Del balcón a la toalla y la terraza

26/06.- Tenemos el deber de recordar. No podemos pasar del balcón de la gratitud y la esperanza, a la terraza y la toalla en la playa sin más, como si nada hubiera pasado...


Publicado en el Nº 323 de 'Desde la Puerta del Sol', de 26 de junio de 2020.
Ver portada Desde la Puerta del Sol en La Razón de la Proa

Del balcón a la toalla y la terraza

Se terminó el estado de alarma. Concluyeron los noventa y ocho días de confinamiento. Pasó la primavera de los sueños rotos. Se fueron sucediendo días, semanas y meses. Todo parece haberse convertido en un mal sueño, en una pesadilla de una noche infinita. Pero no es así.

Desde la intimidad impuesta en nuestros hogares, se desvanecieron los meses de una estación abierta a la vida a la que el duelo, el luto y la muerte impusieron su crespón. Marzo, abril, mayo y junio desaparecieron. Desde nuestros balcones, con corazón y reconocimiento, cada tarde agradecíamos los esfuerzos de quienes arrebataban vidas a la muerte; de quienes garantizaban nuestra seguridad; de cuantos hicieron posible nuestra supervivencia, nuestra existencia terriblemente amenazada. Aplausos primero, charangas después y caceroladas al final se han grabado de forma indeleble en mi memoria.

Hoy, transcurrido el tiempo, todo parece muy lejano. Una inercia inconsciente nos empuja hacia delante sin querer mirar hacia atrás. No es justo. No es solidario, ni es responsable. Abandonar a los que fueron abandonados a su suerte, no mostrar solidaridad con los que sufren la ausencia de sus seres queridos es, cuando menos, inmoral. Un discreto y desapercibido luto oficial y un funeral de Estado, de opereta, pretenden firmar la certificación del olvido. No es justo, es deleznable.

Somos un pueblo complicado de entender, incapaz de aprender de nuestros errores. Miles de personas, la inmensa mayoría mayores, han fallecido en circunstancias inhumanas. Tienen nombre y apellidos. Son españoles caídos a los que debemos tributar homenaje y recuerdo. El duelo no ha pasado. Miles todavía no han sido reconocidos por las denominadas cifras oficiales, tan falsas como crueles con los que se han ido, con los que les han llorado y sufrido. El dolor no cesa, no ha concluido.

Junto a estas vidas inocentes arrebatadas miserablemente, hay otras víctimas. Millares de sanitarios que pusieron en juego sus vidas, con un heroísmo extraordinario, sin protecciones adecuadas, sin recursos suficientes, sin medios convenientes. Con arrojo, con coraje, con entusiasta profesionalidad y un admirable sentido del deber, se entregan a una pelea desigual, sabedores del peligro de su empeño, de lo arriesgado de su misión. Muchos cayeron defendiéndonos, cientos enfermaron. Con profunda emoción, sentido orgullo y justo reconocimiento, os manifiesto mi inmensa gratitud a vuestra impagable labor. Gracias eternas y aplausos sonoros, merecidos y rotundos.

Tenemos el deber de recordar. No podemos pasar del balcón de la gratitud y la esperanza, a la terraza y la toalla en la playa sin más, como si nada hubiera pasado. Eso es lo que pretenden los responsables de nuestro Gobierno. Quieren que no recordemos, que disfrutemos olvidando la magnitud del drama vivido. Respeto, discreción, pudor en nuestras acciones debemos a los ausentes, a los dolientes, a los que fueron criminalmente amenazados.

Tenemos que reaccionar y actuar. Hay que hacer valer el imperio de la ley, garantía de un estado de derecho irresponsablemente atacado. Han pasado muchas cosas, demasiadas, más aún van a pasar. El aborregamiento, el letargo al que nos quieren someter debemos rechazarlo. Hay que depurar las responsabilidades, se debe exigir la limpieza informativa, no se puede renunciar a la verdad frente a la mentira tan descaradamente proclamada.

Pasar del aplauso emocionado, de pasión encendida e incontestable, a la terraza y a la chancleta de playa es un despropósito. No puede ser. Ya sé que muchos dirán que hay que mirar hacia delante, que hay que plantearse el futuro. Yo también lo comparto, creo en ello, pienso y siento que es humanamente necesario, económicamente imprescindible, socialmente deseable. Por supuesto que sí.

Pero… el hedonismo social, la frialdad emocional, tan frecuente en nuestra sociedad, con el triunfo del individualismo egoísta y materialista, no pueden refrenar, impedir el paso a valores morales mayores como la Justicia, o la Solidaridad. Tengamos presente lo ocurrido, lo vivido y lo sufrido. Hay víctimas inocentes; hay culpables indecentes, con nombre, apellidos y cargo. Hoy el riesgo señala que la historia se puede volver a producir, que la amenaza es real, que los desprotegidos son los mismos que ayer, nuestros mayores, nuestros sanitarios, las personas con especial vulnerabilidad, sea cual sea ésta.

Qué no nos engañen y engatusen con retóricas grandilocuentes, promesas y fantasías imposibles. Eufemismos cargados de intención encubridora, palabras huecas que adornan pueriles discursos. Ya tenemos fútbol todos los días de la semana, terrazas y playas. Quieren adormecernos, anonadarnos, silenciarnos. No somos un rebaño social pastoreado, no aceptamos el silencio de los corderos. Recordad por qué estuvimos en los balcones.

¡España despierta!


 

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