SEMBLANZAS
Pancho Cossío: pintor falangista
Los primeros cuadros del fundador de Falange han sido considerados como «la más honda y emocionante interpretación plástica de la figura de José Antonio».
Artículo recuperado de marzo de 2020. Solicita recibir el boletín semanal de LRP.
Pancho Cossío: pintor falangista
Daniel Vázquez Díaz llamado el pintor de la Hispanidad porque nadie como él dedicó tanto su paleta a las figuras de la gesta americana, escribió un día que si alguna vez le pidieran el nombre de un pintor español vivo de su preferencia daría el de Pancho Cossío. Estas fueron sus palabras:
«¿Podría hablar de Picasso, cuyo nombre centra tantos y tan grandes apasionamientos? No, Picasso, más que español es del mundo. Más que un pintor es un mito, aunque sea un extraordinario pintor. Habría que nombrar a un artista que viviera en España, que tuviera una proyección más española. Ni Picasso, ni Miró, ni Dalí están dentro de estas premisas, aunque sean españoles. Por su gusto, su personalidad, su transparencia, su finura expresiva, quizá daría el nombre de Pancho Cossío, mi admirado y querido amigo».
Francisco Gutiérrez Cossío nació el 20 de octubre de 1894, en San Diego de los Baños, aldea de Pinar del Río (Cuba) cuando allí estaba a punto de apagarse el viejo sol hispano, la tierra que produce el mejor tabaco del mundo, esa hoja inimitable en torno a cuyo comercio se centraba, por aquel entonces, la actividad del padre del pintor, el cántabro Genaro Gutiérrez y Gutiérrez, que procedía de familia campesina, que junto con su esposa Casimira Cossío Mier, cántabra también y de familia hidalga, habían emigrado a Cuba, donde Genaro ya había estado, acompañados de todos sus hijos, cinco en total, haciendo Pancho el número seis. Dicen las crónicas de aquella época que Genaro Gutiérrez llegó a ser alcalde de Pinar del Río y que adelantándose a la legislación española abolió la esclavitud entre sus trabajadores.
Nace, pues, Cossío a las puertas, y en el epicentro mismo, del desastre colonial que habría de marcar a fuego a toda una generación de intelectuales españoles: Miguel de Unamuno, Pío Baroja, los hermanos Machado, Ramiro de Maeztu, Valle-Inclán, Azorín. Toda la tierra de España ha sido poéticamente transfigurada en el ensueño de la generación del 98, dice Laín Entralgo, quien además añade:
«La tierra de España es una y diversa, uno y diverso es también su trasunto literario. Le dan unidad y centro los llanos y las sierras de Castilla, a la que todos cantan: la Castilla áspera y delicada que han elevado a mito español los hombres del 98. Le regalan contorno y diversidad las regiones que en torno a ella tejen una corona verde, dorada y gris: verdes lomas de la Vasconia de Unamuno y Baroja: verdes prados de la Galicia de Valle-Inclán; oro lejano de la Andalucía de Machado; verdes intensos, delicados amarillos, grises múltiples del Levante de Azorín. Sobre este mosaico maravilloso descansa el ensueño de una vida de España».
En 1896 al estallar la guerra por la Independencia, la región donde toda la familia Gutiérrez-Cossío vivía, es tomada por el guerrillero Quintín Banderas que era conocido por su crueldad hacia los españoles, Pancho Cossío, sin embargo, dice de él:
«Era un caballero. En mi casa siempre se le ha recordado con admiración y cariño. La cosa fue por esto: Mi padre se adelantó haciendo una alcaldada al dar la libertad a los negros. A mí me mecieron negras libertas que se quedaron en casa a sueldo, como las sirvientas de hoy».
Efectivamente, estas medidas abolicionistas que en su día había tomado el padre del pintor hacen que el guerrillero tenga la deferencia de facilitar la salida de toda la familia de la isla de Cuba. Primero viajan los dos hijos mayores y más tarde el matrimonio con sus otros cuatro hijos. Su destino sería España, y dentro de España el pueblo Renedo de Cabuérniga, en Cantabria, donde vivirían hasta 1909 en que se trasladan a Santander después de haber perdido el matrimonio a sus hijos Genaro y Juan fallecidos unos años atrás.
