No son pocos los españoles que andan por ahí diciendo que hay que poner en marcha el negocio del fútbol. Unos porque no saben vivir sin contemplar ese deporte y admirar a unos individuos con los honorarios más exorbitante que se conoce por hacer un trabajo que, hemos de reconocer, requiere unas habilidades especiales, pero que en ningún momento está a la altura del saber y el trabajo desempeñado por un científico, un filósofo, un catedrático, un banquero –aunque se les tenga tirria–, un economista… o un vendedor sumamente espabilado como Amancio Ortega, por poner unos ejemplos.

Y como en torno a ese deporte se mueve mucho dinero, las autoridades del fútbol andan inquietas porque con esta situación disminuye lo que se reparte generosamente por no pocos bolsillos de diferentes y variados estamentos, ya sean nacionales o internacionales. Tan calado está en la afición (un porcentaje importantísimo de la población de cada lugar) que se ha convertido en una herramienta que moldea al pueblo soberano, lo mantiene ocupado intelectualmente, evita le preste atención a los muertos que cada día se van produciendo, ya que llega a ser más importante la patada que dio fulanito al balón, vigilar qué lugar ocupa su equipo en la liga así como si va a subir o descender de categoría, lo que resulta más entretenido que leer cada día la lista de nuevos infectados y fallecidos.

¿Recuerdan los que ya hemos cumplido más años de los deseados cómo se echaba a Franco las culpas del fútbol como arma para drogara la población, y eso que no existían todos los campeonatos montados hoy día, ni la cantidad de equipos que disputan partidos por el mundo entero, ni la fiebre de ser futbolista?

Esto del fútbol es una buena artimaña para llenar el vacío existente por el caos político en el que estamos metidos, presentando un mundo visible más bonito al utilizar las naves de Aristófanes; o poner al descubierto los dioses mortales organizándolos para que prestaran la ayuda necesaria como hiciera Homeno; o apoyándonos en la tradición de unos hechos que agradan a quienes por otro lado tendrían que estar tristes, al presentar un mundo más ameno, divertido, que puede dar alegrías y tristezas al mismo tiempo, pero que,se llega a pensar que, a fin de cuentas todo es pasajero, y si vienen malas queda la ilusión de que en algún otro momento se podrá revertir la situación.

Mientras exista un Madrid-Barcelona no hay nada que lo supere, y el Gobierno puede estar tranquilo al menos por unas horas más las que coleen respecto a la discusión que produzca un penalti, un fuera de juego o una expulsión o el error de los árbitros. Lo que se ve repartido por toda la Península mediante las tres divisiones existentes de primera, segunda y tercera y los veintitantos grupos en que se divide esta última. A lo que, además, hay que sumar la Europa league, la Champi-ons league, los campeonatos de Europa de primera, los sub 21 y los sub 17, los campeonatos de Europa y los numerosos partidos de clasificación para uno u otro torneo.

Vamos que la importancia del fútbol, en sus diferentes versiones, ocupa mucho más espacio que el Covid-19, por lo que es necesario, de toda necesidad, poner en marcha el deporte profesional de dar la patada al balón ya que la pandemia que origina puede perfectamente tapar a la pandemia de los virus.

Que no me diga nadie que eso es sano porque se promociona el deporte y bla, bla, bla… El deporte es otra cosa y ya hablaremos otro día recordando tiempos pasados.

Pido perdón, porque digo todo esto siendo un ser negado para el deporte. Solo me ha interesado subir a la montaña para desde la cima admirar la obra del Creador, para estar más cerca de Dios, incluso para disfrutar de la labor del hombre cuando la lleva adelante sin egoísmo y con el deseo de complementar la belleza primigenia de la tierra.

Como hoy nos quedamos en casa descansando del descanso que llevamos acumulado, y hemos hablado de deportes, nada mejor que presentar, por un lado, el cartel de la carrera urbana El Botijo que se organiza en la bella localidad de Antequera, y por otro, la idea de llevar hasta Rusia un botijo para refrescar a la selección nacional que jugaba un partido de fútbol, sin que faltara la bandera nacional, que tuvieron esos dos seguidores del equipo español.