La alegría de José Antonio el 14 de abril
Enviado por el autor a La Razón de la Proa (LRP), de probable publicación en Gaceta de la FJA de mayo de 2024. Solicita recibir el boletín semanal de LRP.
Como el dios Jano, la Falange (de José Antonio) siempre ha tenido –y tiene- una doble cara que, si bien produce inquietud y desasosiego en muchos de sus miembros incapacitados para sostener el difícil equilibrio en una delgada línea que separa los valores de la derecha con los de la izquierda, constituye la justificación para los falangistas ante el incierto Juicio Supremo…
«Lo que nos unió a todos en 1931 (14 abril) fue, más que un programa, una actitud de espíritu» ⎼dice José Antonio⎼ «Sentimos como si nos diera en la frente, aire fresco al amanecer». «en aquella mañana de abril no había socialistas ni liberales, obreros ni burgueses».
Patria y trabajo para un pueblo sufrido; nación y trabajo, como también dijo Ortega y Gasset.
Y es que José Antonio (todos lo sabemos) era de la clase privilegiada por la historia, por la genética, por la formación, por privilegios señoriales, Su padre, el dictador, y su ámbito cerca de la corte le situaban a priori con la casta monárquica alfonsina. Pero José Antonio, rechazando las vinculaciones personales, salió a la calle para proclamar la alegría del 14 de abril. Unos meses después vendría lo que tantos gritarían ¡No es eso, no es eso! Pero tarde.
Ahora 93 años más tarde, muchos de nosotros continuamos esperando una alegría que vincule, como aquel lejano 14 de abril, a obreros y a burgueses, a socialistas y liberales, a rojos y azules en una empresa común y trascendente.
Porque, no se trata ya de que la mayoría de los países estén constituidos en repúblicas de una u otra característica, sino que el propósito de éstas es el de procurar la igualdad, el de proclamar que la autoridad nos corresponde a las personas; que fue Dios ⎼para los creyentes⎼ quien nos la entregó a todos y cada uno de nosotros. Y somos nosotros lo que ⎼libremente⎼ la cedemos al gobernante de turno, y, como propietarios, podemos reclamarla.
Ese es principio que ha de prevalecer en la Res publica. Pero nosotros, los españoles, no podemos olvidar nuestra memoria histórica (sin mayúsculas y sin esa abyecta ley). La memoria de una caótica Primera República, cuando mi amada y marginada Cartagena bombardeó Alicante, declaró la guerra a Prusia y solicitó ser otro Estado asociado a USA. O la Segunda República, la de los trece obispos asesinadlos; la de 7.000 curas, frailes y monjas martirizados, la de ¡arderéis como el 36! No, no es esa la república soñada.
Pero siempre quedará otro abril. Y la esperanza, y la patria.