Sobre banderas
Publicado en el número 303 de 'Desde la Puerta del Sol', 6 de mayo de 2020.
Ver portada Desde la Puerta del Sol en La Razón de la Proa
Cuando uno sale de su tierra y brujulea por el mundo se lleva un alegrón al ver ondear por todas partes la bandera del país. Sin duda están en todo los organismos oficiales de la categoría que sean, en no pocos edificios particulares, en la calle en cuanto se organiza cualquier tipo de manifestación, y en países como EEUU en casas particulares que cuentan con jardín.
Y si vas a Méjico la derrochan a discreción. La primera vez que fui al Zócalo y me encontré con aquel banderón tan grande en medio de la plaza, se me saltaron las lágrimas.(A Dios gracias, desde el año 2001 también ondea la bandera de España, de grandes dimensiones, en la Plaza del Descubrimiento de Madrid gracias al alcalde José María Álvarez del Manzano).
En cualquier país la bandera se respeta a tope y no creo que exista en ellos ningún magistrado que considere que quemar la bandera nacional es un acto de libertad de expresión no condenable.
Volviendo a Méjico, ni se me ocurre pensar qué sucedería si alguien quema la bandera. Hay tres cosas que allí los niños aprenden desde que aparecen por la escuela: respetar la enseña patria, aprender todo lo que fueron y lo que no fueron las culturas precolombinas (da gusto ver a los niños con un cuaderno y un boli recorrer el Museo Antropológico anotando todo lo que allí se expone al respecto, que es una maravilla) y a hablar mal de los españoles que «machacaron» a sus antecesores, aunque todos tengan apellidos españoles, todos tiendan a ser más blancos cada vez, y toda su cultura «viva» sea española, que quedó reflejada en los edificios y monumentos repartidos por toda la República. Y se lo clavan en la frente.
Curiosamente este odio ancestral (fomentado por los de origen no español y por los españoles del exilio republicano) no lo muestran los auténticos indígenas que, sin haber conocido el momento de la conquista –como es evidente–, recuerdan con cariño a los españoles (palabra), a pesar de los años transcurridos (probablemente por tradición oral).
Pero aquí, en España, desde la generación de un servidor que cantábamos el himno nacional de José María Pemán antes de iniciar la primera clase, imagino que en los colegiosno se ha debido volver a hablar de la bandera, del himno y de las cuestiones «patrias» (me encanta la palabra dicha como lo hacen los hispanoamericanos).
A cambio, cada día nos buscamos una nueva bandera para sustituir a la enseña de la Nación. En manifestaciones se ven a porrillo las de UGT y CCOO –aunque nadie las haya invitado pero a los que gusta estar en todos los guisos para justificar su existencia–, algunos imbéciles ondean la de la segunda república, o exhiben la «gloriosa» roja con la hoz y el martillo, y últimamente se va popularizando la del arco iris.
Sin faltar las de las CCAA, fundamentalmente en Cataluña, Valencia y provincias vascongadas, que han sustituido la nacional por la propia con la complacencia de las autoridades nacionales.
Por más que más la que debe preocuparnos es la del arco iris. La hemos visto puesta en ventanas y balcones durante el encierro por la pandemia, en los dibujos que hacían en su casa los niños acuartelados, y va apareciendo por cualquier parte. Evidentemente este es un despliegue hecho por los maestros que hablan ampliamente a los niños sobre el paradigma del «género» como ideal social, llevándolos a reflejar en sus cuadernos la bandera del colectivo que viene a representar al colectivo gay.
Tema en el que colaboran eficientemente las CCAA, los ayuntamientos y los partidos políticos; estos hasta el punto de llegado a forcejear unos con otros el mayor derecho que tienen a participar en los desfiles del procaz día del orgullo gay, día en el que ayuntamientos y CCAA han ostentado grandes banderas con los colores del arco iris en sus fachadas. Incluso en Madrid se puede ver al menos un colegio que ha pintado los barrotes exteriores del conjunto escolar con los colores del susodicho arco iris.
Si ayer decíamos que nos faltaban oraciones durante los aplausos y las canciones, hoy hemos de insistir en que nos faltan banderas patrias en los mismos balcones y ventanas, con crespones negros o sin ellos.
Porque esa es la bandera que los españoles deben tener en el arcón de casa para sacar a relucir siempre que surja una circunstancia de exaltación patria o de defensa de la nación.
El botijo que hoy traemos es una pequeña joya antigua pintada a mano en Bilbao –según consta en alguna parte–, aunque sin indicar alfar de procedencia, presentando dentro de su estructura, algunas ligeras variantes. Lo traemos hoy a colación porque nos invita a recibir la primavera que parece que ya indefectiblemente está llegando en estos días.