Con dos bemoles, y tres si llega el caso, la presidenta de Economía en funciones y aspirante a dirigir el BEI, soltó por televisión que Pedro Sánchez era el mejor presidente que había tenido España, que había gobernado como nadie y que teníamos que hacerle caso y obedecerle en todo lo que dijera. Seguro que esto no es con exactitud lo que ella soltó, pero sí lo que contenía su alocución pronunciada como en un grito de salvación de los pobres españoles que no saben por dónde se andan y no encontrarán nadie mejor que los lleve por los caminos del progreso.

Evidentemente que la mayoría de los españoles no saben por dónde se andan. Ni, por lo tanto, por dónde los lleva Pedro Sánchez. Por lo tanto no advierten cómo se acercan cada día un poco más al acantilado que los lanzará de cabeza al vacío y a su destrucción, empujados por él y la compaña de instigadores perjuros y traidores con su Patria que los arrastra con el espejismo de un progresismo demencial.

Está claro que con la compañía amancebada que nos controla solo se conseguirá la destrucción y, a lo más, buenos lugares donde Pedro y la barbarie podrán gozar de excelente vida mientras el resto de los españoles se hallarán en la miseria.

Al menos que suenen las campanas de todos los campanarios de España tocando a rebato para que los españoles se lancen a la calle, al campo, a la carretera pidiendo el fin de esta pudrición, y quienes tienen los poderes para ello, de acuerdo con lo que se prevé en la Constitución, decidan que ya se acabó la broma, que todos hemos de volver al redil acompañados de buenos mastines que nos protejan y señalen el camino adecuado.

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