Estos chicos del PSOE son maestros en poner en la calle latiguillos dirigidos a determinadas personas con el fin de darle a la badana todo quisque. De los más recientes –pues a veces, según qué oportunidades, son prolíficos en estas gestas– es la frase «que se explique» puesta en marcha con respecto a las andanzas del rey Juan Carlos, y enarbolada a diestro y siniestro últimamente con motivo de su visita a España para asistir a la regata celebrada en Sanjenjo, a ver a la familia o a darse un garbeo por su tierra ya que es lógico que le apetezca cambiar de ambiente, de caras, vestimentas y calores.

Todo el gobierno estuvo aquellos días con el «que se explique» respondiendo a cualquier pregunta que se les hiciera sobre lo que estaban haciendo mal. Incluso los horteras y macarras que los siguen en la escala oficial y que deben tener, entre sus obligaciones, repartir por el ámbito nacional los mantras que pone en marcha Pedro, bien surjan del coco de esos chicos que le asesoran y le sugieren lo que debe soltar en sus comparecencias, o del propio Pedro, que para eso tiene condiciones.

El rey Juan Carlos, que es más espabilado que todos ellos aunque luego caiga en errores de difícil solución, a la petición de explicaciones respondió jocosamente, «¿de qué?». Y hasta la fecha nadie ha puntualizado de forma certera. O bien porque no lo saben, o bien porque no se atreven.

En este momento, pensamos, el que tiene que responder de forma clara a esa pregunta que hace una gran parte de España es el propio Pedro. Y la pregunta se refiere a que explique cuál es el tejemaneje que se trae con Mohamed VI, así como las razones por las cuales dejó en manos del rey de Marruecos el plan de autonomía marroquí sobre el Sahara, por las buenas, sin anunciárselo al jefe del Estado, el rey Felipe VI, ni contar con su Gobierno, ni con el Parlamento, ni con el pueblo español, actuando con total independencia, como si fuera su cortijo. Enviando días después a Rabat, para respaldar tal acto, a dos individuos, José Luis Rodríguez Zapatero y Miguel Ángel Moratinos, que no tienen nada que ver en estos momentos en cuanto a las acciones que debe o puede hacer quienes tienen el poder del Estado.

Cabe suponer que la respuesta que debe dar Pedro Sánchez probablemente tenga numerosos ramales, pues da la impresión de que es un pago en especie de alguna factura que hay en manos de Mohamed VI y que Pedro de ninguna forma puede recuperar, ya sea por estar emitida por el Pegasus, ya por cualquiera otra travesura de él o su esposa Begoña.

Con ello ha enfadado profundamente a los argelinos que prácticamente han suspendido el Tratado de Amistad y Relaciones de Buena Vecindad que media entre ambos Estados, así como prácticamente las relaciones diplomáticas con España, habiendo cortado, además, las relaciones comerciales entre los dos países, lo que ha obligado a España a pedir árnica a la Unión Europea para que haga uso de sus poderes al objeto de aminorar el desaguisado comercial. Y gracias al mensaje de firmeza que ha enviado la UE a Argelia, esta ha rectificado las medidas económicas adoptadas.

Pedro tiene que justificar ante España y los españoles por qué ha cometido esa ligereza, por qué ha hecho uso de unas facultades que no tiene ni le corresponden, por qué se ha saltado a la torera los intereses de España menoscabándolos, por qué se alza como dictador de este país que queremos libre y apacible; postura que, según se escucha en los mentideros, ya está siguiendo aplicada en la política de cada día para poder, tras la aprobación de la ley de seguridad nacional, llevar a España a una dictadura en la que él aparezca como principal cabecilla.

Lo que suponemos que piensan la mayoría de los españoles sensatos es que Pedro Sánchez tenía que presentar su dimisión e ir al juzgado de guardia a confesar todas sus intrigas y conspiraciones, sus maldades y trapicheos, sus tropelías y pecados. Rezamos para que lo haga antes de que sea la Guardia Civil la que tenga el encargo de acompañarlo para limpiar su alma, o lo que tenga en sustitución.

Para que esto llegue a ser realidad algún día, rezaremos concienzudamente en compañía del botijo que hoy traemos a colación, antiguo él, y procedente de Mazcuerras, Cantabria, aunque sin conocer las manos que lo fabricaron o decoraron.

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