La mirada insolente
Publicado en el Nº 320 de 'Desde la Puerta del Sol', de 19 de junio de 2020.
Ver portada Desde la Puerta del Sol en La Razón de la Proa
La mirada insolente a la que me refiero es la de otro personaje, la de José Luis Rodríguez Zapatero. Qué diferencia de trama, de calidad intelectual y de altura personal. Aunque nacido en Valladolid, pero ejerciente en León, ni vallisoletanos, ni leoneses le reclaman como propio. Sus presidencias del gobierno no pasarán a la historia por su magnífica gestión, más al contrario, entre 2004 y 2011 los españoles padecimos sus ocurrencias y ligerezas gubernamentales.
Actualmente, vive muy bien pagado por sus «servicios prestados» como miembro del Consejo de Estado. No es de extrañar, por tanto, el estado de caos que sufrimos debido a su insigne presencia asesorando en este desgobierno. Tampoco son desestimables sus ingresos por otros conceptos, tales como conferenciante y profesor asociado. Una vida de ensueño, un retiro dorado para quién ha sido el peor presidente de la historia re-ciente de España.
Jamás sentí afecto, tampoco admiración, por su forma de entender la cuestión de España, incluyendo Cataluña y el terrorismo etarra. Su voz pastosa, su verborrea aburrida y su lenguaje gestual me han resultado abominables. Esa permanente sonrisa insolente, esa expresión impertinente de cejas enarcadas y su mirada entrometida eran verdaderamente vergonzantes para muchos españoles. Pero, con el paso del tiempo, con el paso de los años, su locuacidad, su carácter lenguaraz y su incontinencia verbal no ha cesado.
Recientemente se ha despachado, con descaro irresponsable, como siempre, en sendas entrevistas para la televisión bolivariana venezolana y, para la cadena COPE. Su falta de tacto, de medida, de proporción, dio lugar, como tantas veces, a su incontinencia verbal con ese aroma burlón y graciosillo al que quiere acompañar con su soflama ideológica. No tiene desperdicio tanto despropósito y tanta frivolidad en sus afirmaciones. Lo peor es que tiene un autoconcepto de hombre de Estado, de preclaro prócer de la Patria, de hombre hábil y sutil, de filósofo del nuevo orden mundial. Sin embargo, lo que sostiene con notable vehemencia es el blanqueamiento del régimen chavista y, un antiimperialismo norteamericano característico de la izquierda radical trasnochada.
Sus sueños juveniles a favor de la nueva vía, dentro de la que se sentía, según sus propias palabras como «un demócrata social», tan amigo del laborista Tony Blair y del socialdemócrata Gerhard Schroeder, fue dando paso a su bolivarismo desenfrenado. No tiene reparo en convocar públicamente a un frente antiamericano contra el «american first» de Trump invitando China, a la Unión Europea y a todo hijo de vecino que quiera sumarse a su cruzada. Una vez más, además de irrespetuoso, manifiesta su inconsciencia beligerante.
Una muestra de que la globalización es un fenómeno que también afecta a la estupidez. De ello dio una lección cuando, con arrogancia y mala educación, se quedó sentado al paso de la enseña estadounidense durante el desfile de las Fuerzas Armadas, en el madrileño paseo de la Castellana. El honorable gesto nos costó no poder celebrar las olimpiadas de Madrid, entre otras pérdidas difíciles de cuantificar.
Las perogrulladas han sido seña de identidad personal. Sus iluminaciones le llevaron a crear aquella esperpéntica «alianza de las civilizaciones». Ese bucólico y pueril sueño de un fuego de campamento al que sentarse todos, entonando el Himno de la alegría y fumando la pipa de la paz. Qué esperpento, que impropio en un momento en el que el integrismo islamista amenazaba la convivencia mundial.
No le faltaron palmeros y chicos de coro que le rieran la gracia. Los pseudo intelectuales de la izquierda española se deshicieron de elogios y palabras de admiración. La tontería se hacía dueña del discurso político. Cuántos improperios se me ocurren.
Hay una oda al absurdo, más absurda aún que cualquier otra. Me refiero a los elogios, casi lascivos, de Leire Pajín Iraola, secretaria de Organización del PSOE y posterior ministra de Sanidad, Política Social e Igualdad. Con arrojo y temeridad se atrevió a afirmar, refiriéndose al presidente Obama y, al insigne José Luís, que: «Dos grandes líderes mundiales se habían proclamado a ambas orillas del Atlántico». En lo que nos toca, su clarividencia fue peor que la de Aramís Fuster adivinando el futuro en algo.
Para bien del quehacer político español la susodicha, la aventajada pupila, dejó la política activa en 2012. Hoy se dedica a una lucrativa actividad: directora global del Instituto de Salud Global (ISGLOBAL) de Barcelona. Una especie de laboratorio de ideas y centro de pensamiento financiado por la Generalidad y La Caixa, apoyada por el Ministerio de Asuntos Exteriores y Cooperación. También es presidenta de la RED Española de Desarrollo Sostenible, vinculada a la ONU. Antes, había pasado por la Organización Panamericana de Salud (OPS) en 2012. La renuncia a la actividad política era una quimera.
Zapatero, José Luis, diputado nacional durante siete legislaturas, no se calla. Es el embajador en Europa de las lindezas del progreso alcanzado por el gobierno de Nicolás Maduro. Avieso mediador en el conflicto de Venezuela y valedor de la corrupción caribeña, queda acreditada a través del nombramiento de Raúl Morodo, en 2004, como embajador paniaguado en Caracas. La Fiscalía Anticorrupción y Hacienda están sobre sus pasos y andanzas por los cálidos paraísos fiscales.
Tanto amor proclamado, tanto ardor incontestable, tanta pasión encendida por Hugo, por Nicolás, le llevan a entregarse, desvergonzadamente, sin pudor, ni rubor, a los brazos de Pablo Iglesias. Sus confesiones son de fe sostenida, lealtad fraternal en una empresa común, en un empecinado empeño, el de provocar un desorden mundial, el hundimiento moral y social de España.
Es imposible no pronunciarse ante este hombre de mirada insolente, de verbo desaforado, de tan afinado y certero juicio político. Muchas aristas y perfiles varios presenta nuestro protagonista desde las que valorar su trayectoria pública, su servicio a la anti España. Los deméritos y las deslealtades le acompañan; la infidelidad a nuestra Patria le distinguen; la herejía de la verdad es su divisa.
Por lo pronto, un consejo sano y responsable para la continencia de sus desafueros sería el de: «¿Por qué no te callas de una vez? Calladito estás menos feo». Éste sería su mejor tributo. Todos se lo agradeceríamos.