Reencuentro con Cataluña

15/06.- Según nos dicen, hemos de reencontrarnos con Cataluña. ¿Nosotros? ¿Por qué, si no hemos hecho nada por alejarnos de ella?

Publicado en la revista Desde la Puerta del Sol núm. 468, de 15 de junio de 2021. Ver portada Desde la Puerta del Sol en LRP. Recibir actualizaciones de La Razón de la Proa.​

Reencuentro con Cataluña

Lo cierto es que, cuando uno abre los ojos al despertar y recibe los rayos de sol a través del balcón o la ventana, lo primero que se le ocurre es dar gracias al Señor por permitirle contemplar esa maravilla incomprensible sin Él, a pesar de lo que digan todos los científicos que andan dando traspiés para descubrir qué hay más allá de nuestro planeta, y encontrar la justificación de cómo se creó el mundo y todo lo que hay en nuestro planeta y en las galaxias que andan por el cosmos.

Lo malo es que, momentos después, recordamos el devenir de cada día y la miseria que nos rodea, en la que revuelven la porquería una caterva de mezquinos, minoría en el conjunto de la nación, pero prepotentes por demás, que asaltado los centros de poder, llevando el país mediante una tiranía insoportable.

En estos momentos, según nos dicen, hemos de reencontrarnos con Cataluña. ¿Nosotros? ¿Por qué, si no hemos hecho nada por alejarnos de ella? ¿No será Cataluña la que tiene que olvidarse del maléfico sueño de separarse del conjunto de España y volver a aceptar las normas de la convivencia entre todos los de los diferentes rincones? Lo malo es que no se tiene en consideración a una mayoría de catalanes, de los que no se habla, a los que no se tiene en cuenta, que olvidamos unos y otros, que se siente y quieren permanecer en lo que es la histórica España de muchos siglos de andadura, sin poder hacerlo.

Probablemente el eslogan de «reencuentro con Cataluña» sea una de las genialidades de Pedro Sánchez, salvo que haya salido de los programas del servil aunque influencer –como se dice ahora– fautor que lo acompaña. Complementado el eslogan con palabras y expresiones deshojadas como hojas de una margarita, tales como concordia, no a la venganza, no busquemos revanchas, utilizar el sentido común, reconciliación, entendímiento, diálogo, etc., secundado por toda la farándula que lo acompaña y rodea, al tiempo que unos y otros sueltan frases, inculpatorias para la oposición, como «seguir enfrentando a Cataluña con España»; o recurriendo a la alegoría como:

«Hace años vivimos un choque de trenes que llevaron a un fracaso colectivo que aumentó la tensión social y creó una ruptura y desconfianza. No tenemos que volver a esa estrategia fallada [...] Hay que buscar soluciones para conseguir concordia en Cataluña»; o hay que acudir a medidas de gracia como una apuesta «bastante sensata» para la «reconciliación»; siendo Pedro Sánchez el más contundente: «Nos jugamos el futuro, no solo el presente. El futuro vendrá de la mano del reencuentro, y el reencuentro solo se alcanzará con argumentos, con motivos. No podemos fallar. Apostamos por la concordia y el reencuentro»; frente a lo que, sin ningún pudor, dice Pedro Aragonés, «con coraje buscando una solución política a un problema político y sacar el conflicto de los tribunales», pasando a la mesa de diálogo con el objeto de ser «el inicio para la negociación y defender la amnistía y la autodeterminación».

Todo ese despiporre olvidando las manifestaciones de la Fiscalía y el Tribunal Supremo que asegura que no puede concederse indulto por no haber «arrepentimiento» y no encontrarse razones de «justicia, equidad o utilidad pública», «cuando se presentan como presos políticos quienes han sido autores de una movilización encaminada a subvertir unilateralmente el orden constitucional, a voltear el funcionamiento ordinario de las instituciones y, en fin, al imponer la propia conciencia frente a las convicciones del resto de sus ciudadanos».

Mas no era nuestra intención, después de haber disfrutado el sol de la amanecida, dado gracias a Dios por todos los dones que recibimos de su bondad y magnanimidad, y traer al magín que nos encontramos rodeados de seres miserables, felices por hallarse en esta barahúnda, acompañados de escándalo público, en detrimento del bien general que aprovechan en beneficio particular. No. Teníamos la intención de poner de manifiesto la desdicha que sufrimos al tener que escuchar cómo esa morralla de gente ensucia las palabras del diccionario, pues sus intenciones son contrarias a lo que manifiestan. Sí, son despreciables porque no tienen el mismo comportamiento para todos sus actos, toda vez que embrollan la vida nacional según los intereses para los que reman.

¿Por qué no han pensado actuar de igual forma, con el mismo fin, cuando pusieron en marcha la Ley de Memoria Histórica del memo, necio, badulaque –pero listo como un pulpo para apoderarse y beneficiarse de todo aquello a lo que alcanza su mano– Rodríguez Zapatero? ¿Por qué Pedro Sánchez no tuvo el mismo comportamiento cuando se empeñó en sacar los restos de Francisco Franco del Valle de los Caídos, olvidando que los beneficios de los que goza en estos momentos se lo debe, no a Largo Caballero, sino a Francisco Franco y todos los que trabajamos duramente para conseguir un país como el que tenemos, a los que nos trata despectivamente como fascistas? ¿Por qué no tiene la misma consideración y deseo de diálogo y reconciliación en relación con el Valle de los Caídos, y sin decoro alguno sacó a relucir su peor vocación de revancha?

A pesar de todo, nos da pena ver a Pedro Sánchez recorrer los países hispanos, que le importan una higa, para disimular que no se encuentra en la reunión del G7; no por lo tocante a él, que no lo queremos ver en ninguna parte, sino por no advertir que la bandera de España ondea junto a las de los países representados. Y avergonzados de que, para decir que ha tenido un contacto con Joe Biden, presidente de EE.UU. –pues este no lo tiene en su agenda de contactos cuando sí lo están representantes de Estonia, Lituania, Letonia y el presidente de Turquía– ha tenido que salir a hacerse el encontronazo, en un pasillo de la OTAN, para, andando, hablar con él durante un minuto.

Amamos a España porque no nos gusta. Amamos a Cataluña porque no nos gusta la trayectoria que lleva desde hace algún tiempo. Y amamos todo lo de Cataluña como amamos cualquier cosa de cualquier rincón de España. Por eso nos ha parecido que no está de más traer hoy un botijo catalán, antiguo, de estampa delicada, del que no tenemos origen cierto de entre las muchas alfarerías que hay por las provincias catalanas.

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