En esta última ciudad, Cossío empieza los estudios de Comercio que muy pronto abandonaría para comenzar con sus primeras clases de dibujo con el pintor santanderino Francisco Rivero, produciendo este cambio un gran disgusto en su padre quien llegó a decir: «Si el chico quiere ser un desgraciado, ¿qué le vamos a hacer?» Pero el propio pintor justificaba su cambio de estudios al periodista Tico Medina con estas palabras:
«Soy pintor porque soy cojo..., porque ya de pequeño me pusieron para que me entretuviera los pinceles en la mano..., porque mi primer regalo de niño inútil fue una caja de lápices de colores...».
Cuando Cossío llega a Santander ésta era una ciudad con cierto aire burgués con sus tertulias de café y sus animados veranos donde la lluvia aparecía algunos días como algo natural en todo el norte de España. El pintor hace algunos viajes a Madrid y asiste a tertulias generalmente compuestas por intelectuales que lo consideran y admiten.
Conoce al mecenas Alfonso Olivares, propietario de una importante colección de cuadros y entre ellos uno del propio Pancho Cossío de su época parisina. En el taller de Olivares se encuentra con Federico García Lorca a quien muy posiblemente ya conocía si nos atenemos a la carta que en 1926 el poeta escribe al músico Manuel de Falla: han ido también los jóvenes pintores Bores y Cossío.
Conoció éste al pintor falangista Ponce de León, que colaboraba en el teatro universitario La Barraca, dirigido por Lorca, realizando decorados. Asimismo conoció Ramiro Ledesma Ramos, muy probablemente en la tertulia del Café del Norte donde el fundador de las JONS solía reunirse con Emiliano Aguado, Santiago Montero, Juan Aparicio, Jesús Ercilla, Javier Martínez de Bedoya, Francisco Bravo, Lorenzo Puértolas..., hombres de toda clase y condición atraídos por la llamada revolucionaria.
También acudiría a la tertulia de La Ballena Alegre, donde entabla amistad con José Antonio Primo de Rivera que le llevaría al falangismo y a quien pasado los años le haría tres magníficos retratos, pintados al óleo, dos en 1943, hoy en el Museo de Bellas Artes de Santander, y otro en 1946 por encargo del Ayuntamiento de Torrelavega quien, al mismo tiempo, encargó otro de Francisco Franco ⎼personaje no precisamente grato a Cossío⎼, y al que el pintor en una carta que escribe a sus hermanas el 14 de abril de 1956 llamaba Paco el calvo.
Los primeros cuadros del fundador de Falange han sido considerados como «la más honda y emocionante interpretación plástica de la figura de José Antonio». Pintaría también a Ramiro Ledesma Ramos en 1945, retrato depositado en los almacenes del Museo Nacional Reina Sofía (*), y a Onésimo Redondo sin que ninguno de sus biógrafos nos diga dónde puede estar este retrato que hace años estuvo colgado en el Colegio Menor Onésimo Redondo de Valladolid.
En La Ballena Alegre conoce también al poeta y escritor falangista José María Alfaro que lo rememora años después:
«Cossío era un hombre de fidelidades. Lo fue al recuerdo de aquel París de cafés y pintores –ya para entonces presididos por el ojo inquietante y avizor de Picasso–, como lo había de ser a las olas y a las tormentas cantábricas, a las pausas socarronas de su ancestral valle de Cabuérniga, al Santander provincial y aventurero de sus años mozos y a la figura y los nobles anhelos de José Antonio Primo de Rivera».
134 pinturas de Francisco Gutiérrez Cossío
(*) Sobre el retrato de Ramiro, que en el artículo (redactado en 2020) indica que está depositado en los almacenes del Museo Nacional Reina Sofía, desde 2021 está expuesto en la sala Campo cerrado del referido museo. Ver ficha del cuadro.