Los documentos de Sánchez
Publicado en el Nº 342 de 'Desde la Puerta del Sol', de 21 de agosto de 2020.
Ver portada Desde la Puerta del Sol en La Razón de la Proa
Con la sonrisa en los labios, la faz tranquila y feliz después de los días de relajo en La Mareta, Pedro Sánchez se nos presenta en televisión ante la mesa de su despacho en Las Marismillas del Coto Doñana y la frase que pronuncia para el gran público que está esperando deje las vacaciones para que tome las riendas de esta pandemia que no hay quien controle, es, más o menos, –no aparece por ningún medio de comunicación, lo deben haber controlado–: «por lo menos tenemos mucha información».
Se dirigía al ilustre ministro de Sanidad, Salvador Illa quien, como siempre, andaba dando vueltas a los papeles que le acompañan, y que en este caso estaban sobre una mesa del lugar desde el cual celebraba teleconferencia con el jefe. En ese momento, cabe suponer, irían a hacer recuento de cómo va el coronavirus por los distintos lugares del país, sin que se haya notado que tomaran alguna decisión para intentar contenerlo.
Entre esa documentación que a Pedro le producía cierta gracieja no parece haya nada especial: ni el subidón por sectores del Covid-19 en sus distintas etapas, ni las estadísticas que marcan que España está en lo alto del podio europeo de infección por 100.000 habitantes, ni respecto a la preocupación del personal sanitario por lo que ven se los puede caer de nuevo encima, ni sobre las gestiones realizadas por Pablo Iglesias desde su lugar de veraneo en Asturias respecto a las residencias de ancianos que tanto le preocuparon en la anterior invasión –lugar del que ha tenido que salir por pies porque los de la zona no lo querían tener por allí–, ni del lío en el que anda metida su ministra Celáa –aunque también disfrute de los últimos días de vacaciones– pues ha programado la incorporación de los niños a los colegios contando con una situación de pandemia que no es como la de ahora,…
En estos momentos Pedro Sánchez ya habrá dado un repaso a todos los papeles –muy por encima habrá sido, como cuando está en las reuniones en la Unión Europea– con el fin de tener una leve idea sobre los asuntos de estado, ya que anda de vacaciones, y no es cosa de perder el tiempo en tales trivialidades, pues el momento adecuado será cuando se incorpore al trabajo y reúna en torno suyo a toda la cohorte para comentar cómo lo han pasado, felicitarse por lo morenos que se han puesto ya que el sol a dado de sí una barbaridad, e intercambiarse los papeles para repasarlos en el momento oportuno, que no es ese precisamente.
Y España sigue andando. A pesar de todo, sigue su camino. Cerrando comercios e industrias, celebrando litronas en cantidad pues al parecer es imposible contenerlas, o fiestorros en yates a quince metros de la costa, o en lugares recónditos y escondidos como si estuviéramos en los tiempos de la ley seca de USA, u organizando manifestaciones contra las mascarillas, y sacando pecho los machotes frente a la policía diciéndolos que no les sale de allí ponerse ese pingajo, o las señoras viejecitas tirándolas a una bolsa de plástico, y recibiendo a los africanos –¿está bien dicho?– por su manía de venir en las pateras o asaltando las vallas de Melilla, o proliferando los okupas hasta el punto de que los ciudadanos se están cansando y van tomando la cuestión como cosa personal que han de resolver directamente.
España sigue andando. Incluso con no pocos españoles de vacaciones a juzgar por la escasa afluencia de madrileños o visitantes por las calles, los bares y los restaurantes.
Siguiendo nuestra costumbre, hoy traemos un botijo que es una joya, elaborado por las manos de un alfarero que seguramente habrá contado con cualidades especiales. La pieza está firmada por Ruiz de Luna, de Talavera, y se sitúa entre 1900 y 1920. Con el agua que nos suministre iremos refrescando la siesta mientras consultamos las estadísticas del día sobre la pandemia del coronavirus. Es penoso, pero hay que estar precavidos, pues no sabemos qué puede pasar.