Mucho lío para un mismo verano.
Publicado en la revista Desde la Puerta del Sol núm. 491, de 24 de agosto de 2021. Ver portada Desde la Puerta del Sol en La Razón de la Proa (LRP). Recibir actualizaciones de LRP.
Con tanto lío como el que nos hallamos metidos este verano, calenturiento por demás, uno se pregunta, inocentemente, dónde andan los políticos que tanto trabajan por nuestro interés, por la mejora de la población que se empeña en encontrar un trabajo para poder vivir ya tenga una ralea pendiente de él, o ya esté solo por este mundo, por esta España que nos quieren cambiar para que podamos vivir felices como en Babia a base de desquiciar las estructuras y tratando de retorcer las leyes para hacer lo que les apetezca de acuerdo con las normas progresivas que se sacan del sobaco.
Por un lado tenemos el covid que, como dice una ministra, durará cantidad de tiempo, y que los ineptos han ido intentando solapar con decisiones cambiantes, incompletas, desequilibradas para lo que se precisaba hasta el momento actual, en el que hay un batiburrillo considerable entre lo que el Gobierno dice en el sentido de soltar la cuestión para que cada quien se las arregle como pueda, quedándose libre de responsabilidad al lavarse las manos de lo que pueda suceder en el futuro en tan enmarañado tema. De esta forma las decisiones quedan a discreción de las comunidades autónomas, y serán éstas las que han de moverse para intentar cortar la propagación del virus, la interpretación de cada quien respecto a la libertad personal para hacer lo que le venga en gana, descargando la responsabilidad de mayor calado en los tribunales de Justicia, tales como la elucidación de la citada libertad personal en determinados hechos o acontecimientos de los ciudadanos para la conmemoración de las fiestas patronales, o la profusión de grupos de multitudes de diferentes sexos y edades en celebración de «botellones» en cualquier lugar público o privado del país.
Todo ello, sin duda, es un claro exponente de la insolvencia de nuestro Gobierno para hacer frete al tema, la falta de autoridad que precisa para mantener el orden público, la imbecilidad que domina a una parte de la población que incumple las normas lógicas para evitar la extensión de la pandemia que esas expansiones conlleva. Porque, con medidas adecuadas, y una población que cumple las normas en beneficio de todos, el país podría haber estado funcionando casi normalmente desde el primer día. Estamos seguros de que, con Franco, hubiera ido todo mucho mejor, los ministros no hubieran estado desaparecidos, la población habría estado concienciada de cómo se debía comportar, el orden hubiera funcionado con normalidad, las necesidades médicas se hubieran ido consumando a medida de la demanda. Es decir, habría existido un orden desde arriba que se hubiera extendido por todo el territorio español, hasta por la Cañada Real madrileña.
Por otro lado, parece que este año nos ha visitado «El Pupas», trayéndonos primero agua en demasía sin que cayera donde convenía para que se llenaran los embalses, y después con la propagación de incendios por gran parte del suelo español. Ha sido, y está siendo, un desastre morrocotudo, difícil de solucionar, ya que se han perdido montes, tierras de sembradío y pastos, ganado, y viviendas. Menos mal que para ir solucionando los problemas de cada día ha estado la propia gente del campo que ha echado una mano a quienes han visto desaparecer sus pertenencias –sin que los burócratas y los políticos hayan hecho su aparición–; y ahí han estado, con los medios apropiados, bomberos, empleados de montes, Guardia Civil, Policía Municipal, voluntarios y medios dedicados a enfrentarse con estas calamidades, que han podido con las llamas; y cómo no, con ellos los miembros de la Unidad Militar de Emergencias (UME) que siempre están dispuestos para enfrentarse con las diferentes catástrofes que se pueden producir en el país.
Los españoles de hoy, tan pacifistas, dan la impresión de que sienten como urticaria si se habla del Ejército; pero a la hora de la verdad recurren a él para solucionar no pocos problemas. Y en esto del covid no está suficientemente utilizado, ya que, además de utilizarlo en perseguir a los contagiados para evitar la propagación de la pandemia, deberían haber colaborado en mantener el orden, tanto en recordarnos el comportamiento que debíamos tener para el bien de la colectividad, como para cortar de raíz las juergas privadas organizadas por los insensatos, y las constantes «litronas» que se han propagado por toda España.
¿Y qué pasa con Afganistán? ¿Cómo es posible que hayamos sido los últimos en acudir en defensa de nuestra gente y de los colaboradores que, por una u otra causa, hemos tenido en aquellas tierras? ¿Dónde estaban nuestras lumbreras ministeriales? ¿Cómo es posible que mientras los talibanes iban ocupando ciudades de su país nuestros ministros estuvieran de vacaciones, con el presidente del Gobierno el primero? Evidentemente, con Franco esto no hubiera pasado. Seguro que desde el primer movimiento de aquella tropa de talibanes, o antes de que se produjera, contando con la información, Franco habría mantenido un Consejo de Ministros permanente, así como funcionando todos los servicios nacionales e internacionales que tuvieran alguna relación con el tema, aunque hubiera sido mínima, para poder tomar decisiones en el momento justo. Pero, claro, no se van a pedir peras al olmo, que dice el refrán español.
El presidente tiene que descansar y, todo lo más, aprovechando los medios actuales, mantener una videoconferencia con los ministros o presidentes de comunidad cuando lo considera oportuno. Y eso es lo que ha hecho en esta ocasión: poner en marcha la videoconferencia con los miembros más involucrados de su equipo, mandar unos aviones a Afganistán para que se traiga a los que puedan, comunicar a diestro y siniestro que el viernes regresará a La Moncloa, dando la impresión de que se incorpora para atender todos estos problemas, aunque olvidando aclarar que es porque se marcha a Egipto y Kenia en compañía de un grupo de empresarios con objeto de sondear oportunidades de inversión. Con la batahola que se mueve por el mundo nacional e internacional, parece una broma montar un viaje del presidente del Gobierno para «sondear oportunidades de inversión» en esos países. Si ni los embajadores ni los agregados comerciales son capaces de sondear las oportunidades de inversión, ¿para qué están?
Como no nos acordamos de nada de lo que sucedió en los cuarenta años que siguieron al fin de la Guerra Civil, conocidos como de la Paz, se nos ha ocurrido hoy pensar cómo hubiera funcionado España en los momentos actuales con Franco. Y, aunque de forma un tanto pedestre, hemos hecho unos apuntes en los que hemos intentado llegar a la conclusión de que todo hubiera funcionado de otra forma, con soltura, sin romper la laboriosidad de los españoles, poniendo las medidas que fueran necesarias, haciendo trabajar al que fuera preciso si era fundamental para que la rueda funcionara correctamente. Y aunque fuera en el palacio de Ayete, con el Consejo de Ministros permanentemente de guardia, sin que faltara ninguna pieza.
No sé si para vencer los calores y aclarar la garganta en Ayete tendrían algún botijo, aunque estoy convencido de que rondaría más de uno por aquellos despachos. Quizá original de La Nava, Alicante, como la pieza antigua que hoy traemos al recuerdo.