsabilidad de los asalariados de la política. Es por ello, que cuando la población observa la actual inestabilidad política, la corrupción y el fraude inherente a la misma, el espíritu de algunos profesionales de la política que han optado por servirse de en lugar de servir al pueblo, cuando la separación de poderes cada vez está más débil, cuando lo ético y estético ya no se lleva en los parlamentos, cuando observa que los que ostentan el poder no reflejan la voluntad de voto mayoritario, ninguneado mediante coaliciones afanosas de poder, y un largo etcétera, hace que dicha población se siente intranquila. En definitiva, quien nos tiene que proteger o ayudar ante los miedos antes mencionados y muchos más, al final, son los que los crean. Las evidencias hablan por si solas.
Aunque el contenido de esta exposición puede ser considerada propia de un facha francopantano, término jocoso acuñado por el excelente comunicador gallego Fabián C. Barrio, la realidad descrita está ahí. Ahora lo correcto es reconocer que la culpa de todo, sea lo que sea, es del SARS-CoV-2, un virus con capacidad de decisión y gestión política, al parecer.
Poner encima de la mesa estos temas incomoda, no costará encontrar quién diga que se trata de afirmaciones conspiranoides, políticamente incorrectas, sesgadas, de todo, menos que es verdad. Suerte tenemos de las hemerotecas. Aunque a pesar de toda evidencia, hay quien prefiere no afrontar de cara estos problemas y elige ser un ciudadano-avestruz eligiendo poner la cabeza bajo el ala, buscando así sufrir menos, pero la realidad sigue ahí, no cambia, en todo caso en ocasiones incluso empeora.
Pero no hay que perder de vista una variable muy importante, cuando un pueblo de forma consciente o subliminal está instaurado en una determinada cota de miedo, se le anulan las facultades de decisión y raciocinio, y cada vez es más manipulable. El miedo es una vieja herramienta de control social. Cuando se vive con miedo quiere decir que hay alguien que dirige a distancia la vida de aquel que se encuentra atrapado por ese sentimiento crónico.
El miedo se apodera del ser humano sin que este se de cuenta. Hay quien vive con miedo y no lo sabe o lo niega, ya que tener miedo está mal visto socialmente. Pero negándolo, no se evita estar secuestrado emocionalmente.
¿Pero quién nos produce este miedo?: pues son los que tienen la capacidad de hacernos vulnerables con sus tácticas, estrategias y decisiones, muchas veces en beneficio propio. Piensen, no les será difícil identificarlos.