Nuevo Orden o gente pa’tó
Publicado en la revista Desde la Puerta del Sol, núm 425, de 6 de marzo de 2021. Ver portada Desde la Puerta del Sol en La Razón de la Proa. Recibir actualizaciones de La Razón de la Proa.
A uno le apetecería comentar temas agradables, relatar que ha leído tal o cual texto que realmente le emocionó y enseñó el camino para encarrilar su andadura hacia soluciones personales llenas de felicidad, permitiéndole programar su futuro con astucia para que le resultara lo más beneficioso posible pero sin que ello supusiera quitar nada a sus semejantes, sino simplemente mediante la utilización de su esfuerzo personal.
Mas dado como está la vida, sin duda esa bucólica ensoñación no deja de ser una utopía ya que lo que se ve obligado a comentar, lejos de lo que quisiera, son temas completamente opuestos, plagados de sombras, lleno de nubarrones o calima parecida a la que nos viene acompañada de arenas del desierto africano, lo que, sin duda, pone tristeza en el ambiente. A eso, por su monotonía, nos llegamos a acostumbrar salvo cuando surgen los agoreros hablándonos del cambio climático, de cómo se rompen los hielos en el Ártico, describiéndonos, en lugar de todo aquello con lo que nos podríamos complacer, todas aquello de lo que hemos de prescindir para conseguir que el futuro de la humanidad sea un poco más largo… aunque con muchas más carencias.
Sertorio nos habla, en el artículo que reproducimos, de que estamos camino de convertirnos en parias aunque felices, porque nos acostumbraremos a disfrutar de lo escaso que reservan para nosotros los que lo tienen y controlan todo. Aunque un amigo mío mantiene que eso del Nuevo Orden es un camelo de mucho pistón, lo cierto es que, poco a poco, nos van metiendo en el chiquero los que controlan o intentan controlar todo lo que se mueve –y también lo que está quiero– en el mundo Tierra, y solo nos permiten disfrutar de lo que su santa decisión les plugo en cada momento, sin considerar que somos seres como ellos, o parecidos.
Como decía antes, basta con echar una miradita alrededor de uno y se tropieza con un sinfín de acciones que no indican precisamente la marcha hacia lo mejor, aunque lo llaman progreso, sino precisamente el retorno al primitivismo y la ignorancia. Si nos paramos a ver alguno de los variados programas de la tele que dedican el tiempo a emitir concursos, en no pocos aparecerá una persona que expondrá que su intención es ganar un dinerito para mejorar la vida de los animales, cuidarlos como se merecen, etc., pero nadie plantea que el dinero lo quiere para montar hogares destinados a madres que hoy se ven obligadas a abortar por falta de medios, o para centros en los que se incline a las embarazadas a traer a sus hijos al mundo como los trajeron a ellas. Que un animal viva bien es una aspiración de no pocas mujeres, pero que un niño sea muerto antes de nacer no tiene la menor importancia.
En este trajín de conseguir lo negativo, hay no pocos encantados con que se haya abierto la veda para que, haciendo uso de la ley de eutanasia, elegir cuándo marcharse para el otro mundo –aunque la mayoría de los que la utilizan no creen en la existencia del mundo del más allá–.
Volviendo a la sensiblería de proteger en exceso a los animales, donde se dan casos sumamente chuscos, puedo decir que cuando Calambres –un nervioso perro que tuve durante muchos años con el que compartí cariño mutuo– estuvo enfermo y con los ojos pedía que le dejaran ir al cielo de los canes, en la veterinaria se negaban a ponerle la inyección para que descansara el pobre. Somos así de memos.
