Rencillas en el Gobierno
Publicado en la revista Desde la Puerta del Sol, núm 391, de 18 de diciembre de 2020.
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No sé si serán de verdad de la buena, pero lo cierto es que los ilustres personajes que forman parte del Consejo de Ministros que controla y dirige la nación y a los ciudadanos que formamos el pueblo elector, de vez en cuando dejan al descubierto el poco aprecio que se tienen, la diferencia en el ideario de cada quien, los propósitos respecto a los caminos que han de llevar las andanzas de la nación, si tenemos que matar o no a los vejetes que ya no dan mucho de sí y cuestan una pasta, tal como hacemos con tanta liberalidad con los no nacidos, si nos gusta el rey como jefe del Estado o preferimos un cantamañanas de los muchos que pulular por los edificios de la Administración y disfrutan generosamente de la vida gracias al erario público.
Lo normal es que las rencillas las tengan en privado, pero hace un par de días el vicepresidente segundo del Gobierno y la ministra de Hacienda, señor Iglesias y señora Montero, nos montaron una representación pública en los pasillos del Parlamento, sin que se apreciara demasiado el diálogo, aunque sí se entendió que la segunda decía al primero, con todo donaire, como si estuvieran interpretando una escena de la zarzuela La verbena de la Paloma: ¡no seas cabezón!
Lo malo es que todo esto va contra los intereses de todos los españoles y de España como nación con tantos siglos a sus espaldas. Que un badulaque de ideas perversas nos mantenga en un vilo, no tiene ninguna gracia; que a este le haya puesto otro majarra endiosado que pretende llevarnos por senderos tortuosos, hacia lodazales insoportables, sin que se aclare cuál es su auténtico objetivo, salvo el de medrar y ostentar el puesto que ocupa, no tiene perdón de dios.
Tiempo va siendo de que los españoles espabilen y salgan de sus dormideras para intentar poner las cosas derechas, junto con sus compadres. Es una condena a la que, al parecer, estamos sometidos, pues periódicamente se repiten los mismos o parecidos espectáculos, en los que los progresistas demócratas y liberales andan hacia atrás, y han de ser los sensatos quienes enderecen la convivencia y expulsen el contubernio.
Nos vamos a atrever, aunque quizá les venga grande, incluirlos en una de las muchas frases que dejó para la historia Baruch Spinoza, el filósofo neerlandés, aunque de origen hispanoportugués, que fue uno de los grandes racionalistas de la filosofía del XVII: «es un hecho comprobado que el pueblo ha logrado cambiar muchas veces de tirano, mas nunca suprimirlo». ¿Es esta una condena de las que no podremos liberarnos?
Para andar por caminos y trochas no viene mal tomemos un botijo carretero, con bastantes años de servicio. Él nos facilitará el ánimo necesario para seguir en la aventura.