Voluntad de ofender
Publicado en la revista Desde la Puerta del Sol, núm 397, de 1 de enero de 2021.
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Una de las cosas hacia las que la izquierda muestra más animadversión y prodiga sus ataques son la religión y la Iglesia. Pero no cualquier religión sino, preferentemente la católica. Y, concretamente, en los últimos tiempos, contra la figura de la Virgen María. Quizá porque son conscientes de la especial sensibilidad de los católicos hacia la Madre de Dios.
Y lo hacen con la voluntad de ofender, de causar daño en los sentimientos religiosos de los católicos, como ha ocurrido recientemente con la vicealcaldesa y portavoz del PSOE en Valencia, Sandra Gómez, que ha publicado en Instagram y en Twitter unas imágenes de cómo ella considera que se produjo el nacimiento de Cristo, con la Virgen María abierta de piernas y expulsando al niño que nace y con un comentario, que en las redes sociales han provocado una reacción de rechazo por parte de un buen número de creyentes que lo consideran, como poco, irrespetuoso, irreverente y ofensivo: «Hasta Dios nació del coño de una mujer. Que el día de hoy sirva también para recordar lo maravillosas, increíbles e importantes que son las mujeres (y para que recordemos nosotras cuánto vale nuestro coño)».
Ante las reacciones suscitadas añadió otro comentario: «El parto. Un proceso donde la mujer muestra su fuerza, valentía y resistencia. Protagonista absoluta, cada vez que una vida viene al mundo. Y me di cuenta que hasta Dios la necesitó para existir como hombre», tratando con ello, y según ella, de reivindicar el papel de la mujer.
Con toda seguridad, para reivindicar este papel que nadie les niega a las mujeres, no parece procedente ni pertinente, utilizar unas expresiones que iban a molestar y doler a muchas personas y de lo que, presuntamente, ella era consciente y, presuntamente, actuó de forma deliberada.
Claro que, parece ser, entre ciertas personas hay una cierta propensión a hacer referencia a la entrepierna femenina, como hicieron las feministas que en el año 2019 escribieron en la fachada de la catedral de Santiago de Compostela (lugar de culto católico): «Yo no salí de tu costilla. Tu saliste de mi coño».
El mensaje de la vicealcaldesa y militante del PSOE ha provocado el rechazo de la comunidad cristiana, quien la ha recriminado la «falta de respeto» para referirse al nacimiento de Jesús con una imagen como la utilizada.
El portavoz de Ciudadanos en la Comunidad Valenciana, Toni Cantó, también se ha referido a las publicaciones de Gómez y las ha calificado de «vulgares» aprovechando la ocasión para mandarle un recado. «A ver si nos explicas de dónde salió Mahoma».
Lo que ocurre es que estos comportamientos, actitudes y expresiones, que resultan deleznables y contrarias al respeto debido a quienes no comparten sus ideas, prácticamente sólo se dirigen, como ya se ha dicho con anterioridad, hacia la Iglesia y religión católica, guardándose mucho de hacerlo con las personas y símbolos de otras religiones como, por ejemplo y como acertadamente destaca Toni Cantó, el islam. ¿Será porque los católicos no reaccionamos violentamente y los de otras confesiones sí? Ese comportamiento tiene un calificativo: cobardía.
Además, frecuentemente, estas actitudes no tienen la respuesta que, en una sociedad civilizada y democrática, serían las lógicas por parte de las leyes y de la justicia y que para el ciudadano de a pie resultan incomprensibles.
Así, por ejemplo, recientemente la sección compostelana de la Audiencia Provincial, ha ratificado el archivo y sobreseimiento de la causa abierta contra un tal Carlos Santiago por el pregón que pronunció en las fiestas de Carnaval del año 2018, en las que dijo textualmente: «Vuestra Pilarica se la chupa a mi Apóstol» y por lo que fue denunciado por la Asociación de Abogados Cristianos.
La decisión del tribunal provincial, que viene a confirmar la que en diciembre de 2019 tomó en primera instancia un juzgado de Santiago, considera que la citada frase no ofende los sentimientos religiosos y entra dentro del lenguaje humorístico. ¿Llegarían estos tribunales a la misma conclusión si los destinatarios de esa frase fueran, por ejemplo, personas del gobierno de la nación o significadas figuras, presentes o pasadas, de la izquierda política?
También puede servirnos de referencia la sentencia absolutoria de la Audiencia Provincial de Madrid en diciembre de 2016 a Rita Maestre, entonces concejala de Podemos y portavoz en el Ayuntamiento de la capital de España, en relación con su asalto a la capilla de la Universidad Complutense en donde entraron con los senos al descubierto y se pronunciaron amenazas tales como «Arderéis como en el 36» o «Vamos a quemar la Conferencia Episcopal».
En la sentencia a que estamos aludiendo, los magistrados argumentaron que para que los hechos objeto de enjuiciamiento sean considerados delito: «Debe producirse un acto de profanación claro, directo, evidente y, por supuesto, físico, y no derivado del simple hecho de incumplir determinadas normas sociales, por mucho que ello pueda herir sentimientos religiosos de quienes profesan determinada religión».
Asimismo, se apoyaba la sentencia del tribunal en el que el juez era secretario de la Fundación Abracadabra, la cual había recibido ayudas del Ayuntamiento madrileño en la benevolencia del arzobispo de Madrid, monseñor don Carlos Osoro, que cuando la mencionada concejala de Podemos acudió a él para expresarle «su arrepentimiento» manifestó:
«A veces, a una edad determinada, todos hacemos cosas que después descubrimos que no debieran hacerse así o que deberíamos respetar otras cosas», por lo que los jueces consideran que «es público y notorio que la apelante tuvo una entrevista con el arzobispo de Madrid, monseñor Osoro, en la que pidió disculpas por la actuación descrita, obteniendo el perdón del ilustre prelado en perfecta coherencia con la fe católica».
Bien pues, a partir de ese momento ¿será eximente en una causa penal el que el autor del pecado-delito haya hecho examen de conciencia, tenga dolor de corazón, proponga enmendarse, refiera tal pecado al confesor y cumpla con la penitencia? Sospechamos que no será siempre así y que dependerá del hecho y del pecador infractor.
En cualquier caso, parece ser que lo que para unos es libertad de expresión, aunque haya animus ofendi, para otros es ofensa y provocación.