ARTÍCULO DEL DIRECTOR
Un mástil vacío
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Un mástil vacío
Hoy he sentido verdadera pena cuando he pasado delante de mi viejo colegio barcelonés, donde cursé la antigua Primaria y los cuatro años del Bachillerato elemental del plan de estudios de la época, el que fue enterrado, sucesivamente, por la instauración de la EGB ⎼digna sucesora⎼ y, luego, por la infame sopa de letras de la LOCE, la LOSE, la LOGSE, la LOPES, la LOE y la LONCE, desde la Transición. ¡Miren si han transitado todos los estudiantes que vinieron detrás de aquellos tiempos, según las apetencias del mundo político, en su mayor parte ignaro del tema de la enseñanza! Ahora está ya en vigor el engendro de la LOMLOE, por lo que no les arriendo la ganancia a alumnos, profesores, familias y a toda la sociedad española.
Decía que he sentido pena al pasar por aquel colegio, y el motivo es que, en su fachada, justo en la ventana que me parece recordar correspondía al despacho de dirección, había uno mástil vacío; sí estaban ocupados los que correspondían a la bandera de la ciudad y a la de la comunidad autónoma, pero las drizas del tercer mástil aparecían huérfanas de enseña, enrolladas y fuertemente atadas, quizás para que no se las llevara el viento de la historia, ese que ⎼seguro que algún día⎼ volverá a reponer en si sitio la bandera de todos los españoles.
Es verdad que, a estas alturas, no causan extrañeza en Cataluña los mástiles vacíos donde debía ondear la rojigualda, especialmente en los ayuntamientos de las localidades cuyos consistorios tienen mayoría de partidos que se autodenominan independentistas como eufemismo para ocultar el exacto término de separatistas; puede ser que los representantes de otros partidos carezcan de entendederas para aliarse entre sí contra el despropósito, o de agallas para dirigirse al juzgado más próximo e interponer una denuncia por incumplimiento de la ley. Pero mucha más pena me ha ocasionado que el vacío corresponda a un colegio al que asistí de niño, porque, a fin de cuentas, como dijo el poeta, no hay mal que cien años dure ni gobierno que perdure, pero, en el caso de la educación, la ausencia del símbolo y lo que representa puede afectar a muchas generaciones, no sé si para algo menos de esos cien años.
Cosas de viejos el recuerdo… Pero a uno, que aún no se considera como tal, le han venido a la memoria irremediablemente evocaciones que tienen que ver con el colegio al que ahora se le ha despojado de la bandera española. Por ejemplo, que, en un vestíbulo interior, cada lunes, se izaba esa misma bandera antes de comenzar las clases, y se arriaba el viernes o el sábado, al acabarlas, y creo que esta es una costumbre que se sigue practicando en muchos países civilizados y en algunos que están a punto de serlo; por ejemplo, que los mayores teníamos el privilegio de mantener tertulias con el director en la sala de actos-capilla; que se escribía y comentaba el Evangelio del domingo, aunque era un centro público; que se nos educaba en lo que ahora se llama formación vial, y algunos compañeros hacían de auxiliares de la policía municipal en las entradas y salidas; que nos poníamos en pie cuando entraba el maestro en el aula… Claro que eran los tiempos en que se repartía, cada mañana, el vaso de leche americana, porque decían que estábamos desnutridos, y de vez en cuando el profesor daba un cachete, sin que mediaran denuncias posteriores; y también nos los dábamos los alumnos en la calle, a la salida, sin que se tratara de cosas como el acoso escolar…
Más grave me parece que, en estos tiempos, a los niños actuales se les hurte la historia de España, o se les enseñe de forma no cronológica y claramente seleccionada por imposición del pensamiento oficial obligatorio, pues el de entonces no nos llegaba a las aulas; o que se retire de los programas el análisis de la morfología y de la sintaxis, tan necesario para la comprensión lectora y la expresión oral y escrita; que se estudien la física, la química o las ciencias naturales en clave de género…
Y que, llegados a la Secundaria esos alumnos ⎼en mi época, Enseñanza media⎼ se borren de los currículos el latín, el griego y la filosofía. Como base de todo ello, que no se incentive el esfuerzo y no se sancione la vagancia y el desinterés.
Es asimismo frívolo y perjudicial que el maestro o el profesor sean simples colegas, sin la mínima auctoritas, ni académica ni funcional; que, a la hora del recreo, se proscriban los juegos violentos, como el de torneos y caballeros o el churro, mediamanga, mangotero, y que puedan, en Cataluña, existir espías que detecten en qué idioma hablas con tus compañeros. Pero ya he dicho que todo eso acaso proviene de reminiscencias y añoranzas, y será verdad que me estoy haciendo viejo.
Cuando he pasado junto a mi antiguo colegio, era la hora de salida de clase. Y entonces he comprobado que el alumnado hacía lo de siempre: corría (eso sí, por espacios acotados por el Ayuntamiento), reía, gritaba, se empujaba festivamente… Lástima que su espontaneidad infantil se vea coartada por la corrección política, que se vaya conformando su personalidad en ausencia de valores sólidos, como puedan ser la religiosidad, el ejercicio de la voluntad ante las dificultades de la vida, el legado de una cultura o el de la españolidad.
Y todas esas carencias pueden estar representadas por el mástil vacío, el que da a la ventana del despacho de dirección…