¿Es posible hoy el nacionalsindicalismo?
Publicado en el núm. 7 de El Arca Nacional, de 16 febrero de 2022. Editado por Somos la España en Marcha. Ver portada de El Arca Nacional en La Razón de la Proa (LRP). Para recibir actualizaciones de LRP.
Desde hace años, una serie de antiguos falangistas ⎼o así los conocí⎼ disertan y escriben sobre la imposibilidad de aplicar hoy la ideología económica de la Falange, tanto fundacional como la más o menos actualizada, obviando cualquier defensa de su probable inserción en los variables capitalismos de hoy. Eso ha sido, cuando sus opiniones vienen de destacados nombres azules (que no voy a señalar por sabidos de todos y por respeto a una discreción que quizá no hayan tenido otros), una pesada losa en la credibilidad y pervivencia del falangismo. Hasta tal punto ha penado esta negación a nuestro futuro que, lamentablemente, ha calado ahora en demasiados falangistas, instándoles a no ver salida a su vocación nacionalsindicalista.
Y no digo que la idea deba llevarse al cien por cien, por cuanto las circunstancias que vivimos no son, en ningún modo, semejantes a la de los años cuarenta o cincuenta, sin embargo el fondo de la teoría nacionalsindicalista creo que podía permanecer en esta sociedad encarada a un globalismo perturbador. No haría falta recurrir a lo escrito por Eduardo Adsuara en su Democracia mixta. De hecho, nacionalizar determinados sectores productivos: energías (y no vale los ejemplos italianos), parte de los transportes ⎼Aves y aviación⎼, la potenciación de las industrias agroalimentaria por medio de cooperativas plenas (cultivo, recolección, distribución y venta), todo compatible con un mercado libre y justo, puede ser la base para implantar democráticamente lo mejor del nacionalsindicalismo, desde el convencimiento o la práctica y mediante una legislación paulatina y eficaz.
Así mismo, las políticas laborales se basarían en la reforma plena de los sindicatos que pasarían a ser, cuando menos, los interlocutores de cada empresa. Sindicatos de empresa, que, acogidos a un ejercicio vertical por ramas de producción, vendrían a asumir el concepto primitivo del sindicalismo falangista. Por supuesto, habría que dar a ese sindicato, la función de cogobernantes en una cámara legislativa que suprimiera el actual Senado que, a ojos vistas, no ha cumplido ni cumple con su misión; el recuerdo a Bedoya, parece necesario.
Algo de esto ya lo expuse hace mucho tiempo en mi libro Falange y futuro, que, avant la lettre, no se le hizo caso (era de esperar en esos tiempos). Unos dijeron que la doctrina estaba obsoleta por la realidad del momento, y otros por demasiado revolucionaria en años de siesta. Sin embargo, leyes derivadas del marxismo más radical pululan incluso por las esferas del ejecutivo socialcomunista de España, y países como los encuadrados en el lobby de Sao Paulo: Nicaragua, Venezuela Bolivia, Perú o Cuba, por no decir la Corea del Norte y demás, no tienen empacho en actuar sobre decretos y resoluciones estrictamente comunistas. Por supuesto en absoluto abogo por incurrir en las formas y modos izquierdistas, que las rechazo de plano, sino que insto a los falangistas, no a los seudofalangistas, a servirse de todos los medios éticos y legales, para difundir un mensaje de renovación política que haga posible instaurar en paz y libertad, un nacionalsindicalismo aceptado socialmente. Desde luego, algunos de nosotros creemos en la verdad del nacionalsindicalismo, al menos, esta reflexión merecería el inicio de un debate que nos condujera a unas conclusiones aceptables para los falangistas, y no caigamos de nuevo en adolecer, como dijo Eduardo Álvarez Puga, de una profunda catarsis.
Por mi parte, aunque me señalen como nostálgico y fuera de la realidad... ¡que nostalgia y que realidad! Seguiré porfiando en nuestra Revolución Nacionalsindicalista. ¡Aún resisten las primaveras!
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