Por qué ponen apellido a VOX
Nadie puede negar que los españoles somos muy aficionados a poner motes, apodos o sobrenombres.
Publicado en la revista El mentidero de la Villa de Madrid núm. 812 (17/OCT/2023), continuadora de Desde la Puerta del Sol. Ver portada El Mentidero en La Razón de la Proa (LRP) Recibir el boletín semanal de LRP.
Nadie puede negar que los españoles somos muy aficionados a poner motes, apodos o sobrenombres, como lo queramos definir, a nuestros congéneres, pues las variantes con que se conocen estas denominaciones también son generosas y múltiples, como lo es nuestro diccionario. Incluso no es preciso recurrir a terceros para adjudicar un alias, ya que no son pocos los que así mismos se ponen remoquetes con los que adornan su actividad, caso de los toreros como ejemplo largamente conocido, o el de carpantas para los perezosos por citar uno aplicado a todos los que viven de acuerdo con las premisas de un mismo colectivo.
De ahí en adelante, como decimos, es generoso el diccionario; y si falta algún alias enseguida surge del pueblo, que es el que tiene más gracejo al respecto pues, en un pispas, un castizo, con una ocurrencia, es capaz de rebautizarte de por vida marcándote con un mote que te viene al pelo. Y por si no hay bastantes apodos, se recurre al renombre, al apelativo, a adjudicar un segundo apellido a las personas en función de su actividad, sus inclinaciones, sus tendencias, su ideología...
Donde son pródigamente aplicados es en el ámbito rural. El sobrenombre en las familias es generoso, como lo es en los individuos en particular. Incluso unas y otros lo vienen transmitiendo de generación en generación hasta el punto de que, en muchas ocasiones, pueden hasta ser incógnitos los nombres con los que figuran en el Registro Civil.
Otro ambiente donde son utilizados con esplendidez, aunque de diferente calado, son los aplicados en el ámbito político. Rojos y nacionales eran dos designaciones normales durante la Guerra Civil; comunistas, socialistas, falangistas se aplican a los que hierven en partidos políticos y definen a quienes adquieren esa inclinación. Y podríamos hacer una larga lista al respecto pero no es cosa de agotar la imaginación.
Dentro del ambiente político están los que adquieren un aparejo con inclinación despectiva cuando no les es aplicado con intención insultante. Entre nosotros son frecuentes los de fascista, nazi, y muy pródigamente el de extrema derecha.
Pero, ¡oh sorpresa! Se evita el de extrema izquierda que, lógicamente, corresponde a la izquierda rampante, desgarrada, belicosa, ambiciosa de implantar nuevos esquemas para la vida de los demás, matona, violenta,... a los que se pueden agregar los asesinos de ETA, sean de izquierdas o de derechas –pues se mezclan– , que aprovechan los ambientes y las circunstancias para mover el árbol de las nueces con el fin de disfrutar de los beneficios que indirectamente les aportan...; toda una panda sin escrúpulos que se puede encajar en la izquierda extrema o extrema izquierda como gusta decir a Pedro Sánchez aunque a ese conjunto de gentes se le elude ese apellido.
Cosa que no sucede en el caso de VOX, pues no se le aparta del sambenito de extrema derecha o derecha extrema, simplemente porque no está de acuerdo con lo que prodiga la izquierda dado que sus planteamientos son contrarios a las ofertas; por ejemplo, ahí tenemos a Yolanda, la Yoli, que en sus homilías bosqueja una forma de ser distar a su forma de vivir y vestir.
Porque en los partidos de izquierda existe cosas que los definen profundamente como el invento de las checas, los paseos nocturnos, la quema de iglesias, la destrucción del patrimonio histórico y artístico, y toda una retahíla que ha quedado reflejada ampliamente en los documentos escritos en cualquier punto del globo terráqueo, mientras que la inclinación de VOX se limita a plantear un país en el que las personas vivan cuidando su conciencia, portándose correctamente, practicando una convivencia exenta de odios y desmanes, respondiendo a unas leyes de honor, ajustadas a unas formas morales que no dañen el carácter de los demás, en resumen, aquello que se desprende de los valores que deben alumbrar a hombres y mujeres, pues con ellos nacieron y a ellos les corresponde desarrollar a lo largo de su existencia. ¡Y eso es ser de ultraderecha!
Confieso no haber votado nunca a VOX, pero los respeto en casi todos sus planteamientos, cosa que no cabe hacer con los de ultraizquierda, ni con los de izquierda sin más apellidos que son, lo han demostrado, la negación de los valores apuntados anteriormente.
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