El bromista... mal educado

Los seguidores de Pedro Sánchez habrán acabado de asistir al «cara a cara» profundamente desanimados.


​​Publicado en la revista El mentidero de la Villa de Madrid núm. 772 (14/JUL/2023), continuadora de Desde la Puerta del Sol. Ver portada El Mentidero en La Razón de la Proa (LRP) Recibir el boletín de LRP.​

El bromista... mal educado

Después del desahogo de un par de articulillos sobre temas vulgares de cada día, nada mejor que coger a nuestros políticos en la carrera hacia la meta, viendo cómo unos son capaces de saltar fácilmente las vallas, otros se empeñan en cruzarse de calle para hacer la puñeta al que más corre, los hay que renquean apenas dar las primeras zancadas tras el disparo de inicio de la prueba, y no faltan los que intentan quitar del recorrido los obstáculos que ellos mismos han ido poniendo durante el paso de los días. Gusto para todos. Pero salvo el que va en cabeza que hace ofertas claras y convincentes a los que han de introducir la papeleta en las urnas, los restantes van alocados y desquiciados asegurando que intentarán cambiar lo que antes sugerían y hacían mal, ofreciendo nuevos premios difíciles de conseguir, y prometiendo galardones y laureles que el organizador de la carrera será incapaz de conceder dado que el prometedor ni conseguirá llegar a la meta el primero, ni tiene los medios para ser tan generoso, ni lo dice de verdad pues normalmente siempre miente en todo lo que promete.

Ahí tenemos a Pedro Sánchez, el puro, el limpio, el que todo lo sabe, el que todo lo cambia, el que ha revuelto al país sin asentarle en ningún mojón, el que, cuando chulea frente al enemigo, al opuesto, salvo repetir descaradamente sus mentiras es incapaz de actuar como buen actor en aceptable escenario. Enfrentarse a su opuesto penas saltadas las primeras vallas le ha venido grande el tú a tú, no ha sabido utilizar la tramoya, se le ha venido encima, y, daba la impresión, con el movimiento alocado de los brazos, de que estaba llamando a los fulleros para que le trajeran los papeles que necesitaba para seguir en la función. Cuando se descarriaba le faltaba el apuntador escondido en la concha y, al no contar con él, se perdía entre el barullo de sus promesas y actuaciones.

Daba pena verlo cómo intentaba romper la tranquila oratoria del oponente, sus explicaciones, sus preguntas sosegadas, la cortés y educada forma de exponer sus puntos de vista, intentando oponerse atolondradamente a todo ello con las trábalas de siempre, sacando a relucir lo que él ha venido ofreciendo día tras día en sus mentiras como oferta divina para arreglar el país. Soltando sus peroratas sin sentido, entre sonrisas embusteras que llegó a calificar como bromas en un encuentro que tenía visos de producirse a muerte por conseguir el trofeo. Sin olvidar que, a todo ello, los presuntos moderadores asistieron sin participar en refrenar los desgarros del presidente-pretendiente a tomar de nuevo el gobierno de la nación; es más, echando en la palestra a VOX como carnaza en más de una ocasión, lo que animaba a Pedro Sánchez a meterlo en la baza cuando ello no era necesario pues en el debate se pretendía conocer lo que cada uno iba a aportar.

Y en este torneo Pedro Sánchez aseguraba que lo que decía el oponente eran mentiras, que no sabía de qué hablaba, que era más o menos un ignorante en la gobernación, que lo que quería es deshacer la buena economía que él había rociado por toda España, que sería incapaz de dar viviendas a los que la necesitaban como él hacía, que él había dotado de trabajo a la mayoría de los españoles que lo necesitaban, que iba a alargar la amortización de los préstamos para que no pagaran más de lo convenido a su firma –pero sin liberarlos de los intereses que ello ocasionara–, en definitiva, que Núñez Feijóo era un machista como los de VOX, que pretendía romper la protección y defensa de la mujer, y todo el repertorio que constituye su mantra. En su desmán perdió los papeles y no consiguió volverlos a encontrar. Demostró que era el charlatán incapaz de llevar por el buen camino a una nación, aunque sí ha sido capaz de aprovechar cada momento para cubrir sus deseos personales.

Lo cierto es que los seguidores de Pedro Sánchez habrán acabado de asistir al «cara a cara» profundamente desanimados, pues no mantuvo esa tranquilidad y donosura presumida de cuando habla al grupo de señoras recolectadas de un pueblo, sino que en todo momento se mostró agresivo, faltón, tornadizo e inoportuno frente a un público que estaba interesado en conocer lo que uno o el otro tuvieran que decir. Auditorio que quizá se fuera a la cama antes de finalizar, como hizo mi nieto, quien se despidió con el siguiente comentario a toda la familia: «He quitado el debate porque parecía el “Sálvame”, todo el rato hablando uno encima del otro. Muy estresante». Sin duda lo estuvo también Carlos Herrera, pues su resumen en la COPE fue el siguiente:

El presidente del Gobierno, Sánchez, anduvo nervioso, con sensación de acorralamiento y fiel al estilo bronco y desde luego mentiroso. Fue un mentiroso de mentira descarada, de ese tipo de embusteros que ya no les importa que todos sepan que está mintiendo. Puso en marcha su máquina de mentir y luego también la máquina de interrumpir, con la complacencia de uno de los moderadores que pareciera que a veces quisiera ser interviniente en el debate.

Sobre Feijóo no albergo duda alguna que fue el candidato en salir victorioso del duelo moderado por Vicente Vallés y Ana Pastor:

Feijóo fue seguramente el vencedor y sometió a una tunda a Sánchez, que no esperaba en ningún momento, no estaba escrito en el guion, o en la pizarra de los asesores que le han estado preparando durante cuatro días. Le propuso un pacto para que gobernase el que ganara y Sánchez lógicamente lo des  deñó. ¿Por qué? Porque sabe que va a tener más votos y no se quería meter en ese lío. Había puesto en este debate Sánchez sus esperanzas de relanzar su recuperación y visto el debate se entiende que no ha sido así.

Carlos Herrera destacó, una vez más, el desquiciamiento indisimulable de Pedro Sánchez:

Sánchez transmitió nerviosismo atropellado y eso lo capta el espectador. ¿De verdad ha estado cuatro días para preparar esto? Ya puede ir despidiendo a sus entrenadores, a su coach, a quien haya tenido alrededor, porque no anduvo sereno y una de las primeras normas que enseña la gente que sabe estas cosas de los debates es que has de demostrar serenidad.

Transmitió mala educación, poco control de sus nervios, de ese cierto aire de estilo tabernario que le caracteriza. ¿Por qué? Porque el otro le sacó de quicio. Hubo una clara diferencia entre ambos en el minuto de oro. Sánchez no ofreció su producto, sino que descalificó el de su contrario y ese también es otro error.

Sin duda, Pedro Sánchez, que tenemos entendido no cultiva demasiado la lectura, no ha tenido en cuenta a los tres monos sabios que «no ven, no oyen y no hablan», que tradicionalmente ha sido traducido por «No ver el Mal, no escuchar el Mal y no decir el Mal». Ni ha escuchado o leído a Felipe González la frase de «Solo quienes tienen principios firmes y lealtades profundas tienen el sosiego necesario para compartir espacios con quienes no piensan como ellos».




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