La gracia del indulto
Publicado en la revista Desde la Puerta del Sol núm. 472, de 25 de junio de 2021. Ver portada Desde la Puerta del Sol en La Razón de la Proa (LRP). Recibir actualizaciones de LRP.
La decisión gubernamental (calificada por sus promotores como muestra de concordia y generosidad) sobre los condenados por el intento separatista de Cataluña puede producir –entre otros– el efecto de facilitar al pueblo español una mejor comprensión del funcionamiento del actual sistema político.
Constituido en su día el correspondiente Gobierno central –tras las pertinentes negociaciones entre las fuerzas socialistas, comunistas e independentistas, con sus acostumbrados pactos y compromisos–, desde entonces se viene imponiendo de modo evidente su mayoría parlamentaria a la hora de legislar.
De nada sirven los argumentos esgrimidos en cada ocasión contra determinadas iniciativas legislativas, aunque éstas sean de profundo calado. Materias tan importantes para el futuro de nuestra nación (justicia, enseñanza, la propia integridad patria…) son reformadas sin freno alguno por un gobierno que dispone de amplio respaldo en ambas cámaras.
Además, da la impresión de que a los principales responsables públicos no les produce el menor sonrojo los frecuentes cambios de opinión mostrados también por sus aliados (aquí cabe mencionar, como apoyos relevantes, a numerosos medios de comunicación y a un sector de la iglesia católica, así como a organizaciones sindicales y de empresarios, junto a un sin fin de voluntades fácilmente moldeables por medio de copiosos recursos económicos).
Desde el presidente del Gobierno (recuérdese la obtención de su doctorado, indeleble mancha caída sobre la universidad española), pasando por los miembros de su equipo (unos, procedentes de la judicatura, eso sí con experimentada obediencia política; otros, pertenecientes a distintos ámbitos, aunque con notables carencias –aquí procede recordar a la locuaz ministra portavoz–, pero todos ellos duchos en la rápida mutación de criterio, en la presta improvisación y en la hábil disimulación de sus verdaderos objetivos), hasta llegar a la fiscal general del Estado (sobre la que también resulta innecesario aludir a su incondicional adaptación al poder), el ramillete resultante es de por sí tan suficientemente conocido que exime de más comentario.
Como tampoco lo requiere el progresivo deterioro de la imagen de España en el concierto internacional (¿hablamos de Ceuta, Melilla o de las Islas Canarias?, ¿comentamos la entrevista con el presidente de los EEUU de Norteamérica?) o el escandaloso asunto de la explotación sexual de niñas en Baleares (cuestión baladí, esta última, a juicio de algunos, sobre la que muchos responsables autonómicos –y nacionales, no se olvide– no consideran conveniente la constitución de una comisión de investigación).
Estos supuestos son apenas una muestra del creciente deterioro que sufrimos. A pesar de mi condición de procesalista durante aproximadamente medio siglo, me produce cierto rubor insistir más en el desatino científico y en la utilización demagógica que ha representado el indulto de marras. Tampoco volveré ahora sobre algunos aspectos de la famosa sentencia del procés, la patente inconstitucionalidad de la pretendida amnistía, o la traición que implicaría la formación de una mesa de negociación entre el Gobierno central y el autonómico con vistas a la eventual celebración de un referéndum (dentro de los límites territoriales catalanes, claro), para llegar a su anhelado autogobierno (¡faltaría más!). De eso se encargan a diario los partidarios del indulto, que realizan declaraciones que mueven más a la compasión intelectual que a su desautorización política. Y, para mayor inri, los beneficiados por la dichosa medida de gracia se mofan en sus narices.
Sigo pensando que estas cuestiones, al igual que otras muchas de la problemática asfixiante que sufre España en el momento presente, constituyen un fiel reflejo del inepto y corrupto sistema de participación en el poder por medio de unas empresas (ocultas bajo el pomposo nombre de partidos políticos) que sólo persiguen el enriquecimiento de sus dirigentes nacionales (aunque, ¡cómo no!, también reportan pingües beneficios a quienes manipulan los hilos a nivel superior).
Naturalmente, todo ello en detrimento de nuestro añorado bien común. Pero ¿a quién interesa esto hoy día, salvo a los sufridos hombres y mujeres de España?
En breve tiempo, estaremos sin la preceptiva mascarilla y seguiremos con la luminosa claridad del verano, tradicional tiempo de reflexión. Confiemos en que la ocasión propicie que más de uno abra los ojos…