Levantar las alfombras

14/AGO.- No eran pocos los que se metían en profundidad a hacer todo tipo de desmanes, pero nadie osaba sacarlos a relucir.

​Publicado en la revista Desde la Puerta del Sol núm. 662, de 12 de agosto de 2022. Ver portada Desde la Puerta del Sol en La Razón de la Proa (LRP). Recibir el boletín semanal de LRP.

Levantar las alfombras

Hace unos días, Juan Van-Halen, en su artículo «Camps, ingratitud y cobardía», en El Debate –que tuvimos el gusto de publicar–, se lanzó sin tapujos ni recato a levantar una parte de esta alfombra que oculta todos los disparates y desatinos que se han producido en España últimamente –aunque quizá podíamos decir que tienen su principio en la cacareada transición–, y que nosotros venimos tratando de desembaular de salones, despachos y otros tugurios extraños, en los que están tapados con alfombras o encerrados en cajas fuertes.

Durante no poco tiempo se ha pasado por alto. No eran pocos los que se metían en profundidad a hacer todo tipo de desmanes, pero nadie osaba sacarlos a relucir, fundamentalmente porque lo malo caería sobre ellos y no sobre los que habían hecho méritos para ser tenidos en cuenta por autoridades y tribunales de justicia. Estos perdían horas y horas dedicadas a encontrar la forma de meter en la trena a un ladronzuelo, a cerrar un establecimiento porque le faltaba una firma en un papel, a adormilarse mientras los letrados discutían los problemas de una moza dedicada al arte cinematográfico aunque realmente hacía horas extraordinarias en otros menesteres, y a otro sin fin de presuntos delitos que, con una justicia rápida, se podían solucionar en veinticuatro horas.

No sé cómo anda ahora la cosa, pero recuerdo los Juzgados de Paz que había antiguamente en los pueblos, servidos por jueces legos nombrados por la Sala de Gobierno del Tribunal Supremo, que solucionaban problemas sencillos y que se trasparentaban de entre la gente del término municipal. (Como no soy del gremio e ignoro todo cuando tiene relación sobre el particular, quizá esto último que recuerdo de cuando era joven, que fue suprimido y quizá se sustituyó por algo que, desde luego, no es tan cierto). Y no digamos nada de la eficacia del Tribunal de las Aguas de la Vega de Valencia que cada jueves se reúne en la Puerta de los Apóstoles de la Catedral de Valencia desde el siglo xvi para dirimirlos problemas de riego entre los labradores de la zona, de acuerdo con su ley especial, con la eficacia de que, una vez oídas las partes y dirimido el tema, sobre la marcha dictan sentencia que va a misa, que dirían los castizo en el sentido de que no hay quien lo mueva.

Como decíamos, en el citado artículo se empezaba a poner de manifiesto la necesidad que hay de hablar claro sobre todas las tropelías que se vienen cometiendo en España desde hace tiempo, pero desmesuradamente a partir de hacerse cargo de las distintas administraciones la izquierda socialcomunista que capitanea Pedro Sánchez y es seguida a rajatabla por sus mesnadas de distintos colores, de diferentes pensamientos, y de distintas intenciones respecto a qué se ha de hacer de la España formada durante siglos y que ha sido capaz de llevar la cultura europea y la enseñanza de Jesús de Nazaret por el mundo entero. Empezando, naturalmente, por las decisiones que libremente toma Pedro Sánchez y que impone a toda la feligresía nacional mediante decreto ley o retorciendo el contenido de las disposiciones existentes.

En cuya tarea, como dice Van-Halen, y reflejan cada día los medios de comunicación, participa en estos momentos sin reparo ni melindre alguno Alberto Núñez Feijóo, como son los dos siguientes comentarios hechos públicamente estos días. En el primero insta al Gobierno a que baje los impuestos, como lo está haciendo Alemania, «para dejar de asfixiar a los españoles»; en el segundo acusa de irse de vacaciones en Falcon y helicóptero, a rascarse la barriga, mientras deja a los españoles con el «apagón energético». Tirándole a la cara que no ha dicho ni mu sobre el programa que le sometió en la reunión que mantuvieron, aunque aprovechando alguna de las propuestas para apropiársela.

Y, decimos nosotros, Pedro o el ministro correspondiente no ha asomado la cabeza para responder a Arnaldo Otegui quién, esté o no esté de vacaciones, aprovecha cualquier oportunidad para soltar alguna de sus coces, tal como «Simón Bolívar, vasco de origen, sigue presente en todas las luchas por la soberanía de los pueblos. Felipe VI se mantuvo sentado. Nuestros pueblos siguen en pie. ¡Hasta lograr nuestra independencia!». Ni Pedro ni sus vasallos han abierto el pico, ni han dado orden de detención.

Como no nos achantamos de nada hoy nos acompaña un raro botijo de barro vidriado, posiblemente de origen catalán, con la maléfica intención de que dé un trago de agua cristalina de Madrid el pérfido Otegui a ver qué tal le sienta.




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