Los sabios de la tele
Publicado en el número 37 de Somos, de febrero-marzo de 2022. En la sección Colaboración. Editado por la asociación cultural Avance Social. Ver portada de Somos en La Razón de la Proa (LRP).
Ya debería estar acostumbrado, pero nunca deja de asombrarme la ingente sabiduría de los tertulianos televisivos. En los pocos días transcurridos desde el inicio de la operación militar rusa en Ucrania, los telecharlatanes han pasado de ser expertos virólogos a especialistas en geoestrategia.
Un análisis superficial de esta capacidad intelectual podría llevar a la apresurada conclusión de que la fauna que habita en tertulias, telediarios y demás mentideros es, en realidad, un hatajo de marisabidillas, pisaverdes, monfloritas, pedantes y cantamañanas que se limita a repetir las consignas que le dictan.
Pero no hay que minusvalorar el mérito de estos esforzados voceros del siempre cambiante discurso oficial. Hay que tener una indudable sangre fría y una dureza facial diamantina para, por ejemplo, defender con vehemencia de fanático la discriminación y la muerte civil de cualquiera que se niegue a que le inyecten cierta sustancia experimental a pesar de la evidencia de que la inoculación masiva ha sido un absoluto fracaso.
No está al alcance de cualquiera esa capacidad que exhiben los teletodólogos para combinar sabiamente la más rastrera de las sumisiones con el camaleonismo más elástico y la abyección más obscena.
Como auténticos sabios renacentistas, estos especímenes valen lo mismo para un roto que para un descosido. Igual te informan de asuntos de relevancia mundial como las desventuras de Rociito o las reflexiones existenciales de Belén Esteban, que convierten, con sus estudiados aspavientos, en eminencia médica a un matasanos de tercera fila o pontifican sobre las implicaciones económicas de la política rusa. Los ristomejides, guarromings y jorgejavieres son los nuevos leonardos y marañones en la España neonormal.
Ahora, con el conflicto en Ucrania, la cosa ya no estriba en acojonar a la población con terribles plagas y abominables contagios, sino en aplaudir con fervor atlantista la sumisión rastrera de nuestro Gobierno ante el gran amo yanqui.
Vladimir Putin ha sustituido como blanco de las iras del sanedrín políticamente correcto a los "negacionistas" que es como la neolengua globalista llama a los rebeldes frente a la dictadura sanitaria.
Los tertulianos ya no tienen que esforzarse para meter las miocarditis, ictus y repentinitis de los triplemente inoculados en el socorrido saco de las muertes inexplicables. Ahora les basta con repetir como obedientes cotorras amaestradas las consignas de la CNN para el conflicto ucraniano que, básicamente, se reducen a un conato de guion hollywwodiense: rusos malos malísimos contra ucranianos angelicales, pobrecitos.
Que desde el golpe de Estado del 2014 la población prorrusa del Este de Ucrania haya venido padeciendo la saña represora del Gobierno títere de la OTAN es algo tan irrelevante para estos telesabios como lo ha sido hasta ahora la ruina económica y el tiránico control social provocados por el terrorismo informativo pandémico.
La operación militar para proteger a la población rusoparlante del Donbass está siendo mucho más eficaz que la presunta "vacuna" para erradicar de los medios el desde hace dos años monotemático virus. Putin debe ser nominado al Premio Nobel de Medicina. Pero ya.
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