Guirigay en el Consejo de ministros
Publicado en la revista Desde la Puerta del Sol núm. 529, de 28 de octubre de 2021. Ver portada Desde la Puerta del Sol en La Razón de la Proa (LRP).
Aunque el diccionario de la RAE lo matiza de forma distinta, lo cierto es que la palabra guirigay es entendida generalmente como «ruido confuso de voces y gritos». Y eso es lo que acontece entre nuestros gobernantes de primera división: andan a la gresca y, además, para más inri, olvidan el juramento o la promesa que hicieron de mantener en secreto las deliberaciones del Consejo de Ministros. ¿Acaso es que no lo juraron o prometieron? Sabe Dios lo que cada uno dijo en el momento de poner la mano sobre la Constitución, los que lo hicieron.
Antiguamente, cuando la gente era seria, se profería un juramento sobre la Biblia (sobre una Biblia del año 1791 perteneciente a Carlos V nada menos) y frente a un crucifijo. Sin duda esto son antiguallas en la España de hoy, aunque no en otros países. Para empezar aquí se suprimió el crucifijo, y después la Biblia que fue sustituida por la Constitución. Dos piezas, el crucifijo y la Biblia, y que comprometen demasiado a quien tiene algo dentro de sí; y que, complementado con el juramento, obliga cantidad, pues, si se comete perjurio, se cae en delito. Aquí también se suprimió el juramento y se canjeó por promesa, lo que no compromete a nada. Aunque, dado lo libérrimos que nos hemos hecho, cada quién dice lo que le parece oportuno en sustitución del juramento o la promesa, y se queda tan tranquilo. Ahí empiezan a ser traidores a la nación los diputados y senadores, al no contraer ningún compromiso de hecho.
El R.D. 707/1979, de 5 de abril, determina que la fórmula, para quienes se vean obligados a este acto por acceder a un cargo o función pública, es: «¿Juráis o prometéis por vuestra conciencia y honor cumplir fielmente las obligaciones del cargo... con lealtad al Rey, y guardar y hacer guardar la Constitución, como norma fundamental del Estado?». Aunque se prevé en forma de pregunta de hecho se viene pronunciado el texto completo (o el que quiere, como hemos dicho) el individuo que lo lleva a cabo (y no decimos el juramentado porque resulta ocioso). Además, los vicepresidentes, ministros y demás miembros del Gobierno, se obligan a mantener secreto de las deliberaciones del Consejo de Ministros.
Si nos movemos un poco por otros países podremos apreciar que en no pocos el juramento es vital y la Biblia muy normal. En Alemania se pone la mano sobre la Biblia y el que pronuncia el juramento lo complementa con la coletilla «así me ayude Dios». En Estados Unidos el presidente jura sobre la Constitución aunque pone la mano sobre una Biblia familiar.
No cabe duda de que los ministros del Estado español se comportan como unas cotorras. El compromiso de guardar el secreto de las deliberaciones que toman en sus reuniones no deja de ser papel mojado, pues algunos las comentan antes de entrar en el Consejo, y otros nada más salir. El caso es que la prensa tiene información de primera mano incluso, a veces, antes que los propios participantes en el Consejo, pues empieza el trapicheo y las reyertas en las entrevistas en televisión o en las reuniones de partido o sindicato.
Y pueden ser de cualquier tipo, tocando cualquier tema, pues las pendencias entre miembros del PSOE y Unidas Podemos son constantes, y a veces incluso entre los miembros del mismo partido. Lo más lucido estos días es el guirigay que tiene lugar con motivo de la ley laboral del tiempo de Rajoy, la que ayudo a que España se pudiera enderezar, y que la ministra de Economía no quiere tocar, o poco; el presidente del Gobierno unos días considera que hay que cambiarla, otros que de ninguna forma y los de tercera fase que actualizarla, todo ello con la claridad y seguridad de siempre en sus manifestaciones; y la fiera y bien vestida ministra de trabajo, Yolanda, grita últimamente a los chicos de CC.OO. y a las «autoridades y autoridadas», con toda su aguerrida voz, que la derogación de la reforma laboral será un hecho «pese a todas las resistencias», en referencia directa a la ministra de Economía Nadia Calviño.
Si no tuviéramos el respeto que nos merece el Gobierno como tal, diríamos que son una caja de grillos por no emplear una frase de mucho uso años atrás.
Digamos como los alemanes: Así nos ayude Dios, y dure poco esta plebe intelectual que nos tiene oprimidos y exhaustos. En el entretanto, sigamos visitando España con nuestros botijos, que los hay de todos los tipos, pues, a pesar de los gobernantes que nos pastorean, la imaginación de los españoles es sustancial y de no poca trascendencia, ya que va dejando, a lo largo de los siglos, una historia variada y cuantiosa, por más que también preñada de disgustos que surgen de vez en cuando, como el que ahora padecemos. Como muestra tenemos el botijo que hoy nos acompaña, cerámica artista del alfar Maestre de Biar, Alicante. Con todos los colorines. Como les gusta a ellos y a ellas.