Y podríamos hablar también del interés que tienen algunos descerebrados en empeñarse en abrir la puerta para que cada quien sea del género que le plazca, sin tener en cuenta la morfología de nacimiento y los atributos con los que fue dotado; para ello se valen de la transformación del sexo en género, idea parida por quienes intentan confundir todo lo que existe, rompiendo los esquemas de la Creación, y dejándonos reducidos a pura miseria. Cuestión esta que no es tenida en consideración por quienes, en primer lugar, han sido paridas por sus madres, han desarrollado y utilizado el sexo con el que vinieron al mundo, y, cuando quedan embarazadas, no abortan a las primeras de cambio sino que están contentísimas de traer hijos al mundo –probablemente pensando que sus hijos son más importantes que los demás–, sin preocuparles saber de qué sexo son, pues prácticamente cualquiera es bien venido, y de ninguna manera intentan cambiárselo.
Ese es el mundo en el que nos movemos. Sacamos a cada momento los trapos sucios del opuesto, aunque sea una suciedad de nada, y escondemos la nuestra que pringa hasta lo indecible. Por ejemplo, se ha levantado la polvareda de que las infantas Elena y Cristina durante la visita que hicieron a su padre en Abu Dabí, se habían vacunado del covid19 sin esperar el momento que las tocara en España hasta contando con la participación de Iglesias, Iceta y ERC; sin duda es de cretinos que intentan tapar todos los tropiezos cercanos que aparecen registrados en los tribunales y que les podría dar a ellos un profundo disgusto. Como les ha dicho Sánchez Dragó, lo han pagado de su bolsillo y han ahorrado dos vacunas de las que con escasez están llegando a España.
Y se podría hacer una larga lista donde cabe de todo, pues, a diario, aparecen en la prensa nuevos abusos –por ser suaves en la definición– de un considerable número de individuos con cargos públicos o en algunos partidos políticos que tratan de tapar de cualquier forma. El primero, sin duda, es Pablo Iglesias quien intenta meter en el CGPJ a algún amiguete para que eche tierra sobre sus desmanes de diferentes tipos y categorías, entre ellos el caso Neurona que por lo menos le llega hasta los ijares. En ello le sigue Monedero, el simplón de Pablo Echenique, Íñigo Errejón, Rafael Mayoral, y un largo etcétera extendido por todo el territorio nacional, trayendo ahora dos de los últimos pecados descubiertos de los cometidos con el fisco, uno que corresponde a José Manuel Fernández Tornero, recién presidente de TVE, quien tiene a su nombre, para eludir impuestos, una sociedad instrumental en la que esconde un patrimonio de 820.000 €; y el otro del exministro Francisco Caamaño que intentó cobrar 300.000 € por un trabajo que solo valía 19.000 €
Además de las trampas y liberalidad con la que se interpretan las leyes o las penas impuestas por los Tribunales de Justicia, que se suavizan con cualquier disculpa, como es el caso de acercar los presos etarras a su terruño, homenajearlos cuando salen de prisión o por cualquier otra causa; o, lo que es una auténtica charlotada: aplicar el tercer grado a los presos del 1-O (Oriol Junqueras, Raúl Romeva, Jorge Cuixart, Jorge Sánchez, Jorge Turull, José Rull y Joaquín Forn, así como a la expresidenta del Parlamento catalán Carmen Forcadell y la exconsejera Dolores Bassa) por un lado para, días después, una vez que hicieron la campaña electoral, lanzarse la Fiscalía a pedir al tribunal Supremo la vuelta de todos ellos al recinto carcelario.
No sé si todo esto tiene que ver mucho o poco con el Nuevo Orden, pero lo cierto es que resulta un absoluto desbarajuste que huele profundamente a estar dirigido, un juego absurdo y lastimoso con los ciudadanos que intentan disfrutar de la vida para la que fueron creados. Habrá que meditar profundamente al respecto y ponerse en marcha para conseguir lo mejor.
Metidos en cuestiones confusas que hablan de romper las normas establecidas tradicionalmente o por las instituciones creadas para ello siguiendo las estructuras de lo canónico, nos atrevemos a traer un botijo que se sale de lo canónico, del que no sabemos su procedencia, en forma de pavo. Hay gente pa’tó, que decía el torero.