Salve César, los que vais a indultar os saludan
Publicado en la revista Desde la Puerta del Sol núm. 462, de 1 de junio de 2021. Ver portada Desde la Puerta del Sol en LRP. Recibir actualizaciones de La Razón de la Proa.
Creo que se equivocan quienes piensan que es una mala jugada haber sacado a la actualidad la cuestión del indulto. Nada de eso. Visto el panorama desde el puente, tomando como excusa ciertos elementos de los llamados globos sonda, el sujeto que detenta el poder en el Reino de España y, tal vez, incitado y proyectado desde las sombras por su rasputín personal, que ha declarado en público que si el «otro» se tirara por un tajo él le seguiría, si se lo pidiese, ha hecho un movimiento atrevido en el tablero en el que juega consistente en divulgar su soberana intención de indultar a delincuentes juzgados y condenados por el Tribunal Supremo. El anuncio parece poco menos que un suicidio, se entiende político, que ha concitado la repulsa de todas las fuerzas de la oposición e, incluso, las de sus propias huestes. Pero eso es precisamente lo que citado individuo se proponía.
En su desgarrada, pero perversamente anidaba, estaba claro la soberbia. Desde los varapalos recibidos en Murcia, Castilla-León y, aplastantemente definitivo en Madrid, este arrogante émulo de Robert Mitchum (recuerden, Con él llegó el escándalo), tenía que hacer algo para levantar la copa de su liga, que consistía en soliviantar al pueblo, por supuesto de los mansos corderos, para que, con asombro, dejase de platicar sobre sus innúmerables «logros» políticos, léase paro, reptiliana gestión de la epidemia provocada por los chinos, «invasión» civil de Ceuta, reprobable actuación del coro que le bate palmas cuando abre la boca en el Congreso, y fuera de él, propuestas a la vista, como las discutibles subidas de impuestos (que yo denominaría, en buena lid, tributos, pero que en manos de esta gente no queda otro remedio que llamarlos así), en el IVA, los peajes, las sucesiones...
No merece la pena seguir la letanía, por conocida, pero sí decir que todo esto, que por sí mismo es de un volumen aterrador, estaba reclamando una aparatosa novedad, que tiene mucho que ver con esa cosa que el señor que presume de gobernar España estima parte sustantiva de su plan de liquidación de las estructuras de que nos hemos servido, mal que bien, hasta que llegó Zapatero a la pomada y, ahora, le secunda quien le está haciendo bueno. Es un decir.
Resulta fácil para la gente considerar que la jugada le ha salido mal, una más, pues ha puesto en pie de guerra a la población, pero, como acabo de decir, lo tenía previsto. Todos sus pasos están dirigidos a rematar un criminal plan, que, piensa, le elevarán a lo más alto de la Historia. Pero, suele suceder a los empingorotados muñecos que, de vez en cuando, arrojan las aguas a las playas, esta vez se han «pasao». En esta ocasión su prodigiosa maniobra de distracción le ha valido poco menos que un forúnculo en las proximidades del ano, y con él navega, puede decirse contra viento y marea, que no otros elementos se han levantado en su mar tormentoso.
Poco han tardado los encuestadores en emitir sus estudios, por primera vez en mucho tiempo, anunciando la inversión del calamitoso estado de la situación. También lo tenía previsto el aprendiz de Maquiavelo. Pero parece que le da igual, pues, una vez puesto a soportar todo castigo, qué más le da cargarse a España, si es que sabe de lo que estoy hablando. Lo suyo, como fácilmente se colige, es alargar su agonía en el puesto de mando y eso pasa por pagar a sus proveedores, que no son otros que los que le aúpan y sostienen, indignamente, pero embarcados con él en esta frágil lancha que se dirige a la tormenta perfecta. Lo veremos, no les quepa duda, y será más pronto que tarde.
Ahora se anuncia una concentración en la plaza de Colón, que es como el nervio que estigmatizó a la derecha española, pero se patalea para ver quién la domina. No todos están de acuerdo. Pero, en cualquier, caso, supondrá para el del grano en cierta parte una nueva complicación. La sorteará, yéndose nada menos que al 2050, cuando mucha de la gente que hoy camina estupefacta, ya ni siquiera estará en este mundo. La soberbia, madre de su mirada retadora, un tanto oblicua, sus andares agresivos, que dejan en las alfombras su huella de camaleón, su voz impostada, falsa, su ensoñación de dirigente a lo emperador romano, son pruebas irrefutables de su ansiedad por el Poder.
Y ahí está, en su palco del circo, esperando que el grupo de indeseables que intentaron, por las bravas, dar un golpe de estado, culminen su obra conjugando las teorías de la justicia y la concordia. Ellos son, al fin y al cabo, quienes se postrarán para recibir el pulgar hacia arriba. Pues le dirán, con entusiasmado fervor: ¡Salve César, los que vais a indultar os saludan!