OPINIÓN | ACTUALIDAD
Tres eran tres… 'las hijas de Elena'.
Publicado en la revista 'Desde la Puerta del Sol', núm 368, de 27 de octubre de 2020. Ver portada Desde la Puerta del Sol en La Razón de la Proa.
Tres eran tres...
Cuando intentaba iniciar este comentario, en mi comedido cerebro se originó un batiburrillo, pues no eran pocos los temas que podía tratar, dado que los políticos son una fuente inagotable, Pedro Sánchez no dejaba de estar presente últimamente en todas partes, incluso en la televisión con alguna de esas homilías, a las que ha tomado el gusto, y, para redondear, llegaba a España Leopoldo López, el líder venezolano que mantiene el pulso a Maduro, ese energúmeno que tiene doblegado a todo el país. Por ello recurrí a hacer una lista respecto a los temas que ofrecía la actualidad, de la que fui tachando la mayoría, más o menos indiscriminadamente, hasta dejarlo reducido a tres. Era un buen número.
Recordando, entonces, la serie televisiva de los años 1972/1973, de la que no pocos se acordarán, original de Jaime de Armiñán, titulada Tres eran tres las hijas de Elena. Y el recuerdo me vino porque, más o menos, aquel trio formado por Elena, Paloma y Julia, las citadas hijas de Elena, era todo un revoltijo que, al romperse el matrimonio, Elena quedó con la madre, Paloma se fue con el padre y a Julia la enviaron a un internado extranjero. Al llegara la adultez, las tres hermanas se reunieron a vivir en casa de Elena, resucitando los antiguos desacuerdos, las peleas, la reconciliación prendida con alfileres, las frustraciones y aspiraciones.
Total, un permanente desasosiego que no conseguían quitarse de encima con ninguna de las decisiones que a trancas y barrancas llegaran a tomar. Como pasa hoy día en España. Estamos empeñados en romper el entendimiento, en andar a la gresca continuamente, en insultarnos profusamente si llega la ocasión y si no llega la provocamos, en romper la unidad, en sacar del arcón todo aquello que nos separa, nos empeñamos en no considerar útiles o necesarios para vivir conocimientos del pasado, rompemos la tradición y las creencias, dejamos en suspenso las buenas intenciones, se desacreditan los valores y la buena gente no sabe hacia dónde tirar. Como las hijas de Elena…
Pero pasemos a los tres puntos que quedaron sin tachar en la lista, aunque apenas podremos dedicarlos un breve espacio, pues no hay que abusar del disponible, y, fundamentalmente, porque hay otros que lo dicen mucho mejor.
El primero se centra en la visita de Pedro Sánchez al Vaticano con el fin de entrevistarse con el papa Francisco. No hemos conseguido la carta que previamente le envió el presidente, toda vez que sería interesante por aquello de que, por lo que se comenta, debe ser digna de ser leída, ya que en la misma se da jabón en cantidad, con cuya espuma seguramente Pedro pretendía envolver a Francisco para ponerlo al dente con el fin de regresar con un ramillete de síes con los que entrar a saco en determinados aspectos de sus inequívocas intenciones donde la Iglesia lleva a cabo sus designios.
Pero, dijo el ratón al gato, al parecer, por lo que se sabe, el discurso estuvo del lado de Francisco y salvo los obsequios intercambiados, Pedro no consiguió arramblar con nada que le resultara útil para sus confabulaciones. El tiempo nos dirá.
El segundo punto a examen es el del comportamiento de quienes ocupan los asientos del Parlamento, especialmente en la sesión en la que tuvo lugar el desarrollo de la moción de censura a Pedro Sánchez por parte de VOX a través de su presidente Santiago Abascal. No entramos en si fue oportuna o no esa moción de censura, ni si las propuestas para sacar a España del atolladero en el que se encuentra fueron las más idóneas, pero sí nos parece adecuado que en dicho foro –cuasi sagrado para el ejercicio de la política– se dijera lo que se escucha por todas las calles del país, sin tapujos, con valor.
¿Qué todas las ideas de Abascal no son absolutamente aceptables para el entendimiento entre unos y otros? Probablemente. Pero no se las puede tirar a la basura sin meditar sobre ellas cuando se habla de España. Porque más del cincuenta por ciento de la población del país está en que es necesario tenerlas en consideración, mucho antes que las sandeces que salen del magín de no pocos de los miembros del Consejo de Ministros o de bastantes parlamentarios. Y lo que resultó totalmente inaceptable es que Pablo Casado, presidente del PP, arremetiera tan despiadadamente contra quien se encuentra en la misma línea que él, aunque en algunos momentos vistan trajes distintos. Esa postura irá en contra de uno de ellos, o de los dos, justamente lo contrario de lo que uno y el otro han de buscar sin dilación, día a día, minuto a minuto.
Y la tercera anotación que no había borrado era la de la escapada de Leopoldo López, líder de la oposición venezolana, que desde el 30 de abril de 2019 estaba refugiado en la residencia del embajador español. De momento no nos preocupa cómo llevó a cabo la evasión, la aventura de llegar a Colombia y la salida de Colombia a España. Lo que realmente nos alarma es cómo, desde hace meses, los medios de comunicación españoles no dicen una palabra respecto a los hechos que suceden en Venezuela, de las diarias barbaridades de Maduro, de la forma que se detiene a la gente por nada –como ha sido el caso de la cocinera y el vigilante que atendían a Leopoldo López en la residencia del embajador español–, en resumen, de todo lo que debe estar sucediendo en Venezuela.
Lo que hacemos extensivo a Bolivia, a Argentina y al resto de los países hispanoamericanos donde están envueltos en el bolivarianismo. ¿Es que las subvenciones impiden a la prensa hablar de estos temas? ¿Es que el poder que ejercen Gobierno sobre los medios de comunicación los tiene absolutamente cohibidos y hasta aherrojados al respecto? ¿Es que es una de las condiciones que Iglesias ha impuesto a Pedro para que lo mantenga en el poder? ¿Es esta la libertad de la que hablan uno y el otro, Pedro y Pablo?
Se dice que los botijos no tienen autor, aunque de vez en cuando encontremos a algún alfarero de los que dedican la vida, sus manos y la imaginación para ofrecernos piezas excepcionales, auténticas obras de arte. Evidentemente el botijo que hoy traemos no tiene autor, es decir, desconocemos quién fue capaz de hacer esta pieza tan especial que, aunque sucia y en mal estado, el tiempo nos ha permitido contemplar. No solo han debido pasar muchos años desde que el alfarero la trabajó con cariño, sino que de esos años nos da razón el estado en el que se encuentra.
Es lo mismo que sucede con los países. En algunos momentos quienes manejan los hilos consiguen con su buen hacer elevarlos a cotas indescriptibles, pero con el paso del tiempo surgen otros que, aparte de ser unos manazas, resultan sucios en las ideas, no se ocupan de mantener limpias las estructuras, van acumulando basura sobre ellas hasta que se hacen casi irreconocibles. Hasta que de nuevo nace uno –o más– con ideas e imbuido del orden que consigue ir limpiando todas las piezas antiguas, creando otras nuevas que considera precisas para la actualización de los sistemas con el fin ahormarlos a una nueva forma de vivir, y poder ajustar el andar diario, con orgullo, a los pasos con los que se camina en el resto del mundo.