Muchos creyentes católicos “de filas, corrientes…”, basamos nuestra vida religiosa en unas pocas oraciones, en el cumplimiento de unas pocas obligaciones, en la esperanza de que se nos perdonarán “setenta veces siete pecados”, y en el resumen que representa el Credo del Credo apostólico...Y ahí es donde yo “me crezco”, porque al recitar estas creencias me detengo al pronunciar creo en la comunión de los Santos.

Allí me veo, en un gran salón blanco, con infinitas sillas también blancas. Y, junto a mí, charlando, mi añorado padre, muerto cuando yo tenia 12 años (aún ahora con sentimiento de orfandad); y mi amada madre, y mis queridos hermanicos; y mis tíos; y mis llorados amigos Ginés, Máximo, Antonio, Ángel…Y José Antonio (Primo de Rivera, claro), permanente “faro” de comportamiento político y social. Y Federico, en la misma línea. Y Cantarero…

Y me veo sentado, junto a cada uno de ellos, hablando, durante millones de años ⎼un segundo para Dios⎼ de lo divino y lo humano. A mi padre ⎼Juan⎼ lo primero que le diré es que mantengo en mi pituitaria el inconfundible olor de su piel, cuando de pequeño me acurrucaba en su cama, interponiéndome entre él y mi amada madre. Y mis hermanos, mucho mayores que yo, que me protegieron. Y esos entrañables amigos y camaradas…

Y el resto de esos ”millones de años de conversación”, comentando con José Antonio, con Ramiro, con Manolo. ¿Cómo es posible que esa maravillosa síntesis que propusisteis, sin nada negativo, mirando con ambos ojos, no hayamos sabido venderla a esos políticos de partido? Y seguiremos conversando con ellos, siglo tras siglo, buscando la inspiración necesaria para que ⎼esa evidencia para nosotros⎼ se transforme en feliz y cotidiana realidad.

¡Qué gran cosa es la Comunión de los Santos!

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