Antisistema, sí, y a mucha honra
16/MAR.- Quienes no estamos contaminados por esta pestilencia debemos aceptar el calificativo de “antisistema” como timbre de honor.
Publicado en el número 37 de Somos, de febrero-marzo de 2022. En la sección Opinión. Editado por la asociación cultural Avance Social. Ver portada de Somos en La Razón de la Proa (LRP).
Ante la repelente situación social, tanto en lo político y como en lo económico, a la que hemos sido conducidos los españoles, como pueblo y nación, por los nefastos partidos que han mangoneado nuestra vida durante los últimos 40 años, no podemos entrar en el juego que nos propone su sistema de poder, según el cual, en el falso enfrentamiento entre izquierda y derecha está la solución de los males que nos afligen.
A estas alturas, quien no sea capaz de darse cuenta de que ese enfrentamiento es falso, merece, siendo caritativos, nuestra conmiseración y, si dejamos ésta a un lado, nuestra rotunda condena y nuestro desprecio
¿Hasta cuándo vamos a sentirnos a gusto en este ambiente podrido? ¿Hasta cuándo resignarnos porque es lo que hay? ¿Hasta cuándo esperar lo inesperable de unas instituciones –Corona, partidos políticos, parlamentos, sindicatos, judicatura, fuerzas armadas, organizaciones empresariales, etc.–, que apuntalan a diario todo este tinglado? ¿Hasta cuándo vamos a asignar condición casi divina a la Constitución vigente, un bufé libre con enorme variedad de platos, de los cuales sólo se puede degustar aquellos que favorecen la acción de quienes lo utilizan contra la nación y el pueblo?
Quienes no estamos contaminados por esta pestilencia debemos aceptar el calificativo de “antisistema” como timbre de honor y reírnos cuando les es asignado a los vociferadores tremendistas que, tras lanzar unas piedras o mear las botas de un policía, se amparan bajo siglas “progresistas” que, debidamente representadas en el poder, acuden en su defensa.
No nos engañemos, los navajazos que se reparten en y entre los partidos políticos por un pedacito de poder o unos centímetros cuadrados de moqueta, son tramoya que oculta una realidad nacional deprimente y a la que sólo debemos dedicar la atención mínima, aunque únicamente sea por evitar la náusea.
La atención principal hay que dedicarla a las calamidades que nos afectan. Por citar algunas, el desaforado precios de la energía que incide en los precios de los artículos de primera necesidad; una deuda pública que alcanza niveles estratosféricos y sigue creciendo; una reforma laboral vendida como un hecho casi revolucionario y que deja todo como estaba; una presencia internacional equiparable a la de una república bananera, suscribiendo sin rechistar lo que se nos imponga; la acción continuada de los separatismos enemigos a los que se pretende apaciguar con cesiones continuas… Seguir, ¿para qué?
Olvidémonos de la tramoya, centremos nuestra atención en el drama y su trama, y abucheemos a sus autores e intérpretes, unos farsantes que, además, nos cobran la entrada.
Del conocimiento de la historia y de la observación crítica del presente, sobre la base de nuestra cultura y tradición –que el pasado no es peso ni traba–, aceptando la aportación de otros que, desde puntos de partida diferentes lleguen a conclusiones semejantes a las nuestras y dispuestos a compartirlas de buena fe, habrán de salir, con esfuerzo, las propuestas superadoras de toda esta confusión.
Sí, antisistema.
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