A través de mi querido Lucero me llegó la triste noticia del fallecimiento de Enrique de Aguinaga al que conocí a raíz de creación de Plataforma 2003, y pude saludarle dos veces en Barcelona. La primera vez fue justo en el año del Centenario, en el Hotel Ritz donde se celebraba un ciclo de conferencias sobre José Antonio. Me presenté a él como un joseantoniano, antiguo miembro del Frente de Juventudes, y le mostré un ejemplar de aquel antiguo libro (1939) José Antonio y Cataluña; era el día 8 de octubre de 2003, justo cuando Enrique cumplía 80 años; le pedí que me firmara su libro Un informe (1972) y sus revisiones; me dio un abrazo y me lo dedicó: Para Emilio Segarra, muy cordialmente, en inteligencia, y, además, de Barcelona.

En mayo de 2011 se presentaron las Obras completas de José Antonio en otro hotel de Barcelona; también adquirí el libro de Enrique Aquí hubo una guerra; su dedicatoria en este caso fue parecida: Para Emilio Segarra, de inteligencia, muy cordialmente. Con anterioridad había adquirido otros dos libros suyos: el dedicado a José Antonio, en amable polémica con Stanley G.Payne y uno de Ediciones Barbarroja: Sobre José Antonio, recopilación de datos, referencias y opiniones de muchos personajes sobre el Fundador, que Enrique había elaborado con su gran camarada y colaborador Emilio González Navarro.

A partir de 2003 fui recortando y guardando algunos artículos de Enrique publicados en la prensa nacional; merecen destacarse el que lleva por nombre El abrazo, así como José Antonio y Azaña y ¿Quién se ha reconciliado conmigo?. En La Razón iba publicando unos interesantes y jugosos textos en su sección Kilómetro cero.

Conservo el DVD del programa España en la memoria, de Alfonso Arteseros, dedicado a José Antonio; uno de los invitados era precisamente Enrique de Aguinaga, que fue presentado como lo que era: catedrático de la Complutense; allí, Enrique trató muy a fondo la actividad y la intencionalidad de Plataforma 2003.

Conocer y tratar a Enrique de Aguinaga fue un privilegio; leer sus libros y escuchar sus maravillosas conferencias era toda una tarea de ameno aprendizaje. Especialmente, aprender a ser joseantonianos. Nuestro recuerdo y nuestra oración.

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