«O convences a Ayuso o...
Publicado en la revista 'Desde la Puerta del Sol', núm 362, de 13 de octubre de 2020.
Ver portada Desde la Puerta del Sol en La Razón de la Proa.
Es un poco largo el titular para lo que a mí me gusta. Pero había que ponerlo entero dado que no era cuestión de quitar ninguna letra toda vez que tenía que definir una vez más, pero en esta ocasión con meridiana claridad, cómo es este chico, Pedro Sánchez. ¿Qué cómo? Está claro, un soberbio y un dictador del carajo la vela. Y no es que aprovechemos el día de hoy, martes y trece, para comportarnos así, es que lo es.
Todos sus actos van dirigidos por la misma prepotencia, idéntica petulancia, sus manifestaciones están impregnadas de una jactancia que no parece sea pareja a su inteligencia y saber. Todo le encamina a ser un engreído que actúa como dictador ya que es incapaz de conseguir sus metas con los buenos modos que aporta el conocimiento y saber hacer.
Esa, la del titular, fue la respuesta al ministro del ramo cuando le comunicó que el Tribunal Superior de Justicia de Madrid había echado abajo por defecto de forma su orden ministerial –que al parecer no fue ni eso– confinando a todo Madrid. Claro que tampoco quedó atrás el ministro del ramo cuando dijo que «Los hechos son claros, el Gobierno ha querido llegar a un acuerdo en una actitud coherente que hemos mantenido con las comunidades [...] La Comunidad de Madrid ha decidido no hacer nada», mentiroso como su jefe, y retorciendo la verdad.
Pensamos que Pedro Sánchez, que tanta tirria tiene a la memoria de Francisco Franco, debería estudiar un poco como funcionaba la mente del general. Claro que eso no está al alcance de todos, y menos a las de un badulaque. Porque, en su caso, –ahora, aunque habría actuado con mayor prontitud, o sea hace seis meses–, en lugar de montar este cirio con la Comunidad de Madrid, habría llamado al ministro correspondiente a través de su ayudante, citándole en El Pardo, para que se presentada en un par de horas acompañado de las mayores lumbreras en medicina del país.
Una vez allí, les habría pedido le informaran del Covid-19, si tenían idea de cómo se podía atacar, etc. Y al cabo de una hora, sin más zarandajas, les habría dicho, sencillamente: «arréglenme esto». Y sin mayores explicaciones, pues se entendía perfectamente, los asistentes a la reunión habrían salido a toda prisa, para, desde sus despachos, ponerse a trabajar sin perder un momento, establecer contacto con los profesionales de toda España, los que, sin más aspavientos, habrían confeccionado un resumen de lo que correspondía hacer, de las necesidades que tenían para enfrentarse con el coronavirus y se habrían arremangado para atacar el mal.
Claro que, además, por otro lado, las fuerzas del orden habrían tomado posiciones para que nadie se saliera del tiesto, y ni litronas, ni fiestas, ni quitarse la mascarilla, y a comportarse todo quisque como se consideraba adecuado. Y a estas horas ya no habría ningún problema para de que la señora Celáa se marchase a Bilbao como ha hecho contraviniendo las normas que ella misma aprobó, ni de que Pedro Sánchez se subiera a un avión para irse a Portugal acompañado de diez ministros en vez de quedarse en Madrid para vigilar de cerca cómo se comportaban las medidas adoptadas.
Por supuesto que, complementariamente, Pablo Iglesias estaría en alguna comisaría de policía explicando por qué había montado un desaguisado con sus compadres de Vallecas, Garzón por tonto estadía en la prisión de Alcalá Meco al no saber explicar en qué se basaba para publicar esos tuites tan imbéciles con los que riega las redes, no pocos de los memos que les siguen también estarían retenidos en algún lugar intentando justificar sus actitudes y demostraciones de progresía.
A Pere Aragonés, presidente en funciones de la Comunidad de Cataluña, los Mozos de Escuadra lo habrían cogido de una oreja y lo traerían a uña de caballo a Madrid a que contara aquí las tonterías que está haciendo y diciendo.
