OPINIÓN | ACTUALIDAD
Todos juntos más que vos
Nos, que somos y valemos tanto como vos, pero juntos más que vos, os hacemos Principal, Rey y Señor entre los iguales, con tal que guardéis nuestros fueros y libertades; y si no, no.
Publicado Altar Mayor | Núm. 186 | Abril/Junio de 2019
No sería malo incorporar a la Constitución Española una formula parecida y actualizada a aquella que en el reino de Aragón pronunciaba el Justicia, allá por el siglo XVI, previo a recibir el juramento del rey:
Nos, que somos y valemos tanto como vos, pero juntos más que vos, os hacemos Principal, Rey y Señor entre los iguales, con tal que guardéis nuestros fueros y libertades; y si no, no.
Hoy, además de advertir con tales palabras al Rey, antes de su juramento como de Jefe del Estado a título de Rey, no sería malo prevenir también a cualquier cargo público que ha de obrar teniendo en cuenta la libertad civil de los ciudadanos –que no siervos de los partidos políticos como muchos deben de pensar–, que en todo momento son soberanos de su voluntad y, por ende, deben regirse por lo libremente pactado, quedando la obligatoriedad de la ley para cuando se falte el pacto.
Para hacer efectivo ese «somos y valemos tanto como vos» es preciso liberar al ciudadano de la acción política ejercida por la presión de los partidos que hipotecan la libertad de hacer, tanto a la administración como a los individuos, mediante la promulgación de leyes que desfiguran la identidad de los hombres y modifican su personalidad, conduciéndolos a la división, el odio, el rencor, el desconcierto y la fractura social que hoy día podemos apreciar sin grandes esfuerzos.
Aseverar que «nos igual que vos» conduce a valorar la dignidad de cada uno de los españoles como valor sagrado, alejado de lo puramente económico o social. Y afirmar que «todos juntos, más que vos» es sancionar que lo comunitario es superior a lo individual, cosa que hoy día se olvida, por no decir que se arrincona, en el ejercicio del buen gobierno. Porque la gestión de un buen gobierno debe ser la de pastorear en libertad, permitir y fomentar que los hombres en sociedad puedan llevar a cabo sus aspiraciones, sus deseos, sus ilusiones, con la ayuda del Estado en aquello que la requiera, facilitándole los medios para que sea posible ver cumplidas sus aspiraciones.
Por el contrario, poco a poco, con el avance permanente del socialismo-comunismo, el control sobre las personas y las cosas cada vez es más cerrado, el Estado se convierte en el que impone lo que ha de ser el ciudadano, cómo se ha de comportar, cuáles han de ser sus métodos de vida, por qué camino han de ir sus gustos, en qué y cómo ha de invertir su tiempo de ocio, planificando su futuro, intelectualmente, vivencialmente, en su relación entre sexos, hijos sí hijos no, abandono del sentido familiar, tomando como buena la interpretación oficial de la historia –incluso la que 162 uno ha vivido de forma distinta–, admitiendo quién es bueno y quién malo a través del juicio emitido por los detentadores de la verdad.
En definitiva, no sería malo volver al «todos juntos, más que vos», rompiendo todas las ligaduras que nos van envolviendo para que aceptemos sin posibilidad de titubeo que la libertad y el orden nos vienen dadas por el poder del Estado, pues lo justo es que esas medidas el Estado solo las debe adoptar en los casos en los que el orden y la libertad sean rotos por los individuos cuando falle el cumplimiento de los pactos establecidos entre ellos.