El PNV debería reflexionar
El PNV a pocos días de apoyar los Presupuestos del Gobierno de Rajoy sorprendentemente cambió su postura y se sumó al acuerdo Frankenstein de Sánchez. Desde entonces aquella decisión se ha reflejado en las elecciones.
Publicado en primicia en el digital El Debate (1/AGO/2023), y posteriormente en la revista El mentidero de la Villa de Madrid núm. 780 (3/AGO/2023), continuadora de Desde la Puerta del Sol. Ver portada El Mentidero en La Razón de la Proa (LRP) Recibir el boletín de LRP.
El PNV es una formación históricamente de derechas y en sus orígenes racista y machista a tope. En la guerra civil el PNV de José Antonio Aguirre se alineó con el caótico Gobierno de la República por motivos identitarios nacionalistas, no porque sus ideas conservadoras coincidieran con el radicalismo de izquierdas que se impuso. La experiencia concluyó con la mediación del Vaticano, en agosto de 1937, con la rendición en Santoña de las tropas vascas a los voluntarios italianos en lo que la República, siendo Prieto ministro de Defensa, consideró una traición. Desde el espacio democristiano el PNV ha asumido una posición más liberal y formalmente aconfesional que choca con sus orígenes y con su tradición, y que le ubicaría en el centroderecha.
Señalé en un artículo anterior que si el PNV actuase con inteligencia política y por su propio interés, lo que resultaría lógico, huiría del aliento en la nuca a que le somete Bildu y atendería a sus resultados electorales; el aliento de Bildu ya es en la frente no en la nuca: le ha rebasado en votos y en escaños. El PNV es ya tercera fuerza política en el País Vasco. Este camino se inició con el apoyo a la moción de censura con trampa contra Rajoy, basada en una sentencia que Sánchez, con el apoyo de un juez, presentó amañada; lo demostró una instancia judicial más alta. El PNV a pocos días de apoyar los Presupuestos del Gobierno de Rajoy sorprendentemente cambió su postura y se sumó al acuerdo Frankenstein de Sánchez. Desde entonces aquella decisión se ha reflejado en las elecciones. Cuando un partido de derechas elige compañías radicales de izquierda lo menos malo que le puede ocurrir es que desoriente a sus electores. Se suele seguir al más atractivo de la reunión aunque sea el de menos caletre.
Con el Gobierno de Rajoy el PNV era más fuerte electoralmente. Con el Gobierno de Sánchez Bildu ha crecido y, tras el 23-J, se convierte en cabeza del nacionalismo vasco en el Congreso. La diferencia es que, aunque no se reconozca en Sabin Etxea ni en Ajuria Enea, los socios vascos preferidos de Sánchez son los radicales de Bildu, en una parte herederos del terrorismo, y no los moderados del nacionalismo tradicional. No sé qué pensaría de esta situación Sabino Arana, el idolatrado fundador, no precisamente un radical de izquierdas.
La secuencia del voto nacionalista es reveladora. En las elecciones generales de 2016 el PNV sacó 287.014 votos (5 escaños) y Bildu 184.092 (2 escaños). En 2019 el PNV consiguió 379.002 votos (6 escaños) y Bildu 277.621 (5 escaños). En las elecciones del pasado día 23 el PNV sumó 275.782 votos (5 escaños) y Bildu 333.363 votos (6 escaños). En cifras de convocados a las urnas, que nada tienen que ver con las nacionales, esos cambios de votos resultan relevantes. Al PNV no le ha ido nada bien aparecer como comparsa del sanchismo y a Bildu le han favorecido las sucesivas muestras de apoyo recibidas del Gobierno viniendo de donde venía.
Las leyes más ideológicas de Sánchez no fueron apoyadas sin más por el PNV que dejó claros sus matices, incluso más que matices. Respecto a la ley de Vivienda, cuyo protagonismo dejó Sánchez en manos de Bildu, el PNV decidió, ya después de las elecciones, recurrirla al Tribunal Constitucional por los mismos motivos que anunció la Comunidad de Madrid. La cohabitación del PNV con Sánchez en el Frankenstein ha sido a menudo incómoda. Si nos basamos en algo tan valorado para el PNV como las compensaciones a su apoyo, ha conseguido más ventajas Bildu; por ejemplo, el acercamiento de presos ha beneficiado a Bildu, formación ligada históricamente a quienes cumplen condenas. Ya lo han proclamado ellos mismos en detrimento del PNV.
Por posiciones ideológicas es difícil entender que el PNV, partido de burguesía y clase media, de emprendedores, de gentes de fe y práctica religiosa, de nulos insultos, gritos y, aspavientos, pueda sentir más comodidad junto a Sumar, disfraz de Podemos, y ERC, que con la derecha centrada; no vale utilizar en este caso el comodín de Vox, tan grato a la izquierda, porque en su actual posición el PNV comparte apoyos con comunistas irredentos que mantienen desde la ultratumba fotos de Lenin en sus despachos. Junqueras a la hora de reunirse con un líder vasco lo hace con Otegui con el que comparte el sueño de unas repúblicas radicales de izquierda.
En las elecciones vascas del próximo año el PNV será superado más o menos ampliamente por Bildu. Es lo que se ve llegar. Entonces Sánchez se enfrentará al dilema de a quién apoyar si el resultado no fuese claro e indiscutible. El socio preferente de Sánchez es Bildu, no el PNV. Quiere ver a Otegui en Ajuria Enea. Si a esa vidriosa posición sumamos que previsiblemente la situación económica habrá empeorado, con una deuda para generaciones, un gasto público disparado, miedo de la inversión extranjera, control europeo de sus cuantiosas ayudas y exigencia de recortes, más impuestos porque el dinero no baja del cielo e inflación subyacente descontrolada, el PNV debería reflexionar qué hacer entonces. ¿Seguir apoyando a una izquierda radical a la que no pertenece ni de lejos? Acaso en ese nuevo paisaje el PNV asuma una posición más posibilista y beneficiosa para él. Cuando el caos resiste a cualquier precio habría de buscarse que dure lo menos posible. Y, de paso, el PNV debería observar la evolución del voto en Cataluña.
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