A Irene Montero la habrían retirado la custodia de sus hijos dado la inquina que tiene a los niños por nacer por lo que los suyos corren peligro de ser inhumados, todas las residencias de ancianos contarían con médico y personal suficiente para atenderlos mientras se acaba la pandemia, y los que celebraban reuniones festivas o alcohólicas habrían sido llevados al estadio de La Peineta –u otros lugares similares de la zona– hasta que fueran pagando la correspondiente multa, bien en ese momento porque disponían en el bolsillo de los 600€, bien cuando fueran sus deudos o papás a abonar dicha cantidad para poderse llevar a sus niños a casa, etc.
Vamos, que funcionaría todo perfectamente, hasta los bares y restaurantes estarían abiertos –otra cosa son los garitos de juego que permanecerían cerrados sine día– porque todos los madrileños estaban cumpliendo, como buenos ciudadanos, las instrucciones que se habían dado, sin necesidad de encerrar indiscriminadamente a toda una población, parando su vida en todos los aspectos.
Durante esa actuación civil, contando, además, con el apoyo del Presidente del Gobierno y sus ministros que, sin escolta, pues no les haría falta, andarían de un lado para otro interesándose de cómo iba «la cosa» que Franco les había encomendado.
La verdad es que no es tan difícil. Pero se mejoraría mucho pidiendo a los que saben que se pongan al frente de lo que es preciso enmendar y estar al quite para suministrarles de todo lo que necesiten, colaborando toda la población en la operación. Así de sencillo.
Pero, claro, donde la incompetencia de los que mandan es supina, donde les guía la inquina y el odio por encima de las necesidades de la población, donde se pretende imponer una doctrina a todo un país, donde se eluden o incumplen las leyes y cada día se ponen en circulación otras nuevas que modifiquen las anteriores para poder hacer lo que al dictador le de la real gana, donde desaparece la libertad del individuo y de la sociedad a pesar de que se engañe con lo contrario, donde está prohibido pensar, hablar, y escribir, la cosa se hace complicada porque nunca se llega al punto en el que todos coinciden aunque sea renunciando a una parte de sus aspiraciones.
De esa forma, hoy, martes y trece, como hemos recordado antes, la ministra Celáa podría estar disfrutando tranquila y plácidamente del «puente» en Bilbao, Pedro Sánchez gozando al subir a «sus aviones» acompañado de los miembros de su gobierno de ministras, sin que ninguno de ellos tuviera que estar preocupado de lo que pasa en Madrid por lo que habrán sufrido enormemente este fin de semana fuera de la capital.
No podemos asegurar nada respecto a dónde se encontrarían Pablo Iglesias, Alberto Garzón e Irene Montero, si seguirían en la misma situación porque nadie entendería la razón de sus motines, tuiters o interés en que aborten todas las mujeres del mundo –salvo ella, al parecer–, mientras los tontos seguidores continuarían con la misma cara bobalicona sin darse cuentas de que la pandemia ya había pasado. Y hubiéramos podido disfrutar ayer del Día de la Hispanidad, presenciando el desfile de las Fuerzas Armadas, depositando una corona por todos los fallecidos mientras se entonaba La muerte no es el final por cuantos asistían al acto más Ainhoa Arteta y luego habríamos disfrutado de una comida donde nos pareciera mejor, con familiares y amigos, sin ningún problema.
Probablemente, luego, en el supuesto que hacemos, Francisco Franco, en el mensaje de Navidad, diría algo parecido a esto: «Españoles todos: hemos pasado un año relativamente complicado, pero gracias al comportamiento y colaboración de todos los españoles, hemos conseguido vencer la pandemia y mantener a la Patria en el camino del bien. Por ello, en el consejo de ministros celebrado ayer se acordó conceder una paga extraordinaria a todos cuantos han sabido estar en su lugar de trabajo durante días tan aciagos, con un recuerdo muy principal para los miembros de los cuerpos sanitarios que han ocupado los puestos más peligrosos del combate, así como las fuerzas armadas que han secundado todas las operaciones necesarias».
Y como no hay nada como tomar un buen trago de agua fresca en botijo bien curado con anís del Mono o cualquier otro aguardiente de los muy variados que produce el país, lo vamos a hacer por medio de un búcaro de los de siempre, los clásicos, los que se hacen en toda España.