Empezamos cojeando en la palabra

5/01.- La palabra no es algo que sepa utilizar Pedro Sánchez. Le sobrepasa. De lo único que es capaz es del comadreo tergiversado para sacarle provecho...

​Publicado en la revista Desde la Puerta del Sol, núm 399, de 5 de enero de 2021.
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Empezamos cojeando en la palabra

No parece que los fuegos artificiales proyectados en la noche del 31 de diciembre en la Puerta del Sol, tras irrumpir en nuestra vida el clásico momento de las últimas doce campanadas, que hemos recibido con esperanza más que con ilusión, con menos abrazos que de costumbre y con unos ambiciosos brindis de sidra, bebidas espirituosas nacionales, y algún cava o champagne, nos vayan a cambiar las pilas por otras nuevas de plena carga.

Han de variado muchas cosas para que nos sintamos extravertidos hacia la alegría cuando el cuerpo y la mente no están para grandes jolgorios, aunque, no pocos insensatos –e insensatas– se empeñen en simularlo.

Leyendo las noticias que nos dejaba caer la prensa impresa o la digital, nos vino a la memoria las palabras que hacía pocas horas habíamos escuchado en la lectura del Evangelio del día: «En el principio ya existía la Palabra, y la Palabra era Dios. Por medio de la Palabra se hizo todo, y sin ella no se hizo nada de lo que se ha hecho». ¿Por qué nos vino a la memoria? Porque lo que cotidianamente nos transcribe la prensa de lo que piensan y dicen los políticos de los que disfrutamos ampliamente, no se acerca en nada a la Palabra de Dios, sino más bien se aleja continuamente y nos va separando de todo aquello que tendríamos que oír para considerar que el camino era correcto, no correspondía a la palabra que podía ser bienquista como básica para todo lo que corresponde hacer.

Por el contrario, son muy diferentes las palabras que podemos leer en algunos de los artículos que reproducimos. En especial nos fijamos un el titular que dice: «Iglesias exige a Marlaska una depuración de la Policía Judicial para controlar las instrucciones» donde se refleja, justamente, que la palabra ha de ser la contraria a la que, de pronunciarse, diría una persona honesta que cumple con los juramentos o promesas que ha pronunciado al incorporarse al puesto que ocupa en ese momento, asumiendo las responsabilidades que su mal comportamiento haya vulnerado.

O en el otro que dice que «Pedro Sánchez mendiga un contacto con Biden y EEUU lo ningunea», lo que arrastra por los suelos la hidalguía de la Nación que representa el español y ensucia la historia y la de todos los compatriotas a los que en estos momentos les corresponde vivir y personifican su país. Es indigno estar mendigando una conversación de alguien que no la quiere mantener con nosotros porque nosotros hemos utilizado indebidamente la palabra y los hechos en otro momento. Corresponde apechugar con los comportamientos pasados y actuar honorablemente en el futuro para limpiarlos, sin andar limosneando lo que, de darnos, sería lo dechado e infructuoso.

Pasando a una tercera cabecera que asegura que «Pedro Sánchez fracasa en Gibraltar»; tantos años en la lucha para recuperar Gibraltar y en las primera ocasión que tiene este «defensor» de los intereses nacionales de presionar fuerte abre de par en par las puertas del Peñón dando a la Gran Bretaña lo que viene pretendiendo desde lejos, tirando por los suelos todas las decisiones tomadas por la ONU a favor de España.

La palabra no es algo que sepa utilizar Pedro Sánchez. Le sobrepasa. De lo único que es capaz es del comadreo tergiversado para sacarle provecho. Por último, para terminar sobre el valor de la palabra que lo hace todo, leamos los ladillos del artículo titulado «Últimas noticias de hoy en España, sábado 2 de enero de 2021, al que habría que agregar las del domingo 2, lunes 3 y en estos momentos, martes 4.

Cualquiera de esos ladillos nos habla de la ineptitud de la palabra que utilizan algunos personajes. Mejor callados..., que diría el refrán. Mejor que esos prójimos se dediquen a otro oficio que el de la política que intentan desempeñar utilizando distintas herramientas a las adecuadas, confundiendo los materiales que usan, y levantando coliseos donde no se pueden representar los autos previstos por el director de escena.

Somos repetitivos en asegurar que la esperanza nunca la perdemos. Los momentos históricos, como el presente, e incluso peores, han fracasado más pronto o más tarde, restituyendo la normalidad a la nación y su gente. Lo malo es que en destruir se tarda poco tiempo, lo contrario que sucede en reconstruir. Pero se consigue. Porque cuando la palabra se hace verdad y esa verdad es comprendida por quienes habitan en El Ejido, en la campiña, en la ciudad, la respuesta es grande, el sacrificio no se mide, la entrega es total.

Brindemos por la palabra nueva que ha de llegar en no demasiado tiempo, y hagámoslo con un preciosista botijo de Alba de Tormes, lugar donde los ceramistas han conseguido la belleza de su obra gracias a la paciencia y la esperanza de verla terminada.

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