«Yo me meto en la cama con quien me da la gana»

23/10.- La invectiva de Inés Montero, digna de la célebre frase de El Gallo, «Tié q'haber gente pa'tó», quedará inscrita en los anales del Senado...

​Publicado en la revista 'Desde la Puerta del Sol', núm 366, de 23 de octubre de 2020.
Ver portada Desde la Puerta del Sol en La Razón de la Proa.

«Yo me meto en la cama con quien me da la gana»

Ahí queda eso. No se puede decir que no esté claro. Y dichas palabras las pronuncia «urbi et orbi» desde el Senado, a los cuatro vientos, sin pudor alguno, nada menos que la ministra de Igualdad, la que con sus ministriles arengas y actuaciones trata de enrocar en sus ideas –si es que las tiene– a las mujeres españolas. Nunca habían oído tamaña expresión las paredes de aquél noble edificio del siglo xvi, que albergó durante años el antiguo Colegio de la Encarnación, posteriormente las Cortes Unicamerales antes de que lo hicieran en Cádiz, y entre 1820 y 1823 el Trienio Liberal, ocupándolo en 1835 el Estamento de Próceres previsto en el Estatuto Real de 1834, manteniéndose como Cámara Alta hasta 1923, siendo sede del el Consejo Nacional del Movimiento durante el régimen de Franco, y pasando a ser ocupado, tras la transición, por el actual Senado, llevándose a cabo una ampliación del edificio mediante una boutade que no concentra los gustos de todos los que ven la construcción por el exterior.

Pues sí, la invectiva de Inés Montero, digna de la célebre frase de El Gallo, «Tié q'haber gente pa'tó», quedará inscrita en los anales del Senado. ¿Y por qué la soltó la ministra de Vallecas? Porque no la cayó bien la exposición de la parlamentaria popular, Adela Pedrosa, al manifestarse en contra de los trapicheos de Pablo Iglesias, calificándolo de machista y haciendo referencia a si se sentía cómoda en la posición de compañera de trabajo del vicepresidente del Gobierno. Con esa expresión, la ministra dejó claro sus principios filosóficos en relación con la relación que las mujeres habían que mantener con los hombres, siguiendo el ejemplo de tan docta señora: meterse en la cama con quienes les diera la gana, sin mayores miramientos, sin ser escrupulosas, da igual.

Lo que es otra forma de pronunciar la frase «Hijos sí, marido no» que se decía en las manifestaciones de mujeres allá por 1936; claro que no encaja del todo en los tiempos actuales dado que, además de no querer al marido, tampoco desean a los hijos, pues los abortan por quítame allá esas pajas si vienen a destiempo, son resultado de no haber usado el preservativo ese día, o cualquier otra disculpa. Incluyendo en esa práctica a las adolescentes que se han pasado de la raya.

Está claro, clarísimo: es un carajal, andamos metidos en un permanente barullo, cada quién tira para donde le empujan las meninges. Nos fijamos en Inés Montero porque es como una de esas sirvientas que aparece por casa y resulta desordenada, despistada, rompe las cerámicas, engancha todo cuando pasa el aspirador, se la olvida la sabana bajera cuando hace las camas, total, un desastre. Pues esta chica, dentro del Gobierno, del Parlamento, o donde la pongan, es por el estilo, aunque hable mucho, probablemente con exceso, resultando difícil callarla.

Pero quien con su entrañable asesor Ivan, se lleva el premio, es Pedro Sánchez. No da una a derechas; lo que permanentemente resulta ser norma suya es ir saltándose a la torera todo lo que le pongan por delante cuando intenta conseguir alguno de sus propósitos, para lo que, sin mayores miramientos, utiliza el mismo sistema de los verracos: embestir al trapo, saltándose leyes, decretos, acuerdos, y todo papel escrito, firmado y sellado que le moleste para conseguir su propósito.

Y con el tema de la renovación del Consejo General del Poder Judicial va como con anteojeras tal cuadrúpedo que hace girar la rueda de la noria, que solo ve por donde tienen que ir, aunque en el caso de él es solo por dónde quiere ir. Le da igual que la señora Merkel y el partido CDU alemán estén en contra de la reforma judicial de Sánchez porque consideran «daña al Estado».

O que la presidenta de la Comisión Europea, Úrsula von der Leyen, no se haya andado con chiquitas tras la polémica del CGPJ, y, sin más disculpas, ha cancelado el viaje que tenía previsto realizar a España para asistir a la reunión que Sánchez había montado con los presidentes de Comunidades Autónomas, para los primeros días de noviembre, dándose cuenta, probablemente, de que la quería meter en uno sus enjuagues.

Además, por si estos indicios no son claros, también ha recibido una advertencia del Consejo de Europa en el sentido de que «puede violar las normas anticorrupción» –tema que está estudiando el citado Consejo– y por ende hacer peligrar las asignaciones concedidas para levantar al país de la pandemia del covis-19.

España no se encuentra en situación de montar una tamborrada para celebrar nada merecedor de una exhibición semejante; todo lo contrario, más bien está en condiciones de hacer sonar los clarines convocando a sus gentes para sacar adelante una tarea común, seleccionando a quiénes han de tomar las riendas, ordenen el cotarro y ponga los papeles en limpio, ya que cada vez están resultando más embadurnados.

A pesar de que parezcamos unos gafes empeñados en soltar augurios nefastos uno tras otro, no es así. Somos gente de esperanza y por ello alegres. Y porque tenemos esperanza nos emperramos en hacer limpieza para que España resulte un país maravilloso para todos, para los que vivimos cada día en nuestro rincón, para los que nos visitan disfrutando del sol prodigioso que nos acompaña con frecuencia, degustar la cocina tan variada y sabrosa que se presenta en cada lugar, de las montañas y valles que conforman nuestra geografía, y, por qué no decirlo, de la amabilidad del pueblo español cuando no se cabrea y se le juntan las cejas; de las dificultades de que todo eso sea una realidad se dan cuenta los españoles, advierten que los están engañando o pretender hacerlo, y desean, simplemente, mantener un medio de vida holgado, sin exceso, que los excesos tampoco son buenos, pues hay que ganar cada día el pan con el sudor de la frete.

Por eso traemos hoy un botijo de Sargadelos, pieza hermosa digna de colección. Da fe de que la belleza todavía existe, a pesar de la bazofia que nos rodea.

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