El peligro de regalar nuestros datos biométricos
¿Cuántos datos biométricos hemos regalado a Skype o a Instagram a cambio de que nos permitieran la comunicación entre espacios remotos y la exhibición de nuestras habilidades o perversidades?
Publicado en el digital El Debate (6/MAR/2024), y posteriormente por La Razón de la Proa (LRP). Solicita recibir el boletín semanal de LRP.
Yago Rodríguez define el proceso de avatarización como la migración que los humanos estamos haciendo desde nuestra vida biológica a una nueva vida virtual. En ella nos travestimos con un avatar que tiene de nuestra personalidad tanto como le queramos prestar y de personalidad ficticia, tanto como queramos inventar.
Este joven pero interesante experto en estrategia, Yago Rodríguez, sostiene que no menos de cuatro de las dieciséis horas al día en las que –en promedio– nos mantenemos despiertos, las vivimos en esa vida virtual. Una vida que nos aleja progresivamente del contacto biológico con el resto de semejantes y con la naturaleza.
La migración a esta nueva vida virtual es parte de un éxodo que apenas ha comenzado
La migración a esta nueva vida virtual es parte de un éxodo que apenas ha comenzado pero que podría ser mayor que el que conllevó el traslado desde el campo a la ciudad promovido por la revolución industrial. La vida como avatar la vivimos –especialmente los pre y plenamente adolescentes– en videojuegos (esos que amenazan el negocio de los grandes eventos deportivos presenciales) y en empresas-plataforma que nos conectan con otros avatares a través de las compraventas, de las búsquedas de citas o de la integración en comunidades diversas que comparten similares focos de interés. En muchas de ellas apenas hay que pagar, al menos aparentemente. ¿Serán estas empresas-plataforma una variante de los estados-nación? Al menos pueden crear marcados sentimientos de pertenencia.
Sin duda es un modelo de negocio absolutamente contra intuitivo, o no tanto. Alguien desarrolla una plataforma en la que millones de usuarios se registran para jugar en línea sin pagar un céntimo pero entregando una información que acabará generando beneficios para quien la acapara.
Hace unos días comenzaron a encontrar hueco en los informativos el pago que empresas tecnológicas hacían a jóvenes que se dejaban fotografiar y, probablemente de forma inconsciente, entregar sus datos biométricos a los dueños de la aplicación. Es un nuevo paso adelante en la denominada publicidad de precisión. Una forma cada vez más afinada para acabar poniéndonos delante aquello por lo que nuestra biometría y acciones revelan interés. Del resto ya se ocupa el algoritmo.
¿Cómo será la vida en el occidente avatarizado? El resto del mundo –aún con un estándar de conectividad inferior– vendrá después. ¿Cómo será nuestra alimentación? ¿Las relaciones entre los núcleos de convivencia? ¿La conformación o modelización de nuestras conciencias en el caso de que aún conservemos algún espacio para el libre albedrío? ¿Es GPT neutral cuando te dice que no tiene contenidos para según que chistes políticamente incorrectos pero te regala argumentos en favor de cualquier reivindicación woke?
Una cosa es segura y en ello insiste Yago Rodríguez en su interesante Por un puñado de tierra (Ed. Deusto). Lo seguro es que para todo esto harán falta energía y materias primas. Lo segundo no es ninguna novedad, lo primero –en cambio– es una impugnación a la narrativa de la transición energética uno de cuyos vectores es el logro de la reducción de consumo energético –particularmente de electricidad–.
Buena parte de los dispositivos por los que discurre este nuevo éxodo necesitan crucialmente de las tierras raras
En cuanto a las necesidades de materias primas, buena parte de los dispositivos por los que discurre este nuevo éxodo necesitan crucialmente de las tierras raras. Su ritmo de extracción lo lidera actualmente China con un total de 210.000 toneladas anuales muy por delante de sus más cercanos competidores, Australia y EE.UU que en 2022 extrajeron 61.000 toneladas.
Toda una nueva geopolítica y geoeconomía se desarrolla vertiginosamente desde que las áreas a dominar yo no son sólo la tierra y el mar sino también el espacio. Nuestro anonimato cada vez es más limitado y en su empequeñecimiento va menguando también nuestra libertad ¿Cuántos datos biométricos hemos regalado a Skype o a Instagram a cambio de que nos permitieran la comunicación entre espacios remotos y la exhibición de nuestras habilidades o perversidades? Las nuestras o las de nuestro avatar.