Submarino C-4, la tragedia inolvidable
Publicado en Gaceta Fund. J. A. núm. 370 (JUL/2023). Ver portada de Gaceta FJA en La Razón de la Proa (LRP). Recibir el boletín de LRP.
Era finales de junio de 1946, y con apenas tres años de edad esperaba ansioso el regreso de mi padre a casa de su destino en el submarino General Mola. Aquel día se retrasó unos minutos y cuando abrió la puerta de casa, como siempre, me arrojé a sus brazos. Él me apretó con ellos y al mirar su cara le ví unos gruesos lagrimones. Lloraba. No recuerdo más de aquel día.
Unas semanas antes –creo que en marzo– Franco, jefe del Estado, vino a Cartagena para inaugurar un monumento a las víctimas del hundimiento del buque Castillo de Olite, con sus1.500 fallecidos, la cifra más alta de cualquier día de la guerra civil, en tierra, mar o aire… Y lo hizo a bordo del submarino C-4, en una revista naval.
Después, aquel 26 de junio fue un terrible día de luto en Cartagena; luto que se mantiene y recuerda aún entre unos pocos; el submarino C-4 se había perdido. Eran unas maniobras de la Armada realizadas tras el fin de la Segunda Guerra Mundial, hasta ese momento prácticamente irrealizable por el riesgo evidente ante la constante presencia de potentes armadas enfrentadas en el Mediterráneo, del EJE y de Aliados. En aguas del archipiélago balear participaban en las maniobras navales los destructores Churruca, Lepanto y Alcalá Galiano, así como varios submarinos, entre ellos el C-4. Entre otras maniobras, se trataba de que los submarinos realizaran inmersión y que los destructores trataran de localizarlos, tras eludir su ataque simulado con torpedos en inmersión.
A lo largo de esas maniobras de adiestramiento el C-4 inició el ascenso a la superficie, pero, antes de alcanzarla, la roda del destructor Lepanto le arrancó la torreta. El submarino dio la vuelta y se hundió en pocos segundos. No hubo supervivientes. Un terrible drama. Tras varios días de inútil búsqueda sólo emergió una silla de madera de la cámara de oficiales del submarino. La silla de madera emergida fue recorvertida en un marco, con la fotografía de toda la dotación. Creo que aún figura en la base de submarinos. La presencia de Franco a bordo del C-4 unas semanas antes del desastre ha sido considerada por algunos de ”gafe”.
Allí yace, a unas pocas millas del puerto de Soller, y solo a 300 metros de profundidad. Profundidad ahora accesible, al menos para obtener un documento gráfico del pecio jamás realizado. Nunca se supo la causa del terrible accidente. Y ante la causa instruida se decretó la ausencia de responsabilidad. Hay que recordar que en aquel 1946 no existían los métodos de detección submarina que habrían impedido el hundimiento. Casi toda la dotación del C-4 eran de Cartagena (la ciudad del submarino), amigos, vecinos, compañeros.
Las lágrimas de mi padre, también submarinista en el General Mola, las sentí entonces, pero las entendí mucho después. Y las comparto ahora. Estos días, tras tantos años de ansiosa espera, desde mi ventanal junto al mar, veo navegar por el puerto -en superficie, claro- la moderna, esperanzada y potente silueta del S-81, el nuevo Isaac Peral, al que seseamos felices singladuras.